Opinión
marzo 2016

Los límites del capitalismo con características comunistas

La visita de Obama a Cuba marca el fin de la política de aislamiento inapropiada de Estados Unidos. Sin embargo, sería equivocado pensar que la Isla modificará radicalmente su estructura política.

Los límites del capitalismo con características comunistas

En momentos en que el presidente norteamericano, Barack Obama, se apronta para iniciar una visita histórica a Cuba, el futuro de la isla gobernada por un régimen comunista es objeto de una especulación generalizada. Algunos observadores esperan que el giro en curso hacia el capitalismo, que ha venido ocurriendo muy gradualmente durante cinco años bajo la conducción de Raúl Castro, conduzca naturalmente a Cuba hacia la democracia. La experiencia sugiere lo contrario.


En verdad, la liberalización económica está lejos de ser una ruta infalible hacia la democracia. Nada lo ilustra mejor que la mayor y más antigua autocracia del mundo, China, donde el Partido Comunista Chino (PCC) mantiene su monopolio en el poder, a pesar de que la implementación de reformas pro-mercado ha permitido que su economía creciera. (Un beneficiario clave de este proceso ha sido el ejército chino).


La convicción de que de la mano del capitalismo automáticamente llega la democracia implica una conexión ideológica entre ambos. Pero el dominio del PCC -que actualmente se jacta de tener 88 millones de miembros, más que la población total de Alemania- ya no está arraigado en la ideología. El Partido, representado por una oligarquía sin demasiado comunicación con el mundo exterior, sobrevive gracias a una variedad de instrumentos -coercitivos, organizacionales y remunerativos- destinados a evitar el surgimiento de una oposición organizada.


Una circular del partido de 2013 conocida como Documento Nro.9 enumeraba siete amenazas para el liderazgo del PCC que el presidente Xi Jinping pretende eliminar. Estas incluyen la adopción de la democracia constitucional occidental, la promoción de valores universales de derechos humanos, el estímulo de la sociedad civil, críticas del pasado del partido y el respaldo de valores noticiosos occidentales.


En resumen, el comunismo hoy no se centra tanto en lo que es -vale decir, su ideología- como en lo que no es. Sus representantes están comprometidos, por sobre todas las cosas, a aferrarse al poder político -un esfuerzo respaldado por la prosperidad económica generada por el capitalismo, que ayudó a mantener a raya las demandas populares de cambio.


La historia es similar en Vietnam y Laos. Ambos países empezaron a descentralizar el control económico y fomentar la empresa privada a fines de los años 1980, y ahora están entre las economías de más rápido crecimiento de Asia. Vietnam es, inclusive, uno de los miembros del incipiente Acuerdo Transpacífico integrado por 12 países. Pero el estado de partido único sigue arraigado y comprometido en una considerable represión política.


Las cosas no parecen encaminadas a cambiar en lo inmediato. En Vietnam, Nguyễn Tấn Dũng, el primer ministro de mentalidad reformista, recientemente fracasó en su apuesta de convertirse en el secretario general del Partido Comunista (el líder supremo del país); el Decimosegundo Congreso Nacional reeligió al titular actual, Nguyễn Phú Trọng.


Más allá de ofrecer suficientes réditos materiales como para mantener a la población satisfecha, el capitalismo fortalece la capacidad de un estado gobernado por un régimen comunista de aumentar la represión interna y controlar la información. Un ejemplo es el tristemente célebre Gran Contrafuegos de China, una operación del gobierno que examina y bloquea el contenido de Internet, creando un ámbito de información políticamente saneada para los ciudadanos. China es el único país importante en el mundo cuyo presupuesto oficial de seguridad interna es más grande que su presupuesto oficial de defensa nacional.


Frente a la agitación económica actual de China, el control de la información se ha tornado más importante que nunca. Para prevenir potenciales desafíos, las autoridades de China han amordazado cada vez más a la prensa, limitando, en especial, los informes o comentarios que pudieran afectar de manera adversa los precios de las acciones o la moneda. Xi les ha reclamado a los periodistas la promesa de una lealtad absoluta al PCC, y un compromiso a fondo con su liderazgo en pensamiento, política y acción. Un periódico estatal, bajo la advertencia de que la legitimidad del partido podría declinar", sostuvo que "los medios del país son esenciales para la estabilidad política


Claramente, donde mandan los comunistas, el desarrollo de un mercado libre de bienes y servicios no necesariamente lleva al surgimiento de un mercado de ideas. Inclusive Nepal, un país dominado por el comunismo que lleva a cabo elecciones, ha sido incapaz de traducir la liberalización económica en una transición democrática creíble. Por el contrario, la política del país sigue en un estado de incertidumbre, en el que las crisis políticas y constitucionales minan su reputación como un Shangri-La y amenazan con transformarlo en un estado fallido.


La democracia y el comunismo son, al parecer, mutuamente excluyentes. Pero el capitalismo y el comunismo claramente no lo son -y eso podría ser muy peligroso.


De hecho, el maridaje de capitalismo y comunismo, encabezado por China, ha engendrado un nuevo modelo político que representa el primer desafío directo para la democracia liberal desde el fascismo: el capitalismo autoritario. Con su espectacular ascenso hasta convertirse en una de las principales potencias globales en poco menos de una generación, China ha convencido a regímenes autocráticos en otras partes de que el capitalismo autoritario -o, como lo llaman los líderes chinos, socialismo con características chinas- es el camino más rápido y tranquilo hacia la prosperidad y la estabilidad, muy superior a la embrollada política electoral. Esto puede ayudar a explicar por qué la propagación de la democracia a nivel mundial últimamente se ha detenido.


La visita de Obama a Cuba debería ser recibida como una señal del fin de la política de aislamiento inapropiada de Estados Unidos -un acontecimiento que podría abrir el camino para levantar el embargo comercial de 55 años contra el país-. Pero sería un grave error suponer que la apertura económica de Cuba, fomentada por el reacercamiento iniciado por Obama, necesariamente marcaría el comienzo de una nueva era política en Cuba.

Copyright: Project Syndicate, 2016.
www.project-syndicate.org



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