Opinión
abril 2018

Los últimos días de Kuczynski

Un escándalo de corrupción llevó a la renuncia del presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski. El Lava Jato y las tensiones políticas con el fujimorismo fueron moneda corriente durante su gobierno. Tras su renuncia, fuerzas políticas minoritarias han buscado abrir un espacio para promover la estrategia del «que se vayan todos» y el reclamo de una nueva Constitución. Pero los actores políticos y sociales que respaldan el actual modelo político y económico parecen haber conjugado temporalmente dicha amenaza.

<p>Los últimos días de Kuczynski</p>

La última escena pública de Pedro Pablo Kuczynski como presidente del Perú es quizás un reflejo de lo que fue su mandato. El presidente en el patio de honor primero se despide de sus colaboradores más cercanos y luego gira en dirección hacia la Plaza de Armas para enviar sus saludos al pueblo de Lima. Sin embargo, un par de detalles grafican los rasgos que caracterizaron su breve paso por el poder. Por un lado, su último gesto presidencial, lejos de estar revestido de la gravitas que el dramático momento exigía, encontraba al presidente hablando despreocupadamente por su teléfono. Por otro, su saludo de despedida en realidad era un gesto vacío. Los transeúntes de la plaza limeña prosiguieron con su jornada lejos de la dramática crisis que sacudía al vértice del poder político peruano. Por un lado, la frivolidad y por el otro la desconexión con la realidad parecen ser la marca de su breve presidencia.

¿Cómo un presidente con la experiencia política de Kuczynski y que provenía del establishment político y económico del país terminó luego de un año y siete meses extenuando y obligado a renunciar? En un intento por responder esta inquietud, repasaré la relación de Kuzcynski con varios de los actores relevantes en el proceso político peruano durante su presidencia.

Gobernar siendo minoría.

Las condiciones de origen del gobierno de Kuczynski estuvieron marcadas por un dilema. Había logrado ganar por un escasísimo margen (alrededor de 40 mil votos en un país con poco más de 20 millones de electores) y había obtenido un pésimo resultado electoral en la elección congresal, ocupando el tercer puesto en número de bancas por detrás del fujimorismo y la izquierda.

Por un lado, su victoria de última hora había sido posible gracias a su tardía y dudosa conversión en representante electoral del antifujimorismo, una de las identidades políticas más fuertes del país. A ese giro en su campaña hay que sumarle el endose que la izquierda, en la voz de su candidata presidencial, había realizado pocos días antes de la elección.

Sin embargo, aquello que le había permitido ganar la presidencia no le permitiría gobernar. El régimen político peruano combina una serie de instituciones del presidencialismo con otras provenientes de los sistemas parlamentarios. Dicho balance de poder, en el marco de un congreso con mayoría absoluta del fujimorismo, brindó el escenario ideal para una confrontación entre el ex Presidente Kuczynski y Fuerza Popular, el partido de Keiko Fujimori. Hay que anotar que en la historia peruana, los gobiernos divididos han acabado todos ellos en golpe de Estado.

La candidata perdedora del ballotage, según diversas informaciones periodísticas que circularon desde el minuto siguiente a la victoria de PPK en el 2016, decidió una estrategia de colisión contra este. A los pocos meses de asumido el nuevo gobierno, el fujimorismo de la mano de variados grupos de interés, inició una campaña para debilitar el gabinete presidencial obteniendo sendas victorias ya sea a través de la censura o la renuncia de varios miembros del gabinete ministerial.

Si bien la aplastante mayoría absoluta del fujimorismo en el parlamento hacia imposible ensayar la construcción de coaliciones alternativas que dotaran de capacidad de gobierno a PPK, este tampoco parecía interesado en desarrollarlas. Durante buena parte de su mandato el ex Presidente cifró sus esperanzas en una aceleración del crecimiento económico que aumentaría su popularidad y reforzaría su relación con los grandes empresarios. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro se dio.

El programa económico del primer gabinete de Kuczynski puso en marcha varias de las ideas más populares del discurso económico neoliberal local: el destrabe de grandes proyectos de inversión, la simplificación de trámites, la reducción impositiva como mecanismo de formalización, etc. Además de dichas medidas, produjo un ajuste en el gasto público que logró que el PBI del 2016 creciera por debajo de lo estimado y que la meta de déficit fiscal planteada por el nuevo equipo de gobierno se sobrecumpliera. A la contracción económica autoinflingida le siguió un verano desastroso. El fenómeno climático de El Niño produjo severos daños en la costa norte del país y prolongó la caída de las principales variables macroeconómicas durante la primera mitad del año. A un escenario de crispación política producto de los constantes escarceos entre el gobierno y la principal fuerza opositora, se le sumó otro de bajo crecimiento económico.

El dilema empresarial.

Lejos había quedado aquel escenario de tranquilidad que los grandes empresarios y otros miembros del establishment otearon luego de los resultados de la primera vuelta presidencial. Las preferencias de primero orden de los empresarios se tradujeron en los resultados electorales tanto de la primera como de la segunda vuelta.

La inesperada victoria de Kuczynski y la agresividad de la oposición fujimorista planteó un dilema de difícil resolución a los integrantes de este grupo social. PPK se había convertido contra todo pronóstico en presidente y ciertamente desarrollaría un gobierno cercanos a sus expectativas, por lo tanto un decidido apoyo sería la conducta racional a seguir. Sin embargo, eran conscientes también que el fujimorismo era la alternativa de largo plazo.

El paulatino fortalecimiento de esta organización política que de manera creciente controlaba mayores cuotas de poder político y mostraba una bancada parlamentaria muy disciplinada hacían de esta la alternativa política del futuro. No solo el partido de Kuczynski mostraba una extrema debilidad presente, sino que también quedaba claro que a este no le interesaba construir una organización política que trascendiera su propio mandato y que pudiera cumplir eficazmente en el terreno electoral el papel de defensa y promoción que los empresarios creían que el fujimorismo si podría desempeñar.

La estrategia desplegada por este sector de la sociedad consistió primero en apoyar las medidas que fue implementando el gobierno de Kuczynski. Segundo, este apoyo no significó dejar de lado al fujimorismo, aunque en coyunturas puntuales algunos líderes gremiales expresaron públicamente criticas a proyectos de ley específicos de este sector. Por último, hacer constantes llamados hacia la convivencia pacífica de ambos actores políticos. Exhortaciones que tuvieron poca eficacia. Combinar el corto y el largo plazo mostró a un empresariado incomodo. La baja performance económica del gobierno y las cada vez mayores tensiones políticas no hicieron más que agudizar este problema.

Un meteorito llamado Lava Jato.

Desde el caso Lava Jato se inició los efectos políticos en el Perú han ido in crescendo. Como resultado de esta investigación hay un expresidente con prisión preventiva (Humala), un expresidente requerido por la justiciay con indicios muy sólidos de pago de coimas (Toledo) y varios otros líderes políticos bajo investigación que incluyen a Keiko Fujimori y su partido, así como al propio Kuczynski.

Las acusaciones contra el expresidente son de dos tipos. El primero referido a los fondos provenientes de Odebrecht que habría recibido para su campaña del 2011. El segundo referido a su papel como empresario y ministro. Mientras Kuczynski fue ministro de Estado, una de sus empresas realizó asesorías en proyecto con participación de Odebrecht. Si bien el expresidente afirma que no estuvo al tanto de dichos contratos, las evidencias van en sentido contrario.

Intento de vacancia: primer round.

Fueron precisamente los avances en el caso Lava Jato los que permitieron poner en marcha el primer intento de vacancia presidencial. Para salvarse, Kuczynski realizó un doble movimiento, uno abierto y el otro secreto. El primero apelar al antifujimorismo y específicamente a una de las bancadas de izquierda, enmarcando su vacancia como parte de una operación del fujimorismo para avasallar las instituciones de la República. El segundo, desarrollado en secreto, un pacto cuyo objetivo era la salida de la cárcel de Alberto Fujimori a cambio de que su hijo y parlamentario, Kenji, produjera un quiebre en la bancada de Fuerza Popular. Algunas versiones periodísticas señalan que el pedido de vacancia de Kuczynski fue consecuencia y no causa de la vacancia. En esta hipótesis Kuczynski habría estado negociando con el reo Fujimori su salida a cambio de una bancada que le permitiera gobernar, al enterarse de esto, Keiko Fujimori habría buscado bloquear la operación vacando al presidente. Sea como fuere, el objetivo de Kuczynski se cumplió y logró conservar el cargo.

A los pocos días de lograr no ser vacado, el presidente Kuczynski indultó al ex dictador. Con esta acción Kuczynski inauguró un nuevo esquema de gobernabilidad, que incluía el fin de la mayoría fujimorista en el parlamento y el surgimiento de una nueva bancada, encabezada por Kenji Fujimori, que apoyaría su gestión presidencial.

Luego de la frustrada vacancia el nuevo esquema de gobernabilidad busco afirmarse. Por un lado, se produjo un rediseño del gabinete ministerial y por el otro Kenji Fujimori continuo reclutando parlamentarios de entre las filas del partido de su hermana, gracias al decidido apoyo del Poder Ejecutivo.

Sin embargo, el fin de la primera vacancia no trajo tranquilidad a la escena política. A la animadversión fujimorista se le sumó la de una izquierda que sintió que había sido engañada y utilizada por el presidente. Por otro lado, las pruebas que Odebrecht fue ofreciendo sobre el uso permanente de la puerta giratoria que habría realizado Kuczynski durante su anterior paso por el poder no hacían más que amontonarse.

El último round.

Tres meses después, un nuevo intento de vacancia era tramitada en el Parlamento. Esta vez toda la izquierda se inclinaba por su salida. En la sociedad, el empresariado se mostraba cada vez más disconforme con una situación política que bloqueaba las posibilidades de reactivación económica. La poca pericia presidencial logró que algunos de los voceros oficiosos se pronunciaran abiertamente por la renuncia del presidente.

Sin embargo, la estrategia montada por Kuczynski parecía que lograría salvarlo. Hasta dos días antes de la votación, los números le eran favorables. En un escenario sumamente inestable, un conjunto de conversaciones grabadas en audio y video fueron el puntillazo final al gobierno. En dichas conversaciones Kenji Fujimori, congresistas de su bancada, ministros del gobierno y el propio Presidente Kuczynski hacían ofrecimientos de varios tipos a parlamentarios fieles a Keiko Fujimori para que atravesaran el Rubicon.

En el Perú la combinación videos y fujimorismo traen amargos recuerdos, estas grabaciones le dieron un giro de 180 grados a los números en el parlamento. Ante una inminente vacancia a Kuczynski solo le quedó la renuncia. Al final un presidente débil, desorientado y sin aliados tanto en la esfera institucional como de la sociedad civil debió renunciar.

Si bien fuerzas políticas minoritarias han buscado abrir un forado mayor luego de la salida de Kuczynski promoviendo una estrategia política que incluyese un «que se vayan todos» y «nueva Constitución», los actores políticos y sociales que respaldan el actual modelo político-económico parecen haber conjugado temporalmente dicha amenaza. Sin embargo, Lava Jato continua tirando sobre la mesa los esqueletos del funcionamiento de la política peruana de las últimas décadas. Quién sabe si el peso de estos muertos termine por hacer ceder la mesa. Porque lo que si se sabe es que el mundial de futbol que tiene encadilada a la sociedad peruana terminará y los muertos seguirán ahí.


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