Tema central
NUSO Nº 66 / Mayo - Junio 1983

El marxismo real es el realismo marxista

   

El marxismo real es el realismo marxista

Al conmemorarse el centésimo aniversario de la muerte de Carlos Marx, me gustaría analizar la persistente importancia de Marx y el marxismo en estos días, poniendo énfasis en la significación de su finalidad principal y de los problemas que de ello se derivan.

El principal objetivo perseguido por Marx y el marxismo ha sido cambiar el mundo para mejorarlo: «Hasta aquí los filósofos solo han interpretado el mundo, nuestro objetivo es transformarlo» para eliminar la explotación, opresión y alienación del hombre (y la mujer) por el hombre. El método de Marx, identificado con su nombre, aunque no siempre puesto en práctica por los marxistas, ha sido el materialismo histórico: «No es la conciencia del hombre la que determina su existencia, sino al contrario, es su existencia social la que determina su conciencia».

La práctica del materialismo histórico requiere de «un análisis concreto de la realidad concreta» (Lenin), no de la adhesión ideológica a textos sacralizados o una mera obediencia política hacia una doctrina aceptada.

La combinación de este método y del objetivo señalado, especialmente en la forma del análisis del materialismo histórico con el propósito de liberar al hombre y a su conciencia -o contrariamente, si se entiende que el hombre constituye su propia historia, pero sujeto a las limitaciones materiales- plantea una larga lista de contradicciones dialécticas aún no resueltas, posiblemente insuperables, y diversas interpretaciones contradictorias. Podemos examinar algunas de ellas.

Objetivos marxistas

A 100 años de la muerte de Marx y a 135 de la publicación del Manifiesto comunista, los objetivos propuestos por Marx y los marxistas plantean la contradicción de que ahora un tercio de la humanidad es gobernada (más que gobernarse a sí misma) en nombre de Marx, sus objetivos y su método. Sin embargo, este hecho numérico está por debajo de lo que predijo Marx en la base de su análisis materialista histórico y lo que se esperaba de acuerdo con su objetivo propuesto. Más aún, este cambio ha ocurrido no en las regiones materialmente avanzadas del mundo donde el propio análisis materialista histórico inducía a preverlo, sino donde él menos lo esperaba: en Rusia, en China y zonas de lo que hoy se llama Tercer Mundo.

El objetivo marxista, no obstante, es todavía una luz de esperanza en muchas partes del mundo; más en el Sur que en el Norte y, posiblemente, más en el Oeste donde no se ha establecido, que en el Este donde sí lo está. Esta esperanza marxista es débil ahora en el Norte y en el Este debido al fracaso, en nombre de Marx, de eliminar la explotación, opresión y alienación existente. Pero, a pesar de estos defectos, la esperanza de hacer realidad los objetivos marxistas se mantiene muy fuerte en diferentes regiones del Sur y del Oeste. Estos defectos en la consecución de los objetivos marxistas se pueden atribuir a las persistentes limitaciones del desarrollo material de las fuerzas productivas y de la propia conciencia marxista y del análisis materialista, como asimismo de las contradicciones que entre ellas se producen, todo lo cual analizaremos con la ayuda del propio método materialista histórico marxista.

Método marxista del materialismo histórico

A. Método marxista en el Oeste y en el mundo

Marx y sus seguidores hasta Lenin desarrollaron el método del análisis materialista histórico, tomando como base el desarrollo capitalista en algunos países particulares, especialmente Inglaterra, para utilizarlo en el estudio (interpretación) y cambio (transformación) de esos mismos países. Esta forma de utilizar el materialismo histórico contradice (o es contradicho por) el desarrollo del capitalismo en una escala mundial, cosa que fue reconocida y comentada por Marx y Lenin, aunque no fue incorporada en sus propios modelos analíticos (volumen I de El capital de Marx y Desarrollo del capitalismo en Rusia e Imperialismo, etapa superior del capitalismo, de Lenin).

Desde la aparición de estos trabajos, la integración e interdependencia de todas las regiones del mundo en un solo proceso histórico de desarrollo del capitalismo ha llegado a ser tan fuerte e inmediatamente determinante de las limitaciones bajo las cuales los hombres hacen su propia historia, que el análisis materialista histórico del presente debe tomar mucha mayor consideración de ello que la forma como lo hicieron los primeros marxistas y como aún lo hacen muchos en la actualidad. Estos últimos no han sido capaces de resolver la contradicción entre lo que ha llegado a construir una doctrina marxista basada en los textos sacralizados, a la cual algunos aprendices se aferran, y el método del análisis materialista histórico. Todo esto indudablemente contradice tanto el método como los objetivos de Marx y Lenin y está también en abierta contradicción con el desarrollo histórico y la experiencia material.

De este modo, la presente crisis económica es producto de profundos desajustes estructurales hacia el interior y entre el Oeste, el Este y el Sur; la crisis afecta a todos los países por diferentes que sean, en cada una de estas regiones del mundo, y la solución, si existe alguna, de la presente crisis supondrá consecuencias económicas, sociales, culturales e ideológicas y cambios políticos en gran parte del mundo. Algunos de estos cambios se evidencian ya con la emergencia de una nueva división internacional del trabajo, un nuevo desarrollo tecnológico, una extendida declinación de un poder hegemónico, en este caso Estados Unidos, frente a competidores de otras partes; pero básicamente de otras potencias capitalistas, por ejemplo Japón, y no de países socialistas.

Este desarrollo histórico contradice lo que a muchos, tanto de la izquierda como de la derecha, les gusta reclamar basándose en una equivocada referencia a la supuesta mayor fortaleza, poder político y superioridad ideológica u ofensiva de la Unión Soviética.

El cambio puede ser promovido también por una elevada conciencia social, cultural y política y por amplios movimientos de masas bajo banderas nacionalistas, religiosas, raciales y clasistas, aduciendo también objetivos marxistas. Todas estas importantes transformaciones del mundo y de la conciencia popular son propiamente la finalidad del análisis marxista del mundo como un todo y de la creciente diferenciación de sus partes, aunque reconociendo que el todo es mayor que la suma de las partes.

A pesar de que el materialismo histórico adolece de limitaciones y de que no fue precisamente desarrollado en este amplio contexto del mundo o teniendo en cuenta tan amplios propósitos mundiales, su método aún parece ofrecer mayor capacidad de análisis que sus rivales económicos y políticos y sus aproximaciones y diagnósticos socioculturales. Por ejemplo, confiando en el método materialista histórico, los marxistas fueron los primeros en predecir, anunciar y analizar la actual crisis mundial, mientras los economistas burgueses y sus publicistas aún permanecían ignorantes de ella o simplemente negaban que hubiese tal cosa. Irónicamente, ciertos marxistas, y en especial los regímenes que gobiernan en nombre de Marx en los países socialistas, también fallaron para calcular la llegada de esta crisis mundial. Y más aún, sus probables efectos sobre ellos. Literalmente, estaban apostando a una continua prosperidad del Oeste, cuando se lanzaron en su mayor riesgo al importar tecnología de los países capitalistas al comenzar la década del 70, esperando pagar por ella con exportaciones hacia el Oeste. La consecuencia fue que la balanza de pagos y las deudas de los países socialistas entraron en crisis desde 1980 con los consiguientes acontecimientos políticos en Polonia, por ejemplo.

B. Método marxista en el Este

Los así llamados países socialistas, y aquellos que aquí y allá hablan por ellos en nombre de Marx, están a menudo exentos de las contradicciones anteriormente nombradas, según sus propias declaraciones, pero curiosamente el desarrollo histórico del mundo y sus propios análisis materialistas históricos los contradicen tal vez más firmemente que a todos.

La reciente y acelerada reintegración de las economías socialistas en la división internacional capitalista del trabajo -no solo a través de las relaciones de intercambio, sino igualmente por medio de relaciones de producción y trabajo- y los prolongados efectos de la crisis en el Oeste capitalista sobre las economías, sociedades, políticas y aun en la conciencia ideológica del Este socialista, contradicen la tesis de Stalin acerca de la existencia de dos mercados mundiales y dos sistemas sociales, uno socialista y otro capitalista. Al contrario, el así llamado mundo socialista no ha escapado del proceso histórico del desarrollo del mundo capitalista ni de la profunda acción dentro de las economías socialistas de la ley capitalista universal del valor, el uso e intercambio de la fuerza de trabajo como una conveniencia, lo que constituye las bases materiales para continuar la explotación, opresión y alienación del hombre (y la mujer) por el hombre, en el supuesto mundo socialista. Es de acuerdo con esto que quien habla en nombre de Marx ha concluido que en todo caso solo se está en la transición para conseguir los objetivos marxistas.

Ninguno de estos reclamos es válido en la realidad; todos ellos son refutados diariamente por la experiencia concreta, por las relaciones de las masas y especialmente por las existentes entre el proletariado y el campesinado; y todo este desarrollo puede ser expuesto al análisis marxista.

Curiosamente, aquellos que hablan en nombre de Marx en los países socialistas son menos dados a enfrentar tal análisis marxista en sus propias sociedades, y menos aún las bases materiales de la conciencia del proletariado como ha ocurrido en Polonia.

Ha sido aprovechado el nacionalismo y la religión para promover la lucha de clases en cada país socialista posrevolucionario, lo cual Marx había profetizado y esperado que solo ocurriría en los países capitalistas.

Un siglo después de la muerte de Carlos Marx, existe la ineludible necesidad de aplicar mayormente el análisis marxista a los propios países socialistas frente a la economía del mundo capitalista, como Marx y Lenin lo hicieron, no dudando de la necesidad de desarrollar el materialismo histórico, no como lo hacen aquellos que hablan en nombre de Marx en estos países y no tratan de vencer las limitaciones de los clásicos del pensamiento marxista, fracasando por lo tanto al aplicar el análisis materialista histórico a sus propias sociedades y a las bases materiales y sociales de su falsa conciencia.

C. Método marxista en el Sur

El método marxista histórico y su uso para analizar las propias sociedades socialistas y el desarrollo del mundo capitalista como un todo está indudablemente más avanzado en el Sur subdesarrollado que en el avanzado Oeste y que en el Este socialista. Esta es otra contradicción en el desenvolvimiento del marxismo, especialmente en las recientes décadas, y ello merece un análisis marxista de las bases materiales de esta conciencia de sí mismo. De una manera muy probable fue el enorme nivel de explotación, opresión y alienación a que ha sido sometido el Tercer Mundo en el curso del desarrollo del capitalismo lo que ha llevado a este alto grado de la conciencia, la teoría y el análisis marxistas, entre los intelectuales y también entre las masas de muchos países del Tercer Mundo.

Ellos han contribuido o inspirado la mayoría de los recientes avances en la teoría de la política económica y el estudio de los modos de producción, dependencia, imperialismo, sistema mundial, acumulación capitalista, cambio económico estructural, Estado autoritario, movimiento populista y estrategia revolucionaria, algunos de los cuales han sido importados por los supuestamente marxistas del Este y los antimarxistas del Oeste. Sin embargo, este desarrollo del análisis materialista histórico -una forma de conciencia- en el Sur no ha sido seguida por un igual desarrollo de movimientos anticapitalistas y un avance revolucionario socialista en el Tercer Mundo, y mucho menos en otras partes. La razón hay que buscarla -por medio del análisis marxista- en la contradicción fundamental entre el método marxista y los objetivos propuestos, pero sustancialmente en la limitación material que posee el hombre para construir su propia historia tal como a él le place.

Contradicciones entre objetivos y medios marxistas

Más allá de la contradicción entre el cumplimiento de los objetivos y el uso del método marxista, la mayor contradicción durante el siglo pasado ha sido la que se produce entre los fines y los medios marxistas y esto parece que permanecerá así en el futuro predecible. Desde luego, Marx y los marxistas nunca afirmaron que el mundo cambiaría hacia el cumplimiento de sus objetivos por la sola interpretación de ellos a través del método materialista histórico.

Para Marx y los marxistas «la lucha de clases es el motor de la historia». El materialismo histórico tiene que revelar la forma como la lucha de clases pone a la luz las contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas materiales y las relaciones de producción, y cómo hombres y mujeres -con su conciencia altamente desarrollada precisamente por el mismo materialismo histórico- pueden aprender dónde, cuándo y la manera como intervenir decididamente en el desarrollo de la lucha de clases, para guiarla y conducirla al cumplimiento de los objetivos marxistas durante la centuria transcurrida desde la muerte de Marx para establecer un acuerdo satisfactorio entre los objetivos y los medios, que él mismo estableció, se ha convertido en su mayor defecto, y la promesa de que ellos se impondrán en un futuro próximo no es creíble ni brillante.

A. Contradicciones en el Oeste

En el Oeste, para el cual los objetivos y medios marxistas se elaboraron primero y principalmente, el método del materialismo histórico no ha podido conducir la lucha de clases a un final victorioso, o a obtener algunos avances en ciertas partes.

El primer desengaño fue la Primera Guerra Mundial y el fracaso de la revolución en Alemania y en cualquier otra parte fuera de Rusia, posteriormente. Después de ello vinieron el nazismo, que había sido erróneamente diagnosticado por el comunismo internacional, la Segunda Guerra Mundial y el fracaso, desde entonces, de los partidos marxistas.

Con el progreso del Estado de Bienestar y de la democracia burguesa, si bien ambos están ahora de nuevo bajo la amenaza de la crisis económica, el sueño marxista para el Oeste capitalista ha retrocedido más y más, y los partidos marxistas, desde los socialdemócratas hasta los comunistas y otros, se han integrado en el sistema capitalista y ayudan a mantenerlo. Curiosamente, el análisis materialista histórico puede revelar la causa de ello: sencillamente el proletariado tiene escasa motivación para jugar el papel que originariamente le fue adscrito por Marx.

B. Contradicciones en el Este

En el llamado socialismo del Este, especialmente de Europa, para el cual Marx y los marxistas posteriores habían elaborado deficientemente el método de análisis materialista histórico, el marxismo se ha convertido en la religión oficial, que temporalmente reemplaza al cristianismo y a menudo a la ciencia. El análisis materialista histórico, en especial del socialismo, ha brillado allí por su ausencia.

Podría ocurrir que el método marxista revelase la causa por la cual ciertos principios y lemas leninistas, tales como «socialismo = poder soviético más electrificación» y cierto acento en el taylorismo y el fordismo que conllevan inevitablemente a una alienación del trabajo, la integración del mercado capitalista mundial y el principio del centralismo democrático (más centralismo que democracia), han impedido en la práctica a las sociedades socialistas su transición al comunismo y a lo mejor las han guiado en conjunto a una nueva sociedad no socialista o posiblemente de vuelta al capitalismo. Ello a pesar de su evidente progreso e intensivo crecimiento tecnológico.

El «realismo socialista» ha dado lugar al «socialismo real» o realmente existente. Significativamente, los marxistas del mundo socialista no ven más ya la actual crisis del capitalismo como el vehículo a través del cual el motor de la lucha de clases puede conducir al mundo por la vía del capitalismo al socialismo. En primer lugar, como observamos antes, ellos no ven la crisis como un proceso absoluto y, por lo tanto, han expresado su sincera esperanza de que tal crisis que perjudica sus intereses reales se aleje lo más pronto posible, de tal manera que puedan volver a sus negocios como siempre.

Solamente para el Tercer Mundo las tesis oficiales de los marxistas soviéticos expresan una mayor esperanza en el socialismo, pero su supuesto análisis materialista histórico y su dirección política se han demostrado generalmente equivocados, desde China y Vietnam a Cuba y Chile, de la India y Egipto a Etiopía y Somalía, Angola y Mozambique y otros muchos países del Tercer Mundo que por ahora pueden permanecer ignorados, en tanto que para ellos los propósitos del socialismo marxista permanecen muy distantes.

C. Contradicciones en el Sudeste

Estos países del Tercer Mundo, incluyendo a China que gusta aparecer en el primer lugar, revelan la contradicción entre el método marxista y los objetivos de una manera más evidente. Primero que todo, como ya se observó antes, de acuerdo al análisis marxista de los países del Oeste, la transición al socialismo no fue nunca considerada para empezar en ninguna forma fuera de esta órbita. Pero ello ocurrió. Quizás esta sorpresa pudo haber sido obviada por el análisis materialista histórico del proceso de desarrollo capitalista en una escala mundial como un todo, lo que habría revelado dónde y cuándo estaban los eslabones realmente débiles del capitalismo. No obstante, si Mao Zedong procedió revolucionariamente en China, Ho Chi Minh y Giap en Vietnam y Fidel Castro en Cuba, ellos lo hicieron así precisamente, contra el análisis ortodoxo y la presión institucional de Moscú.

Sus revoluciones no deberían haber sucedido de ninguna manera, pues de acuerdo con la ortodoxia marxista el desarrollo de las fuerzas productivas y su contradicción con las relaciones de producción vigentes no estaban maduras para la revolución en estos países.

Pero estos líderes revolucionarios, y de una manera especial Mao y su política de dirección, arguyeron y persuadieron a muchos de que el desarrollo de la conciencia misma podría ayudar a cambiar los determinantes materiales de la existencia social. Con un proletariado escaso, en la larga marcha hacia el Yenán, Mao trabajó para la revolución socialista proletaria en una sociedad campesina. Cuando posteriormente estos progresos vacilaron y fueron amenazados por la reacción al promediar la década del 60, Mao lanzó la «revolución cultural» en un último y vano esfuerzo por desarrollar las fuerzas productivas, cambiando las relaciones de producción a través de una mayor conciencia social y política. Pero la revolución cultural fracasó y la muerte de Mao abrió el camino para un «gran salto hacia atrás» (Bettelheim) hacia 1957 y antes aún, para proseguir con las «cuatro modernizaciones» de Chou Enlai, bajo la supervisión de Deng Xiaoping. La política de Mao ha sido desplazada de la dirección y el materialismo retrocede, y no solamente en China.

En Vietnam y en Cuba, al igual que en China después de sus heroicos triunfos entre la oposición militar, política, ideológica y económica del imperialismo, el «socialismo real» ha reemplazado de nuevo al «realismo socialista» frente a su incapacidad para producir modificaciones suficientemente rápidas y profundas en las relaciones de producción e intercambio, incluyendo aquellas con el mundo capitalista y el consiguiente desarrollo de las fuerzas de producción, en especial a través de los cambios tecnológicos y la reestructuración económica.

Ahora se busca la privatización de la dirección de la tierra y mayor comercialización de la producción y la industria; inversión extranjera y promoción de las exportaciones, educación selectiva y otras concesiones a la realidad histórica y material. Son medidas que están todas a la orden del día en estos países socialistas del Tercer Mundo, como lo están también en aquellos de la Europa del Este. El materialismo histórico realista parece en estos haber abandonado, con el paso de los años, un avance hacia adelante para buscar la forma de consolidar el proceso. Así es como este marxismo se ha convertido más bien en conservador que revolucionario.

D. Contradicciones en el Sur

Por otra parte, en el Tercer Mundo la contradicción marxista entre objetivos y medios es esencialmente similar. La aparición de diversos procesos revolucionarios desde la década del 60, la llamada «vía no capitalista» al socialismo, en Indonesia, India, Egipto, Ghana, Guinea, Argelia, Iraq y en cualquier otro lugar, trajo más bien un directo regreso al capitalismo como, honestamente, cualquier análisis realista materialista puede demostrarlo.

Desde mediados de los 60, los desarrollos de Angola, Mozambique, Guinea, Cabo Verde, Zimbabue, Somalia (temporalmente y luego reemplazada por Etiopía, a pesar de la opresión de Eritrea), Yemen del Sur, Siria, Afganistán, Granada, Nicaragua y probablemente El Salvador y Guatemala han suscitado los temores de Washington y sus amigos y las esperanzas de Moscú y sus aliados, pero a decir verdad, sin ningún fundamento, si acaso la experiencia pasada y el análisis marxista constituyen verdaderamente una guía adecuada.

Hasta el momento, hay pocas razones fundadas en el materialismo histórico, para sostener ya sea temores o esperanzas de que estos procesos contemporáneos puedan ir más lejos que aquellos «no capitalistas» de la década del 60. En verdad, los intentos por zafarse del mundo capitalista y modificar las relaciones domésticas de producción no han ido más allá de lo que aquellos hicieron entonces y/o están dando pasos en sentido contrario. Por ejemplo, Angola nunca se separó, Zimbabue ni siquiera se propuso hacerlo y Mozambique está reprivatizando su economía.

Los sandinistas en Nicaragua están sufriendo severas limitaciones económicas y obstáculos políticos derivados del legado de su deuda externa, dependencia de exportaciones y estructura productiva heredada de la administración de Somoza y utilizada por la administración Reagan como parte de su programa económico, político y militar para desestabilizar al gobierno sandinista. Por cierto, un Reagan esperanzado se equivoca al proceder de este modo y cualquier análisis marxista señala que tales planes no tienen un futuro.

Mucho del crédito que el marxismo ha alcanzado en Latinoamérica debe darse a dos aliados que él no esperaba ni tampoco quería: el nacionalismo y la religión.

Contradicciones entre materialismo, nacionalismo y religión

Una mayor y reciente contradicción se plantea entre fines y medios del marxismo, referida ahora al significativo rol del nacionalismo y la religión. De acuerdo con el materialismo histórico clásico, estas formas de la conciencia social pronto desaparecerían, especialmente como fuerzas capaces de movilizar a las masas, como el desarrollo del capitalismo lo había hecho y como también sucedió con el socialismo. Pero ha sucedido algo contradictorio, el nacionalismo y la religión no solo han subsistido y otra vez están creciendo en fuerza aun dentro de los países socialistas, sino que como conciencia y fuerza movilizadora de las masas se han convertido en aliados necesarios y tal vez los instrumentos más importantes de aquellos que hablan en nombre de Marx y buscan complementar su método materialista para conseguir su objetivo 100 años después de su muerte. Es una irónica contradicción. Ningún partido socialista o movimiento llegó nunca al poder sino confiando en la fuerza del nacionalismo, quizás en mayor medida que el mismo marxismo.

Luego, el materialismo histórico fue transformado y convertido en una religión oficial de Estado, completado con escrituras sagradas, doctrina, dogma, inquisición, catecismo y obediencia ritual al método marxista que ellos niegan en la práctica. Clases, nacionalismo, chovinismo y aun racismo se han invocado para dar una absolución supuestamente marxista a las pecaminosas violaciones de cada uno de los evangelios y para negar la verdadera legitimidad de la fe marxista de otros que deben ser combatidos a sangre y fuego, no excluyéndose las cruzadas sagradas y las guerras santas contra ellos si fuese necesario.

Por otro lado, allí donde el poder del Estado no se ha logrado o consolidado convenientemente en nombre de Marx, el método de conducción del materialismo histórico debe unirse de una manera creciente a la demencia antimetodológica de lo religioso. Tal como lo ha explicado un partidario cristiano marxista de la teología de la liberación, sin la conducción del materialismo histórico el cuerpo religioso es ciego, pero sin el alma religiosa un dirigente no tiene medios para conducir el cuerpo.

En Latinoamérica, donde muchos celebrarían el centenario de la muerte de Marx con una década de revoluciones en su nombre, lo cual fue considerado alguna vez como el Anticristo por ellos, ahora se ve que los soldados de Cristo están a la vanguardia de la lucha revolucionaria y los defensores del análisis marxista deben seguirlos, porque ellos son sus líderes. Convenientemente armados, ellos están golpeando a las puertas del paraíso; pero no el paraíso secular predicho por Marx.

No obstante, mientras los cristianos pueden invocar la ira de Dios y el amor de su hijo Jesucristo, o al Espíritu Santo para justificar su matrimonio con los marxistas, estos últimos deben aún aprovecharse del método del materialismo histórico para explicar el renovado vigor de la religión y su matrimonio de conveniencia con ella.

Ciertamente, el resurgimiento religioso a menudo fundido con el nacionalismo y aun con el racismo, como sucede entre los iraníes y los musulmanes árabes, está sacudiendo al mundo de nuevo, mucho tiempo después que un equivocado materialismo histórico había pronosticado su muerte y entierro. Sin embargo, en la amplia media luna que va desde el Norte y Oeste de África, atravesando el Oriente Medio, sur de Asia y Sudeste asiático, esta movilización y resurgimiento religioso, no solo del islam sino también de otras creencias, está amenazando con crucificar al materialismo histórico y con enterrar cualquier proyecto socialista predecible construido en su nombre.

Aun así, el materialismo histórico puede ser de utilidad para aquellos que honestamente ahora se preguntan cómo y por qué el análisis marxista en su primera etapa condujo demasiado lejos a la real determinación material de la conciencia. Sin embargo, ahora el materialismo histórico debe ser utilizado, no tanto para negar la persistencia de esta conciencia, o para buscar su transformación y perseguir los objetivos de Marx, sino más bien para facilitar la mejor acomodación a esta realidad y ayudar a la conducción del hombre para que haga su propia historia, dentro de las limitaciones de una conciencia histórico-material y una cambiante realidad.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 66, Mayo - Junio 1983, ISSN: 0251-3552


Newsletter

Suscribase al newsletter