Opinión
julio 2020

¿Por qué Paraguay tuvo éxito (hasta ahora) frente a la pandemia de covid-19?

El país sudamericano fue uno de los primeros en declarar la cuarentena. Pese a la precariedad de su sistema de salud, la estrategia frente a la pandemia de covid-19 permitió contener la expansión de los casos. A una población poco numerosa y un relativo aislamiento se sumaron una buena estrategia de comunicación y un consenso extendido sobre las medidas aplicadas, aunque ciertos discursos policiales recordaron épocas pasadas.

<p>¿Por qué Paraguay tuvo éxito (hasta ahora) frente a la pandemia de covid-19?</p>

Solo 20 muertes al 8 de julio de 2020. Casi 78.000 pruebas realizadas y 2.421 casos confirmados de covid-19. En Paraguay, el sistema público de salud tiene solo 304 camas de terapia intensiva, incluyendo las pediátricas. En los hospitales privados, hay otras 202 camas de terapia intensiva, pero cuestan 5.000 dólares por día si los pacientes no tienen seguro médico. El Instituto de Previsión Social (IPS), que articula el sistema de seguridad social en el país, está colapsado desde mucho antes de la pandemia. De hecho, Paraguay es uno de los países con menor gasto social en la región, después de Guatemala y República Dominicana ¿Qué hace entonces que Paraguay tenga tan pocas muertes por covid-19? Esta pregunta tiene una respuesta compleja e implica una conjugación de varios factores; en este artículo desgranaremos algunos.

Paraguay es uno de los países con mayor porcentaje de población joven en la región. Según datos de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos de 2018, 27,8% de su población tiene entre 15 y 29 años. «Esto es importante porque el virus no muestra su peor cara en la población joven; en Paraguay tenemos casos de muerte joven pero con comorbilidades o enfermedades previas», señaló Guillermo Sequera, director de Vigilancia Sanitaria del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPBS) de Paraguay.

A esto se suma que el país tiene una población de poco más de siete millones de habitantes y es uno de los Estados con mayor porcentaje de población rural en América del Sur: en 2019, ascendía a 38% del total. Los países que limitan con Paraguay tienen menores porcentajes de población rural sobre el total de población: Bolivia es el que está más cerca con alrededor de 30%, en Argentina es 8%, en Brasil, 13%. Ecuador, con 36% de población rural, tiene no obstante un alto número de muertes por covid-19, 1.569 al 5 de julio, pero la mayoría de los decesos se dieron en las ciudades. Este es un factor fundamental, dado que la diseminación del virus se produce por contacto y las aglomeraciones en las ciudades son más factibles que en las áreas rurales.

Otro elemento clave es la presencia de Guillermo Sequera. Director general de Vigilancia de la Salud, Sequera forma parte de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (Alames) y tiene una amplia formación en epidemiología. Más allá de su extenso currículum, su rol fue fundamental para convencer a las autoridades de aplicar el aislamiento incluso antes de que el covid-19 fuera declarado «pandemia» por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es joven, habla con datos y estadísticas, caracteriza los casos y explica pedagógicamente lo que se va sabiendo sobre las características del virus. Paraguay fue el primer país de la región en declarar la cuarentena el 10 de marzo de 2020.

«Si me preguntás a mí, diría que las estrategias nos funcionaron porque fueron rápidas, intensas y porque había confianza en el gobierno», dice Sequera. La confianza de la que habla se refiere al MSPBS que, de ser un ministerio insípido, logró de manera inédita quedar por encima de las disputas políticas, que fueron muchas desde la llegada a la Presidencia de Mario Abdo, del Partido Colorado. Abdo tuvo desde denuncias de fraude electoral hasta escándalos por negociaciones secretas con Jair Bolsonaro para la distribución de energía de la central hidroeléctrica Itaipú, entre otros conflictos.

Con las medidas tomadas ante la pandemia, era la primera vez que alguien del gabinete nacional lograba la atención completa de la población sin ruidos y sin intermediarios. A Julio Mazzoleni, ministro de Salud, los periodistas lo llamaban «capitán», y hasta hubo quien se tatuó el rostro del ministro. El funcionario actuó siempre sobre la base de datos, números, casos, sin dejar de expresar sus dudas incluso en programas de televisión en vivo. No obstante, hay quienes lo critican. Seguidores del ex-presidente, también colorado, Horacio Cartes, dejaron rápidamente de lado la tregua política, no le perdonaron a Sequera una entrevista en el periódico digital del Partido Comunista Paraguayo y desataron una campaña de desprestigio. El dictador Alfredo Stroessner señaló en varias oportunidades a Paraguay como uno de los países más anticomunistas del mundo, y este anticomunismo de la Guerra Fría es cotidiano en este país. No es casual que exista un gran monumento al líder anticomunista chino y fundador de Taiwán Chiang Kai-shek en plena Asunción. También hay una avenida y un colegio secundario con su nombre. Sin embargo, la campaña contra el secretario de Salud no logró esta vez su cometido: la destitución del funcionario.

Al mismo tiempo, en las primeras semanas de cuarentena, hubo varias denuncias por abusos policiales. En Paraguay, la Policía Nacional tiene un grupo de patrulla callejera con el nombre de Grupo Lince. Usan armas largas, pasamontañas, cascos y se movilizan en motocicleta. Su intervención en celebraciones de bodas y aniversarios de 15 años, la persecución a un niño durante varias cuadras, el robo de dinero a personas que realizan entregas a domicilio en bicicleta e incluso el abuso sexual a una joven de 17 años por parte de un comisario fueron solo algunos de los sucesos denunciados y adjudicados a la Policía Nacional en las primeras semanas.

Es posible que estas denuncias colaboraran en la estrategia de comunicación que apeló al miedo, indicando que la casa es el único lugar seguro (siempre y cuando no fuera para organizar un festejo). Hubo un caso en el que los policías retiraron los equipos de música de una casa bajo la acusación de que sus ocupantes estaban buscando reunirse. La reacción en las redes fue muy crítica de estas metodologías, a punto tal que a finales de marzo se relajaron los controles y en la localidad de Villarrica las fuerzas policiales realizaron un acto en la calle y cantaron la canción «Color esperanza», en homenaje a los ciudadanos que cumplieron «a cabalidad» la cuarentena.

A esto debe agregarse que, en los primeros días, si bien no se tenía demasiada información respecto de la enfermedad, el Estado paraguayo utilizó, además de la fuerza policial, la estrategia de judicialización. La Fiscalía realizó numerosas imputaciones por aglomeración, principalmente en los barrios populares donde se acostumbra a jugar piki voley, un deporte muy practicado en Paraguay y en Brasil que consiste en una combinación de futbol y vóleibol. Además, salir de casa podía implicar un encuentro con el Grupo Lince. El ministro del Interior ofrecía conferencias de prensa y amenazaba en guaraní con llevar «huguape» (al fondo) a quienes no respetaran la cuarentena. Todas estas situaciones fueron denunciadas por las organizaciones sociales y algunas personas vincularon estas acciones y amenazas con la memoria de los estados de sitio de la época de la dictadura de Stroessner (1954-1989).

Pero, al mismo tiempo, hubo una comunicación eficaz. El ministro Mazzoleni cumpliría, el 10 de julio, cuatro meses de informes diarios de la situación de casos de covid-19 mediante las redes sociales. En las tres primeras semanas hizo conferencias de prensa diarias para explicar los síntomas, cómo se estaba llevando a cabo en otros países el abordaje del aislamiento y cuáles eran las ventajas y desventajas de las medidas que se tomaban. Esta comunicación incluía, además, datos, números y una admisión: «No tenemos los equipos para los médicos, nuestro sistema de salud no está preparado».

El mayor desafío de esta comunicación fue lograr que se modificara una costumbre en muchísimos hogares: compartir el tereré (mate frío que se toma con bombilla). Además, la comunicación fue clara sobre tres cuestiones: uso de tapabocas, distancia física y lavado de manos constante. En este sentido, se aplicaron medidas obligatorias para la tercera fase: los pequeños comercios reabrieron con un estricto control de protocolo, que incluía toma de temperatura y provisión de jabón y agua en la entrada, además de tapetes con lavandina para limpiarse el calzado.

Los comercios están obligados a registrar los datos de las personas a las que reciben, para que en caso de que se detecte un caso se pueda rastrear de manera rápida a quienes puedan haberse contagiado. Actualmente, Paraguay está en proceso de reapertura de comercios y deportes; desde el 15 de junio se pasó a la tercera fase, pero ya se descartó el regreso a clase de estudiantes durante este año. Por otro lado, las autoridades religiosas y en especial las de la Iglesia católica ejercieron resistencia a la cuarentena en las primeras semanas, pero tras las críticas fueron acatando y resolviendo otras formas de celebrar sus ritos e implementaron celebraciones desde camionetas en los barrios y hasta una procesión en helicóptero. La presión de la Iglesia católica fue tanta que en la segunda fase fueron autorizadas las misas con un límite de 20 personas. Cuando el 15 de junio se pasó a la tercera etapa y se anunció la reapertura de comercios y pequeños gimnasios, la Iglesia pidió levantar el límite de 20 personas, pero recibió críticas en las redes sociales.

Si bien el mismo Sequera reconoce que una de las características que favoreció a Paraguay es el hecho de ser uno de los países peor conectados del mundo en términos de vuelos y turismo, lo cierto es que esta «isla rodeada de tierra», como la llamó Augusto Roa Bastos, uno de sus más grandes novelistas, tiene un dinámico corredor migratorio, principalmente con Argentina y Brasil. Gran parte de los paraguayos viven en el exterior y Argentina es el país de destino de la migración histórica más antigua. Sin embargo, hay otras migraciones quizá poco estudiadas, como la de población paraguaya a Brasil y a Chile, con características bien diferentes de otras olas migratorias, como la dirigida a España desde fines de la primera década del siglo XXI, que se caracterizaba por ser fuertemente feminizada.

A Brasil suelen ir los hijos varones de los campesinos expulsados de los territorios de Alto Paraná, Caaguazú, Canindeyú y algunas zonas de Itapúa y Caazapá, hasta donde se expandieron las fronteras de los cultivos del agronegocio de las empresas brasileñas. Esto quizá explica que 73% de los casos confirmados correspondan a hombres y solo 27% a mujeres, ya que la mayoría de estos casos provienen de Brasil. En las primeras semanas, las personas que regresaban de Brasil pasaban días enteros en el Puente de la Amistad que une Foz de Iguazú y Ciudad del Este: Paraguay no permitía entrar a sus propios ciudadanos, y este hecho era bien visto en redes sociales como Twitter. También, hasta hoy, numerosos migrantes paraguayos solicitan ser repatriados desde diferentes países.

El cierre de fronteras y la implementación de la cuarentena obligatoria para quienes regresaban al país en destacamentos militares y conventos fueron cruciales para la contención de la enfermedad en los primeros momentos. A partir de las últimas semanas, para quienes tienen recursos o toman vuelos especiales de repatriación, se exigen reservas en «hoteles salud» por 14 días. No faltaron las denuncias por malos tratos. Hubo hasta un caso de un joven de 22 años que escapó de un albergue y fue recapturado por la policía nacional. «No sé hasta cuándo va a ser útil esta estrategia, porque ahora sí estamos teniendo circulación comunitaria», advierte Sequera.

En lo que va de 2020, Paraguay acumuló 73 muertes por dengue y 20 por covid-19. La mayoría de las muertes por dengue ocurrieron en febrero y esa fue una de las razones por las que, desde el gobierno, se optó por una decisión drástica y rápida respecto a la pandemia de coronavirus. «Cuando Brasil estornuda, Paraguay tiene neumonía», suelen decir los funcionarios del Ministerio de Salud de Paraguay.

En el caso del coronavirus, «las primeras personas venían de España y de Italia. Después, uno de cada cuatro o uno de cada cinco que venía de Estados Unidos daba positivo al test. Después entramos en la fase del ingreso de la migración paraguaya proveniente de Brasil, una migración muy joven, 80% masculina, y prácticamente gran parte de ella viene de San Pablo, donde trabajan en fábricas textiles, ahí sí la tasa de personas infectadas que teníamos al ingreso era altísima. Principalmente los que venían de San Pablo: de cada 100, 30 venían con el virus. Entre quienes venían de otros estados como Río Grande do Sul, de 100 que venían cinco eran positivos», cuenta. Estos migrantes pasan muchas veces la frontera sin registrarse en Migraciones ni del lado paraguayo ni del brasileño y en Brasil realizan trabajos no registrados.

El Ministerio de Salud habilitó hospitales específicos para tratar los casos de covid-19 y puso a disposición una línea gratuita para reportar signos y solicitar testeo. No se realizan test sin reportes al 154. Como ayuda económica, se implementó desde la Secretaría de Emergencia Nacional el plan Ñangarekó (Cuidar), que consiste en una entrega, por única vez, de 548.000 guaraníes (unos 90 dólares) a 330.000 personas en kits de alimentos y transferencias monetarias. El otro paquete de ayuda es el denominado Pytyvö (Ayudar), que consiste en una transferencia de 548.000 guaraníes mensuales durante cuatro meses. Este programa beneficia a aproximadamente 700.000 personas y se realiza mediante transferencia a una billetera electrónica, que solo puede ser utilizada en comercios adheridos y para compra de alimentos. Las medidas de transferencias monetarias tardaron casi un mes en concretarse, pero las ollas populares organizadas por mujeres salvaron el hambre con organización y solidaridad.

Varios factores contribuyeron a que, pese a toda la precariedad del sistema de salud y el sistema de seguridad social, Paraguay solo tenga 20 fallecidos por la pandemia. Pero para la epidemiología es clave la comunicación, y un riesgo es el cansancio de la población; es lo que en este momento se está dando en Paraguay y lo que en las próximas semanas podría borrar los buenos resultados de lo que se hizo durante estos cinco meses. Por eso es una victoria en constante peligro.

Además de las teorías conspirativas que se promueven con los discursos de Donald Trump y Jair Bolsonaro, que también llegan a Paraguay por WhatsApp y otras plataformas, las denuncias de corrupción en las compras de insumos médicos contribuyeron a la pérdida de confianza. Para Sequera, «el fenómeno de la fatiga poblacional al discurso de la protección está dentro de la ecuación. Se aguanta tres meses, aproximadamente. Por eso, teníamos un plan a largo plazo, por fase». ¿Y el futuro? El futuro siempre será de riesgo hasta que aparezca la vacuna.


Foto: Patricia López



Newsletter

Suscribase al newsletter