Opinión
abril 2024

Erdoğan tropieza pero no se cae

Las recientes elecciones municipales en Turquía mostraron la fuerza de la oposición laica y progresista al nacionalismo islamista de Recep Tayyip Erdoğan. Pero sustentado en un poder autocrático, y pese a la crisis económica, el mandatario turco tiene aún recursos para conservar su poder.

<p>Erdoğan tropieza pero no se cae</p>

Diez meses después de la victoria de Recep Tayyip Erdoğan en las elecciones presidenciales y parlamentarias, ¿estamos asistiendo a una modificación del panorama político en Turquía? 

Mientras que los comicios de mayo de 2023 confirmaron la continuidad de la hegemonía de la coalición nacionalista-islamista, la Alianza del Pueblo, formada en torno de Erdoğan y del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco), las recientes elecciones locales, en marzo de 2024, revelaron un panorama político muy diferente. Por primera vez desde su llegada al poder en 2002, el AKP no se alzó como partido líder en unas elecciones. El opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP), de centroizquierda y heredero de Mustafa Kemal Atatürk, se situó por delante de su rival con 35% de los votos en las elecciones municipales y a los consejos comarcales. Y los candidatos del CHP a las alcaldías consiguieron 38% de los votos. Como resultado, el AKP no pudo recuperar las alcaldías de Estambul y Ankara (perdidas en 2019), y además perdió las alcaldías de un número significativo de ciudades, algunas de las cuales eran consideradas sus bastiones. El resultado es una derrota personal para Erdoğan, que se implicó personal y masivamente en estas elecciones locales. Viajó a 51 departamentos del país para apoyar a los candidatos de su partido y se comprometió aún más en la esquiva Estambul. 

Al día siguiente del 31 de marzo, el CHP controlaba 14 de los 30 municipios más grandes de Turquía, frente a los 12 del AKP. Además, el Partido Popular por la Igualdad y la Democracia (DEM, socialista democrático) recuperó todas las alcaldías de la región kurda, donde el Ministerio del Interior había despojado al partido de sus representantes electos a partir de 2019, y ganó algunas más. El AKP se limita a Anatolia central y a la región del Mar Negro. Se trata de la peor derrota de Erdoğan y su partido en el poder en 22 años.

El agotamiento del erdoğanismo

¿Qué explica semejante cambio en el panorama político? La caída de la popularidad del AKP no es nada nuevo. Como líder de ese partido, Erdoğan ganó todas las elecciones entre 2002 y 2015 sin formar alianzas con otras agrupaciones. En 2011, su partido ganó las elecciones parlamentarias con 49,5% de los votos. Él mismo fue elegido presidente de la República por sufragio universal en 2014 en primera vuelta sin hacer alianzas formales con otros partidos. Pero a partir de mediados de 2015, Erdoğan se vio obligado a forjar alianzas con el Partido de Acción Nacionalista (MHP, por sus siglas en turco), nacionalista de extrema derecha, para ganar, por un estrecho margen y gracias a una serie de irregularidades, primero el referéndum constitucional en 2017 y luego la reelección como presidente en 2018 y finalmente en 2023. Sin la contribución de su aliado, el AKP no tiene mayoría parlamentaria desde 2018. El lento pero irreversible declive del AKP ha obligado a Erdoğan a ampliar la Alianza del Pueblo en 2023 para incluir a otros partidos, en particular el islamista Partido del Nuevo Bienestar, creado en 2018 por el hijo de Necmettin Erbakan, fundador histórico del islam político en Turquía, y dos pequeños partidos, uno de extrema derecha nacionalista turco y otro islamista radical kurdo. Gracias a esta alianza de extrema derecha, Erdoğan fue elegido en la segunda vuelta con 52% de los votos. Su victoria personal oculta, no obstante, el declive de su partido, el AKP. En 2024, el partido islamista de Erbakan se retiró de esta alianza y obtuvo 7% de los votos.

La participación en las elecciones de marzo de 2024 fue de 78%, frente a 88% de diez meses antes. Alrededor de dos tercios de estos nuevos abstencionistas habían votado al AKP en 2023. La principal razón de su desafección es la crisis económica, con una inflación superior a 60% anual y que afecta sobre todo a los jubilados. Además, parte del electorado islamista del AKP ha castigado a su partido por su actitud ambivalente hacia Israel desde la guerra de Gaza, con un fuerte apoyo verbal a Hamás pero continuas exportaciones a Israel (debido a la presión existente, Erdoğan decidió hace pocos días reducir la exportación de varios productos).

La elección por Erdoğan de candidatos poco atractivos para las alcaldías de las principales ciudades ha aumentado claramente la desmovilización de una parte de su electorado. Como otros autócratas, el mandatario turco se cuida de colocar en puestos claves a personalidades que no le hagan sombra. La fatiga y el cansancio de más de 20 años ininterrumpidos en el poder explican también el declive de la popularidad del AKP. Todos los que fundaron el partido junto a Erdoğan en 2001 han abandonado sus filas o se han vuelto invisibles. Desde principios de la última década, el AKP se ha convertido en un aparato político totalmente al servicio personal de Erdoğan.

Pero todos estos factores de descontento estaban presentes diez meses antes y no impidieron que Erdoğan ganara las elecciones. En una sociedad muy polarizada, donde los opositores son percibidos como enemigos internos, a los partidarios del gobierno islamonacionalista les resulta más fácil expresar su descontento en las elecciones locales que en las generales. No corren el riesgo de contrariar al régimen conservador, pero envían una fuerte señal de advertencia. Muchos votantes del campo islamonacionalista siguen recelosos de votar al CHP por razones históricas, sobre todo por la postura modernista elitista y autoritaria del kemalismo de antaño.

Los desafíos del progresismo

Aunque el fracaso de 2024 se debió principalmente al agotamiento gradual del erdoğanismo, también puede explicarse por la lenta transformación del CHP en los últimos diez años aproximadamente. Un partido socialdemócrata no había logrado este liderazgo electoral desde 1989. A partir de 2016, el CHP, adoptando una estrategia de apertura, forjó una alianza formal, la Alianza Nacional, con disidentes del MHP y del AKP, así como alianzas informales con el Partido Democrático de los Pueblos (HDP, partido de izquierda prokurdo, predecesor de DEM). Gracias a esta estrategia, pudo ganar las alcaldías de Estambul y Ankara, así como varias ciudades provinciales en 2019. En 2023, esta estrategia de alianzas no fue suficiente para que el candidato del CHP, Kemal Kiliçdaroglu, venciera a Erdoğan en la segunda vuelta, ni para que el AKP y sus aliados perdieran la mayoría en el Parlamento. Pero es evidente que ha creado una mayor fluidez entre los electorados de los distintos partidos que se oponen a Erdoğan. Esto explica la agrupación espontánea de votantes en torno de los candidatos del CHP en marzo de 2024, a pesar de la ausencia de una coalición formal en el campo anti-Erdoğan. El electorado laico-nacionalista se unió alrededor del voto del CHP.

Hoy, las figuras más populares del CHP, los alcaldes de Estambul y Ankara, son una buena ilustración de este cambio. Ekrem İmamoğlu comenzó su carrera política en la derecha liberal en la década de 1990, y Mansur Yavaş, en la extrema derecha nacionalista. Ambos son creyentes practicantes que abogan, empero, por el respeto estricto de los principios de la laicidad. La imagen tradicional del CHP como partido elitista-secularista que Erdoğan blande en cada oportunidad que se le presenta ya no tiene el mismo efecto. El alcalde de Estambul, İmamoğlu, es percibido por la opinión pública como el candidato con más posibilidades de poner fin al poder del AKP y de Erdoğan en las próximas elecciones generales. El CHP intenta ahora ocupar el centro del espectro político, como consiguió el AKP en la década de 2000, absorbiendo votantes de los partidos liberales de la derecha y del centro. Al adoptar una postura cada vez más nacionalista e islamista y transformar el régimen en una autocracia, Erdoğan, presa de su arrogancia, ha perdido algunos de estos votantes.

De los cinco partidos políticos que más votos han cosechado en las elecciones desde 2018, el CHP fue el único que avanzó en 2024, gracias sobre todo a los jóvenes y las mujeres. Esta tendencia puede continuar si los nuevos alcaldes del CHP demuestran que pueden ser tan buenos gestores municipales como los alcaldes del AKP de antaño, con más atención al nepotismo, el amiguismo, la destrucción medioambiental y el despilfarro ostentoso. DEM, por su parte, ha sido capaz de demostrar que tiene una base electoral muy sólida en el Kurdistán a pesar de la dura represión que ha sufrido desde 2016. Pero actualmente se debate entre dos tendencias, una que aboga por volver a los orígenes kurdos de los antepasados del partido y otra que apoya la búsqueda de una estrategia para convertirse en el principal partido de izquierda de Turquía sin dejar de defender las reivindicaciones de los kurdos. Los demás partidos de la izquierda socialista en Turquía pesan muy poco en el espectro político -los resultados electorales de todos ellos sumados no llegan a 3%-.

La permanencia de la tripolarización

Ante este panorama un tanto optimista sobre la posibilidad de una alternancia en el poder de aquí a 2028, debemos, no obstante, mantener la cautela. En primer lugar, las elecciones locales no redujeron el inmenso poder concentrado en manos de Erdoğan. El sistema hiperpresidencialista seguirá funcionando y Erdoğan puede atraer a diputados de partidos disidentes de la derecha liberal y nacionalista. Estos partidos prácticamente desaparecieron del espectro político la noche de las elecciones del 31 de marzo de 2024. Pero también debe ser capaz de cuadrar el círculo durante los próximos cuatro años en términos de política económica, entre la necesidad de austeridad para combatir la inflación (que ha rondado entre 60% y 80% durante los dos últimos años) y la necesidad de preservar a las clases medias urbanas, duramente golpeadas por la pérdida de su poder adquisitivo. En contraste con el enorme gasto electoral previo a las elecciones de mayo de 2023, Erdoğan se vio obligado a admitir durante la campaña para las elecciones de marzo de 2024 que las arcas del Estado se habían vaciado por completo.

Además, el crecimiento electoral del CHP no debe ocultar la estabilidad de la tripolarización de Turquía. Si sumamos los votos obtenidos en marzo de 2024 por todos los partidos que en 2023 se había presentado bajo la bandera de la Alianza Popular en torno de Erdoğan, vemos que el electorado conservador islamista-nacionalista sigue representando alrededor de 47% de los votos. Frente a él, el electorado laico-nacionalista, entre el que el CHP es el principal partido, se sitúa en segundo lugar con cerca de 42%. Por tanto, el CHP necesita los votos del tercer polo político, los votantes de DEM y la izquierda socialista. Sin embargo, también en el campo laico existe una fuerte corriente autoritaria y nacionalista, reactiva a las demandas de reconocimiento de los derechos nacionales de la minoría kurda. La apertura de conversaciones para resolver la cuestión kurda asusta tanto a los nacionalistas conservadores como a parte de los votantes laicos. La forma en que el AKP y el CHP aborden la cuestión kurda será decisiva en las próximas elecciones presidenciales.

Las elecciones locales revelaron que el centro de gravedad político de Turquía se ha desplazado ligeramente del polo conservador e islamista al polo modernista y laico. Pero estos dos polos comparten más o menos los mismos valores nacionalistas: unos desconfían de los aliados occidentales de Turquía y otros de sus vecinos de Oriente Medio. 

La presencia masiva de refugiados sirios en Turquía ha exacerbado la animadversión entre los laicistas modernistas y los países árabes. Esta ambivalencia en el seno del CHP es evidente también en relación con la Unión Europea y las exigencias para una futura adhesión de Turquía. Pero si la oposición quiere ganar las elecciones presidenciales dentro de cuatro años, tendrá que recuperar los votos de los entre cinco y seis millones de votantes, sobre todo de las clases trabajadoras, que votaron al AKP o a los demás partidos de la Alianza Popular o se abstuvieron en marzo de 2024, y al mismo tiempo no perder a algunos de sus votantes que siguen siendo fervientes nacionalistas o laicistas. Esto supone un gran reto no solo para los dirigentes del CHP, sino también para el conjunto del progresismo turco.

Traducción del francés: Pablo Stefanoni.


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