Opinión
marzo 2021

¿Por qué se rebelan en Senegal?

Una ola de protestas ha sacudido a Senegal. En el país africano crece un discurso anticolonial y antiestablishment, pero se combina con líderes acusados de graves delitos.

<p>¿Por qué se rebelan en Senegal?</p>

Desde que consiguió su independencia en 1960, Senegal posee una tradición democrática ininterrumpida: 14 elecciones entre presidenciales y parlamentarias, cuatro presidentes, dos primeras ministras, ningún golpe de estado y casi todos los instrumentos internacionales de derechos humanos firmados y ratificados. Es la primera vez que un discurso anti Françafrique —la continuación de los vínculos diplomáticos, comerciales, culturales e idiomáticos con Francia— y anticolonialista cala tan hondo en la población. La detención de Ousmane Sonko, el líder del partido opositor Patriotas de Senegal por el Trabajo, la Ética y la Fraternidad (PASTEF, por sus siglas en francés) generó una masiva ola de protestas durante una semana y dejó en evidencia la fragilidad del gobierno y la pérdida de popularidad del presidente Macky Sall. El saldo de las protestas ha sido de 7 muertos y 240 heridos. Luego de ser liberado «bajo control judicial» por la acusación de violar a una masajista, el diputado de 46 años y único opositor con caudal de votos convocó a mantener las movilizaciones «de manera pacífica».

Los vestigios de la herencia colonial en Senegal son claros y se mantienen hasta hoy: el idioma oficial es el francés, la educación se imparte en francés, la prensa está escrita y en su mayoría hablada en francés y la moneda nacional es el Franco de África Occidental (CFA). Si bien la lengua nacional es el wolof, la Constitución explicita que, para acceder a la presidencia, uno de los requisitos es poder hablar francés de forma fluida. Teniendo en cuenta que en el nivel secundario la tasa de escolarización no supera el 28%, la imposición del francés como una condición para acceder a cargos públicos implica que una gran parte de la población —aquella que pertenece a las clases populares— carece de una representatividad equitativa.

La historia de Senegal rompe con los paradigmas y estereotipos propios de las ex colonias francesas. En 1960 declaró su independencia con la figura del poeta y político Léopold Sédar Senghor como líder y principal dirigente del país por más de veinte años. Se trató de uno de los pocos procesos independentistas en los que no hubo derramamientos de sangre ni enfrentamientos. Vale recordar que ese mismo año en Argelia, Frantz Fanon publicaba Los condenados de la tierra, cuyo primer capítulo acentúa la necesidad de responder con violencia a la ocupación de Francia. Por otro lado, no hubo un solo golpe de estado, a excepción de un intento fallido en los inicios de la primera presidencia de Senghor. Y, a pesar de que el 90% de la población practica el islam sunnita, la Constitución explicita que se trata de un país laico. 

El Partido Socialista Senegalés dominó la escena política del país durante cuarenta años. En 2000 se produjo un cambio en la hegemonía con la llegada al poder del hasta ese entonces opositor Abdoulaye Wade, perteneciente al Partido Democrático Senegalés. Desde principios del siglo XXI, el país africano ha dado un giro progresivo hacia el liberalismo económico, propio de dos gobiernos de Wade y dos de Macky Sall, el actual presidente, que llegó al poder bajo el ala de Wade como primer ministro entre 2004 y 2007 y luego formó la Alianza por la República, con la que obtuvo la presidencia. En ese sentido, la figura de Ousmane Sonko es un catalizador de toda una serie de problemáticas que aquejan a la población senegalesa desde hace veinte años. A la ya mencionada falta de escolarización en la educación secundaria y universitaria, se le suman tasas de desempleo que rondan el 7% y tiene a más de 50% de su población viviendo bajo el umbral de pobreza. Senegal ha descubierto yacimientos de petróleo y gas en los últimos años, posee una inflación muy baja y se espera que sus índices económicos crezcan debido a la multiplicidad de recursos que posee el país. Sin embargo, muchos senegaleses —varones en su mayoría— deciden migrar hacia Europa o América Latina, como consecuencia de la falta de oportunidades laborales. Según los datos de Naciones Unidas, Senegal tiene 693.000 emigrantes

A diferencia de Sall, el recorrido político de Sonko no se ubica en los cánones de la política senegalesa tradicional —militar en un partido e ir escalando posiciones hasta, por ejemplo, ser primer ministro y luego presidente—, sino que su figura conjuga el origen humilde, laborioso y de self-made man que cautiva a sus seguidores, en gran parte conformado por jóvenes, aunque también hay adultos desencantados con la casta política a la que tildan de mafiosa. Estudió derecho, fue inspector fiscal, fundó el PASTEF en 2014 y, a mediados de 2016, comenzó su carrera política. Obtuvo un escaño en la Asamblea Nacional (Senegal posee un sistema parlamentario unicameral desde 2012) a comienzos de 2017 y desde allí comenzó a acusar las maniobras de corrupción del presidente y su hermano Aliou por beneficiar a Petro Tim, la empresa de explotación de hidrocarburos que maneja el magnate rumano Frank Timiș, y por favorecer a varios funcionarios del Estado con estos contratos. De hecho, en 2017, y antes de ganar su banca en la Asamblea, Sonko publicó su libro Petróleo y gas en Senegal en el que denuncia todas esas maniobras.

En las elecciones de 2019 —con el mayor porcentaje de votantes en la historia del país, 66%— Sall renovó para un segundo mandato y ganó con 58% de los votos. En segundo lugar, el ex-primer ministro Idrissa Seck (del Partido Democrático) obtuvo 20% de los votos y, a los pocos meses, Seck se unió a la coalición de Sall. En tercer lugar, con casi 16% de los votos, quedó Sonko. Cabe destacar que, a diferencia de las elecciones de 2012, con un saliente Wade afrontando una crisis institucional por sus intenciones de renovar un tercer mandato y con unas protestas que dejaron varios heridos y muertos, la única controversia de los comicios de hace dos años fue que dos de los siete candidatos fueron descartados por las autoridades electorales al poseer causas por malversación de fondos. Hace once años, Sall logró algo que parecía imposible: pasó de sacar 26% en la primera vuelta a superar el 65% de los votos en el balotaje. Hoy, a 2 años de revalidar su mandato con un porcentaje abrumador, se enfrenta a una crisis institucional generada por un outsider de la clase política senegalesa.

Durante la campaña electoral de 2019, los mítines de Sonko eran de los más numerosos y con mayor presencia de jóvenes. Eliminar el CFA, moneda que Senegal comparte con otros siete países ex-colonias de Francia; renegociar contratos con empresas extranjeras; descentralizar el país; generar contratos y favorecer a empresas nacionales; y, sobre todo, crear empleo (en 2019, 40% de la población activa estaba desempleada), fueron algunas de las promesas durante su recorrida electoral. Es importante remarcar que la moneda senegalesa mantiene en su nombre «África Occidental», término que se utilizaba para referirse a las colonias africanas de Francia durante la primera mitad del siglo XX. A pesar de sus diferencias, se puede trazar un paralelismo entre Sonko y Sall: ambos representaban la ruptura con la política tradicional y la forma de hacer política en su primera postulación como presidentes, ya que Sall, distanciado del Partido Democrático de Wade para los comicios de 2012, comenzó a denunciar maniobras fraudulentas de su mentor, se separa de su antiguo partido y forma su propia Alianza por la República. Y a pesar de poseer un marcado discurso anticolonial, antiestablishment, nacionalizador de la producción y de creación de empleo –que muchos podrían catalogar como populista– Sonko intentó realizar un acuerdo electoral con el anciano ex presidente Wade. Sin embargo, fue este último quien se encargó de tirarlo por la borda.

En el proceso electoral de hace dos años, el líder de PASTEF se vio involucrado en lo que él y sus partidarios denunciaron como operaciones de fake news. Primero, intentaron demostrar que el financiamiento para la campaña de Sonko provenía de «lugares indecentes y extraños», sin dar ninguna especificación. Luego, que el ex-inspector fiscal quería instalar una teocracia islámica y que era un islamista radical vinculado a Estados Islámico. Malick Ndiaye, jefe de comunicación del PASTEF, era el encargado de desmentir todas las acusaciones, lo que dejaba en evidencia la incomodidad que en ese entonces le generaban al poder Sonko, sus seguidores y el nuevo partido.

Según sus partidarios, sus hombres de confianza y, claro, él mismo, la acusación de haber violado a una masajista en el local de masajes al que asistía regularmente a causa de «problemas de salud» parece ir por el mismo camino que las fake news mencionadas antes. Sonko acusa al gobierno actual de «fomentar un complot» que lo deje sin chances de postularse en las elecciones de 2024 en las que, si se cumple lo establecido por la política senegalesa —crecimiento del porcentaje de votos, posibilidad de forzar una segunda vuelta habiendo salido segundo y ganarla— podría llegar a obtener la presidencia. Incluso, en caso de que las conjeturas de que Sall quiera renovar la Constitución para ir por un tercer mandato sean ciertas, podría darse una situación similar a la de 2012.

La acusación es, sin embargo, lo suficientemente grave como para descartarla a la ligera. No solo hubo una manifestación en favor de la libertad de Sonko —hecho que finalmente consiguió—, sino una buena cantidad de mujeres que alzaron su voz contra el silenciamiento y las acusaciones de falsedad de la denuncia. Algunas de ellas aseguraron que ahora será más difícil denunciar, dado que en un caso como en el de un político, sus militantes y seguidores negarán las acusaciones y politizarán el asunto. La militante feminista Aissatou Baldé aseguró que la mujer que denunció «fue linchada por la sociedad», en referencia clara a los manifestantes que solo vieron en la detención de Sonko una jugada política para sacarlo de la carrera electoral.

La detención de Sonko ocurrió el miércoles 3 de marzo, cuando el Poder Judicial le ordenó presentarse a declarar. Días antes, el líder del PASTEF había dicho que no lo haría porque no confiaba en «la mafia judicial» de Senegal. A pesar de eso, y aconsejado en gran medida por su líder espiritual, decidió ir, pero lo hizo acompañado por sus seguidores en una multitudinaria caravana. Para el gobierno y las autoridades del ejecutivo, esto fue tomado como una provocación, una potencial alteración del orden público y la convocatoria a la desobediencia civil. Es por este motivo —y no por la causa en la que debía declarar en primera instancia– que fue detenido.

Desde que Sonko fue encarcelado, hasta el 9 de marzo cuando lo liberaron «bajo control judicial» (lo que implica que no debe hablar con la prensa acerca de la causa judicial y tiene que constatar una vez por mes que sigue viviendo en el país), los manifestantes tomaron las calles de Dakar, saquearon supermercados franceses, atacaron canales de televisión franceses y se enfrentaron con la policía para pedir por la libertad de su líder. La campaña en redes sociales y en los dos medios en los cuales el idioma escrito y hablado es el wolof (Walf TV y Sen TV) podían observarse lemas como #FreeSenegal o pancartas convocando a la desobediencia civil. Lo que el gobierno temía e intentó evitar, se convirtió en realidad. Durante la semana de protestas, murieron siete personas -aunque diversas organizaciones sociales y el propio PASTEF denuncian que ese número es más cercano a 15- y hubo más de 240 heridos.

En el libro Dramas sociales y metáforas rituales, Victor Turner desarrolló el concepto de «drama social». El término se apoya, al menos en parte, en sus observaciones hechas en su trabajo de campo realizado en África durante el proceso de descolonización. En el texto, el antropólogo escocés afirma que los «dramas sociales» son unidades de procesos inarmónicos o armónicos que surgen en situaciones de conflicto y se dividen en cuatro etapas. En primer lugar, ocurre una quiebra en las relaciones sociales regulares y gobernadas por normas entre personas o grupos en el interior de un mismo sistema de relaciones sociales. Luego, sobreviene una fase de crisis creciente en la cual —a menos que la quiebra pueda ser aislada a una zona determinada— los cuestionamientos tienden a expandirse hasta ser coextensiva con alguna institución dominante. En tercer lugar, ocurre una acción de desagravio en la que —para limitar la extensión de la crisis— los miembros conductores ponen en operación determinados mecanismos de ajuste y reparación. Por último, se produce una reintegración del grupo social perturbado o el reconocimiento social y la legitimación de una grieta irreparable entre las partes en disputa.

Teniendo en cuenta la tipificación elaborada por Turner, es posible afirmar que el gobierno presidido por Macky Sall se encuentra en la tercera fase descrita en el párrafo anterior. A la vez, Ousmane Sonko es la figura que condensa una serie de dramas sociales. Algunos, como el desempleo y el destino de la producción de hidrocarburos, aquejan solo a Senegal, mientras que otros, en particular la continuidad de la Françafrique, son compartidos con el resto del continente. Siguiendo este razonamiento, si el esquema planteado por Turner se cumple, en el futuro cercano, el Poder Ejecutivo de Senegal se verá ante una encrucijada: reprimir y censurar a Sonko, el PASTEF y sus seguidores, o reconocerlos como sujetos políticos y enfrentarse a la brecha irreconciliable en las elecciones de 2024, abogando por la transparencia del proceso electoral. Por ahora, el gobierno parece haberse decantado por la segunda opción. 

 



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