La cumbre UE-Celac: ¿un acercamiento sin acuerdos?
julio 2023
El postergado encuentro permitió un intercambio de ideas y perspectivas, pero evidenció también una carencia palpable de acuerdos y puso de relieve las diferentes preocupaciones que prevalecen en ambas regiones.
Tras ocho años de postergaciones, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (Celac) se dieron cita en Bruselas para celebrar la III Cumbre Birregional. Si bien la reanudación del diálogo Celac-UE se produjo en octubre de 2022, con la Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de ambos bloques, el hecho de que se volviera a realizar un encuentro en el más alto nivel político generó expectativas respecto de los resultados y avances que pudieran surgir de la Cumbre. Pero si el encuentro entre la UE y la Celac, bajo la Presidencia pro tempore de Ralph Gonsalves, presidente de San Vicente y las Granadinas, permitió un intercambio de ideas y perspectivas entre ambas regiones, el cónclave evidenció también una carencia palpable de acuerdos y proyectos tangibles y puso de relieve las diferentes preocupaciones que prevalecen en ambas regiones.
El renovado interés de la UE por América Latina y el Caribe puede explicarse por una serie de factores sistémicos que vienen limitando el margen de maniobra del Viejo Continente en materia internacional: (1) el declive de Europa como potencia global -expresado, entre otras cosas, en una disminución de su poderío económico y militar-; (2) el avance de China y su disputa con Estados Unidos; (3) La guerra en Ucrania y (4) los procesos de transición energética y digital.
En América Latina, sin embargo, cuestiones como la invasión rusa de Ucrania o el avance chino no despiertan la misma preocupación que en Europa. Los líderes de la región están enfocados en cuestiones de orden doméstico, como la estabilidad institucional, la desigualdad económica y el incremento de la inseguridad ciudadana. En cualquier caso, aunque América Latina no tenga su mirada puesta en los juegos de poder global, sí observa con atención la forma en que esos procesos pueden afectar los precios de los commodities y qué mercados se pueden abrir para los países latinoamericanos. Aun así, el punto de mayor convergencia entre ambas regiones probablemente se encuentre en los efectos adversos del cambio climático y la degradación ambiental, una cuestión que tuvo un lugar central en la declaración final de la Cumbre.
Más allá del compromiso genuino que puedan tener las sociedades del Viejo Continente para neutralizar el calentamiento global, el hecho de poder asumir un rol protagónico en el rumbo de la transición energética y digital es una de las estrategias que tiene la UE para contrarrestar la pérdida de gravitación como actor global. En la práctica, esto significa poder determinar hacia dónde, cómo y con qué tecnología llevar a cabo las acciones contra el cambio climático. En esta estrategia, América Latina y el Caribe aparece como una región relevante en dos sentidos. Por un lado, como proveedora de recursos, como el litio y el hidrógeno verde, que faciliten el liderazgo europeo en la configuración de una estructura productiva basada en energías renovables. Por el otro, como región «receptora» del paradigma energético que propicia el Norte global. Una frase que ilustra bien esta idea fue expresada por el mandatario español y actual presidente del Consejo de la UE, Pedro Sánchez, cuando manifestó frente a su par brasileño que «nosotros [la UE] podemos aportar el know how de desarrollo ambiental».
En América Latina y el Caribe, la posición frente al cambio climático está dada por la idea de «responsabilidades comunes pero diferenciadas» y, en algunos casos, también se postula el concepto de que los países de la región son «acreedores ambientales», lo cual involucra el imperativo de que los países desarrollados (y más contaminantes) deben ofrecer mecanismos de financiamiento para llevar a cabo acciones efectivas contra el calentamiento global.
Como parte del renovado interés europeo en América Latina, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció una inversión de 45.000 millones de euros, en el marco de la Global Gateway, una plataforma de inversiones de la UE orientada a proyectos como la promoción de energías renovables y servicios digitales. En efecto, más de 70% de los proyectos de la Global Gateway para América Latina y el Caribe se centran en cuestiones como el desarrollo de minerales como el litio y el cobre, la promoción del hidrógeno limpio y la implementación de bonos verdes.
Pero la Global Gateway no es solo una herramienta para contribuir a que la UE desempeñe un rol preponderante en la transición energética y digital a escala global. También es una política que busca neutralizar el avance de China en América Latina como socio económico y comercial que ocupa los casilleros que Europa y Estados Unidos ya no pueden llenar. Cabe señalar que ya son más de 20 los países latinoamericanos y caribeños que se han sumado formalmente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Asimismo, en 2022, el intercambio comercial entre China y América Latina alcanzó los 437.000 millones de euros (11% más que el año anterior) y Beijing se ha posicionado como el principal socio comercial de países como Brasil, Chile y Perú.
La guerra en Ucrania fue otro tema que ocupó gran parte de la agenda de la Cumbre y allí también se vieron reflejadas las distintas prioridades de Europa y América Latina. El conflicto bélico es un asunto primordial para la seguridad y la economía de los países europeos y se ha vuelto una cuestión que pone a prueba la idea de Europa como potencia moral y normativa (defensora del multilateralismo, el derecho internacional, la democracia y los derechos humanos). En efecto, uno de los puntos que reivindica la UE en su reacercamiento hacia América Latina es que ambas regiones comparten una identidad y una comunidad de valores, aspecto que quedó de manifiesto en algunos puntos de la declaración de la Cumbre. En palabras de Ursula von der Leyen: «La asociación estratégica UE-ALC es hoy más importante que nunca. Somos aliados claves a la hora de reforzar el orden internacional basado en normas y defender juntos la democracia, los derechos humanos y la paz y la seguridad internacionales». De este lado del Atlántico, quien más resaltó la existencia de esa mirada común fue el mandatario chileno, Gabriel Boric, quien manifestó en la sesión inaugural: «Lo que espero de la Cumbre es que con países que tenemos valores compartidos, en particular la democracia y el respeto inclaudicable a los derechos humanos, podamos fortalecer nuestras relaciones». De hecho, Boric fue uno de los presidentes latinoamericanos que más insistió en condenar la invasión rusa, que calificó como «una guerra de agresión imperial inaceptable, en donde se viola el derecho internacional».
En este marco, la invasión rusa de Ucrania se ha vuelto una oportunidad para que Europa y sobre todo Estados Unidos intenten reforzar los valores del orden liberal global y así trazar una frontera más asertiva entre un Occidente democrático y dialoguista y potencias autoritarias y belicosas, como serían China y Rusia. No obstante, esta construcción de polos antagónicos basados en ideas y valores incompatibles encuentra obstáculos a ambos lados del Atlántico. En Europa, el avance de los movimientos y partidos de extrema derecha está erosionando desde adentro la identidad liberal europea. En el caso de América Latina y el Caribe, algunos países, como Cuba, Venezuela o Nicaragua aprovechan las críticas en materia de democracia y derechos humanos para denunciar actitudes colonialistas e injerencistas de Europa. Asimismo, la estrecha relación que esos países mantienen con Rusia fue uno de los factores que obstaculizaron el intento de que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, asistiera a la Cumbre en calidad de invitado.
A ello se suma que la profundización de las relaciones con China sobrepasa cualquier barrera ideológica que se intente imponer desde el Norte. En América Latina, tanto los gobiernos democráticos, liberales y promercado como los países con regímenes autoritarios ven al gigante asiático como un socio fundamental para el desarrollo de sus economías, y no observan con preocupación cuestiones como la «trampa de la deuda», un tópico que intenta instalar Estados Unidos para frenar las propuestas de inversión china en los países del Sur.
Asimismo, con el retorno de Luiz Inácio Lula da Silva a la Presidencia, la política exterior de Brasil intenta recuperar la imagen internacional del país, tras el repliegue que caracterizó el gobierno de Jair Bolsonaro. A raíz de ello, Brasil se reincorporó a la Celac y retomó los compromisos en materia ambiental, lo cual sirvió para recomponer la relación con los países europeos. No obstante, en sus esfuerzos por reinstalar la posición su país en el escenario global, el gobierno de Lula pretende asumir un rol de mediador en la guerra en Ucrania. Ello implica adoptar una posición de mayor neutralidad frente a la invasión rusa, lo cual choca con la condena categórica que propone la UE. En mayo, Lula esquivó una reunión bilateral con Zelenski en el marco de la Cumbre del G-7 en Japón, y tras la reunión UE-Celac criticó a su par chileno, Gabriel Boric, por su insistencia en que la región se acoplara a la posición europea. A fin de cuentas, la declaración no hizo más que reflejar la falta de un acuerdo sustantivo sobre el tema: no hubo condena al accionar ruso (como pretendía la UE), sino que se expresó una «preocupación compartida» por la guerra; posición que tampoco fue unánime, dado que Nicaragua se opuso a convalidar ese apartado de la declaración.
En definitiva, la reanudación de los encuentros entre mandatarios latinoamericanos y europeos es un hecho auspicioso para fortalecer el diálogo y afrontar cuestiones que atañen a ambas regiones, como la lucha contra el cambio climático o las presiones que impone la agudización de la disputa global entre China y Estados Unidos. No obstante, el cónclave también puso en primer plano que hay prioridades que no son compartidas y que la falta de acuerdos sustantivos basados en una relación de mayor horizontalidad sigue siendo una deuda pendiente de la agenda birregional.