Tribuna global
NUSO Nº 309 / Enero - Febrero 2024

¿Es China una potencia imperialista? Entrevista a Au Loong-Yu

El pasaje de país colonial a potencia emergente dificulta los análisis sobre el estatus de China en el concierto internacional y la naturaleza de sus vínculos con sus vecinos y con el Sur global. El activista de izquierda hongkonés Au Loong-Yu se distancia de los llamados ingenuos al «multilateralismo» y propone una lectura necesaria para la izquierda global.

¿Es China una potencia imperialista?  Entrevista a Au Loong-Yu

Au Loong-Yu es desde hace mucho tiempo un activista político y en favor de los derechos de los trabajadores. Autor de China’s Rise: Strength and Fragility [El ascenso de China: fortaleza y fragilidad]1 y de Hong Kong in Revolt: The Protest Movement and the Future of China [Hong Kong en revuelta. El movimiento de protesta y el futuro de China]2, en la actualidad vive en el exilio. En esta entrevista, aborda el estatus global de China y sus consecuencias para la paz y el activismo internacionalista.

Uno de los desafíos más grandes que enfrenta la izquierda es comprender el estatus de China dentro del sistema capitalista global. Su crecimiento meteórico ha llevado a muchos a preguntarse si China es aún parte del Sur global o si se ha convertido en un país imperialista. ¿Cuál es su visión sobre el tema?

La cuestión es que en las tres últimas décadas China no ha sido un país más del Tercer Mundo. Pasó de ser un país poblado sobre todo por campesinos, hasta hace 40 años, a estar urbanizado en un 60% y completamente industrializado. Lo que fabrica incluye tanto productos de alta como de baja gama. Como resultado, China cruzó el umbral y se convirtió en un país de ingresos medios y altos de acuerdo con el Banco Mundial. Sin embargo, al mismo tiempo, 600 millones de chinos reciben un ingreso mensual de tan solo 140 dólares.

China reúne muchos elementos en simultáneo, lo que la vuelve bastante única. Solo mirar su pib per cápita o el ingreso mensual podría llevarnos a creer que el país es parte del Sur global. Pero ninguna métrica o indicador económico pueden por sí solos darnos una respuesta definitiva sobre el estatus de China. La China actual tiene aún elementos de un país del Tercer Mundo, pero la importancia de estos elementos ha disminuido a lo largo del tiempo. No podemos desconocerlos, pero para sacar alguna conclusión útil, tenemos que mirar el país en su totalidad, tomando en consideración todos sus elementos.

Pero si China ya no es un país en desarrollo ordinario, ¿significa que automáticamente deberíamos caracterizarlo como imperialista?

Definir el estatus de China no es sencillo. No hay una respuesta clara por sí o por no; más bien, la respuesta es sí y no. Describo China como un país imperialista emergente, una potencia regional fuerte con alcance global. Tiene la intención y el potencial para dominar a países más pequeños, pero aún no ha consolidado su posición en el mundo.

¿Por qué esta definición? Comencemos con los criterios básicos para definir el imperialismo. El análisis de Lenin requiere de mucha actualización, en particular a partir del periodo de descolonización de posguerra. Pero si tomamos a Lenin como punto de partida, él se refiere al grado de monopolización de la economía, la fusión del capital industrial y bancario, la formación de capital financiero y el nivel de exportación de capital como características determinantes del imperialismo. Si aplicamos estos criterios a China, todos tienen una presencia significativa.

Por ejemplo, en este momento presenciamos un nuevo estallido de la burbuja del sector inmobiliario chino. La gente suele pasar por alto el hecho de que solo gracias a la privatización de la tierra pública urbana (o, para ser más exactos, la venta del derecho al uso de la tierra) existe la megaburbuja en el mercado inmobiliario. El régimen de «propiedad estatal de la tierra» también determina quiénes son los principales jugadores en el mercado: los gobiernos municipales, los bancos (en su mayor parte estatales) y los desarrolladores inmobiliarios. Juntos, han formado una alianza de capital financiero basado en la tierra para facilitar el enriquecimiento de la burocracia y de sus socios privados bajo una lógica de capitalismo clientelar.

Mientras que en otras partes del mundo la lógica imperialista está impulsada por el capital privado con el apoyo del Estado, en China el Estado y el capital estatal son los principales jugadores. Esto es así a pesar del hecho de que el sector privado representa más de la mitad de la economía. Algunos podrían responder: «Si los altos mandos de la economía están fuertemente monopolizados por empresas estatales, entonces se encuentran bajo propiedad social o propiedad pública, lo cual es una característica del socialismo, o como mínimo, la propiedad estatal es un baluarte contra el capital privado en busca de ganancias». Esto significa olvidar que, mucho tiempo atrás, Friedrich Engels se burlaba de quienes pensaban que los esquemas de propiedad estatal de Bismarck eran un rasgo de socialismo. En realidad, la propiedad estatal y la propiedad social son dos cosas muy diferentes.

El Estado chino es un Estado predatorio enteramente controlado por una clase explotadora cuyo núcleo lo constituyen los burócratas del Partido Comunista Chino (pcch). Me refiero a esta clase explotadora como una burocracia de Estado aburguesada. Esto significa que tenemos en China una suerte de capitalismo de Estado, pero uno tal que merece un nombre propio. En mi opinión, «capitalismo burocrático» es el concepto más apropiado para China porque captura la característica más importante del capitalismo en ese país: el rol central de la burocracia, no solo en la transformación del Estado (de uno hostil a la lógica capitalista –aunque jamás genuinamente comprometido con el socialismo– a uno completamente capitalista), sino también en el enriquecimiento propio mediante la fusión del poder de coerción y el del dinero.

Esta fusión le dio nuevo ímpetu al impulso de la burocracia a la industrialización y a la inversión en infraestructura liderada por el Estado. Por esa razón la restauración capitalista de China, empujada por el Estado y el pcch, fue acompañada por una rápida industrialización, en contraste con la caída de la Unión Soviética. También por esa razón las empresas estatales chinas son en la práctica controladas por la burocracia del partido. Mediante su control del poder estatal, esta sigue negándole a la clase trabajadora el derecho básico a organizarse. En el nivel operativo, estas empresas son «propiedad» de diferentes sectores y camarillas de la burocracia, con frecuencia vía arreglos ultrasecretos.

Vale la pena recordar dos cosas. Primero, que la China imperial también se caracterizaba por su burocracia, a punto tal que algunos sociólogos consideran que la china es una «sociedad burocrática». El absolutismo del imperio fue posible solo porque reemplazó con éxito a la clase noble por burócratas leales en la administración del Estado. Cuando aumentaron las tensiones entre la burocracia y el emperador, este ganó ciertas batallas pero la burocracia ganó la guerra y convirtió al emperador en su autoridad nominal. En segundo lugar, también vale la pena recordar la larga historia de empresas de propiedad estatal y dirigidas por el Estado en la China imperial. Mucha de la riqueza generada por estas empresas fue a los bolsillos de los burócratas que las gerenciaban. Este aburguesamiento de un sector de la burocracia fue visible en la China imperial, estuvo presente durante el gobierno del Kuomintang y reapareció bajo el pcch a partir de 1979, para finalmente convertirse en un rasgo dominante del capitalismo chino.



¿El Estado chino exhibe también rasgos expansionistas, una característica común de las potencias imperialistas?

Como Estado capitalista burocrático fuerte, necesariamente tiene un marcado imperativo expansionista que no es solo económico sino también político. Consideremos lo siguiente: la amplia exportación de capital de China, que con frecuencia asume la forma de inversiones a largo plazo, implica que Beijing forzosamente necesita apalancamientos políticos globales para proteger sus intereses económicos. Esto promueve objetivamente una lógica imperialista de dominar a países más pequeños y competir con los principales países imperialistas.

Pero también hay una lógica expansionista de tipo político. La centenaria «humillación nacional» china bajo el colonialismo, entre 1840 y 1949, condujo a las elites gobernantes del pcch a jurarse fortalecer el país a toda costa. El sueño [del presidente] Xi [Jinping] para China debería interpretarse a la luz del sueño de Mao Zedong de chaoyingganmei (超英趕美, superar a Gran Bretaña y alcanzar a Estados Unidos). Si bien no habría que interpretar el eslogan en forma literal, los gobernantes ultranacionalistas chinos no aceptarán que China siga siendo una potencia de segunda clase por un siglo más. Esta ambición, nacida de la historia contemporánea china y del gran nacionalismo Han del partido, ha llevado a Beijing a buscar influencia política global. También los conducirá tarde o temprano a procurar poder militar global si China logra consolidar su estatus en el futuro próximo.

Cualquier discusión sobre China y el imperialismo no se puede enfocar tan solo en aspectos económicos; por el contrario, también debe tener en cuenta este costado político. Todos los líderes contemporáneos de China, del Kuomintang al pcch, han querido restaurar el territorio y la influencia que la China imperial tuvo bajo la dinastía Qing. Mucho antes de que Beijing hiciera el reclamo de la «línea de los nueve trazos» sobre el Mar de la China Meridional, el Kuomintang ya había lanzado su reclamo de «línea de once puntos» sobre la misma área. En este sentido, el pcch está siguiendo los pasos imperialistas no tan exitosos del Kuomintang, solo que esta vez, hasta ahora, ha funcionado mucho mejor para ellos.

Si nos enfocamos por un momento en los aspectos económicos, ¿esto significa que China no ofrece ninguna alternativa al imperialismo estadounidense para los países del Sur global, como parecen sugerir los defensores de un mundo multipolar?

No estoy de acuerdo con la idea de que China es algún tipo de alternativa para el Sur global. Basta con observar lo que le hizo a Sri Lanka cuando este país no pudo devolver su préstamo: China obligó a Sri Lanka a cederle un mayor control de su puerto en Hambantota. Las empresas chinas, incluso aquellas de propiedad estatal, no se comportan mejor –ni peor– que las de cualquier otro país imperialista.

Pero es necesario analizar esta cuestión en dos niveles. China, al igual que eeuu, mantiene relaciones con la mayoría de los países del mundo. Ninguna gran generalización es capaz de explicar todas y cada una de las relaciones que estos dos países tienen con otros. Y esto vale aún más para China porque no es todavía un imperio global. Una crítica general al expansionismo chino no debería impedirnos hacer un análisis concreto de cada relación. Cada vez que nos enfrentamos a un caso en particular, deberíamos ser escépticos respecto de las acciones chinas –y de las de todas las grandes potencias–, pero también analizar la relación específica, prestando especial atención a las voces y los intereses de la población local. Solo sopesando tanto lo general como lo específico podemos juzgar si lo que hace China es o no correcto.

Tomemos, por ejemplo, la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Es posible que algunas de las inversiones de China en el extranjero mediante este proyecto beneficien a ciertos países, o al menos que sean más beneficiosas que perjudiciales. Aquí, las voces de las poblaciones locales pueden darnos la información relevante para el análisis. Pero esto no significa que debamos abandonar nuestras críticas generales a la Iniciativa. Más allá del bien que pueda proporcionar un proyecto específico, sigue siendo un hecho que, en general, la Iniciativa de la Franja y la Ruta se impulsa por la lógica de la ganancia y los intereses geopolíticos del régimen monolítico del pcch. En casos específicos emerge un escenario en el que todos ganan, pero es altamente improbable que este sea el caso para la mayoría de los países participantes, sin importar si en última instancia la Iniciativa resulta un éxito o un fracaso para China.

En general, la estrategia global china en curso, en la que se embarcó a comienzos de siglo, representa una clara regresión en su política exterior: del relativamente progresista tercermundismo a priorizar los intereses comerciales de las empresas chinas y la influencia global de Beijing. Aun si la actuación china en los países en desarrollo no es tan mala como la de los países occidentales, este cambio cualitativo de promover el desarrollo autónomo en el Tercer Mundo (como proponía Mao) a perseguir la rentabilidad que ofrece el Tercer Mundo es claramente un retroceso. Por añadidura, el ingreso de China en la competencia con Occidente por mercados y recursos necesariamente acelera la competencia a la baja para los derechos laborales y la protección ambiental.

Considerando estos datos, ¿podría resumir su punto de vista sobre el estatus de China en la actualidad?

Tomando todo esto y otras cosas en consideración, creo que se puede decir que China es un país imperialista emergente. Está lejos de estar consolidado como una potencia imperialista, pero tiene el potencial para alcanzar ese estatus si por un plazo suficiente no se la cuestiona desde adentro y desde afuera.

En mi opinión, la expresión «imperialismo emergente» nos permite evitar ciertos errores. Por ejemplo, algunos sostienen que dado que China y eeuu no están a la par, entonces China definitivamente no puede ser imperialista, y que sigue siendo aplicable la etiqueta de «país en desarrollo». Este argumento no logra capturar la situación en constante cambio dentro de China y en el ámbito mundial. Por ejemplo, el ascenso espectacular de China hasta convertirse en una nación industrializada en menos de 50 años es algo sin precedentes en la historia contemporánea.

Por eso, en lo que se refiere a China, debemos ser capaces de entender tanto lo universal como lo particular. Su potencial para transformarse en una potencia imperialista es inmenso. También es el primer país imperialista emergente que ha sido previamente un país semicolonial. Además, China tiene que afrontar la cuestión de su atraso. Estos factores pueden haber contribuido en parte a su ascenso, pero a la vez ciertos aspectos siguen limitando su capacidad de desarrollarse con suficiente eficiencia y, sobre todo, de una forma más equilibrada.

El pcch deberá superar algunos obstáculos fundamentales antes de que pueda consolidar a China como un país imperialista estable y sustentable. El círculo íntimo de Xi sabe que antes de que el país pueda satisfacer su ambición imperialista, tiene que superar el lastre de su legado colonial y el atraso chino. Por eso Beijing ve la «recuperación» de Taiwán como estratégica para su seguridad nacional. El hecho de que Taiwán haya permanecido separado de China continental desde que Japón tomó posesión en 1895 obsesiona al pcch.

Aquí, una vez más, las generalizaciones excesivas no ayudan cuando se aborda el «legado colonial» de China. Por el contrario, necesitamos un análisis concreto. No todo el legado colonial de China es un lastre para su desarrollo. Tomemos el caso de Hong Kong. La autonomía le permite a la ciudad preservar su sistema legal británico, que sin duda es un legado colonial. China está atacando este sistema legal de la ciudad en nombre de la preservación de la seguridad nacional y el «patriotismo». Sin embargo, desde el punto de vista de la gente, sin importar lo imperfecto de ese sistema legal, sigue siendo mucho mejor que el chino. Asimismo, destruirlo dañaría el interés colectivo del capitalismo burocrático. Es precisamente este legado colonial lo que le permitió a la ciudad convertirse en el centro financiero del que China tanto depende en la actualidad –la mitad de la inversión extranjera directa de China pasa por esta ciudad–. Xi no puede concretar su sueño para China sin el capitalismo autónomo de Hong Kong, al menos en el futuro próximo.

Esto nos lleva a la más llamativa contradicción china en la actualidad. Xi quiere que China dé un gran salto hacia adelante en términos de modernización. Pero él sencillamente carece del conocimiento o del pragmatismo suficiente para convertir su sueño en planes coherentes y factibles que sea posible implementar. El acto estúpido de dispararse a los pies en lo que concierne a Hong Kong refleja el atraso cultural del partido; su fracaso para instaurar una sucesión estable del poder es otro ejemplo. Si tenemos en cuenta el fracaso del partido en modernizar su cultura política de lealtad personal y culto a los líderes, podemos entender por qué la capacidad china de consolidar su posición en la mesa de las potencias imperialistas enfrenta dificultades.

¿Qué nos puede decir sobre las acciones chinas en el Mar de la China Meridional y sobre cómo, si es que lo han hecho, han contribuido a las tensiones crecientes y la militarización en la región Asia-Pacífico?

El reclamo chino de la línea de los nueve trazos sobre el Mar de la China Meridional fue un punto de inflexión fundamental, ya que representó el inicio de la expansión ultramarina del país, política y militarmente hablando. Primero, porque su reclamo es totalmente ilegítimo. China, por ejemplo, reclama también la isla Senkaku, que también disputa Japón. En ese caso, al menos se puede decir que China tiene argumentos más valederos para su reclamo mientras que Japón no tiene ninguno, ya sea de acuerdo con la llamada ley internacional o desde un punto de vista de izquierda. Es solo un reclamo imperialista de Japón, en alianza con eeuu. En contraste, China nunca ha dominado efectivamente el área completa de la línea de los nueve trazos que reclama (excepto algunas islas, como las Paracelso). Su reclamo sobre la mayor parte del Mar de la China Meridional no solo no se justifica; es un pronunciamiento de sus ambiciones hegemónicas en Asia, que corren en paralelo con sus ambiciones económicas globales representadas por la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

Algunos podrían responder que las acciones chinas en el Mar de la China Meridional son en gran medida defensivas y que apuntan a crear un freno contra la militarización estadounidense en la región. ¿Qué grado de legitimidad tiene este argumento?

Creo que eso fue cierto respecto de las acciones de China antes de su reclamo de la línea de los nueve trazos. Aun si aceptamos que China continúa actuando en forma defensiva y tan solo responde a la agresión estadounidense, esto no se hace invadiendo enormes territorios que nunca le pertenecieron y sobre los que tienen reclamos países circundantes, entre ellos algunos que fueron víctimas de la agresión de la China imperial por cientos de años. Esto es una invasión de zonas económicas marítimas de muchos países del Sudeste asiático. Ya no se puede considerar defensivo.

Vale la pena asimismo destacar que no hay una Gran Muralla que separe las acciones defensivas de las ofensivas, en particular cuando consideramos con qué rapidez ha cambiado el contexto en China y en el plano internacional. Hoy Beijing tiene tanto la intención como la capacidad de iniciar una competencia global con eeuu. Desde el punto de vista del interés colectivo de la burocracia, es claro que Xi desestimó en forma prematura el consejo de Deng Xiaoping de «mantener un perfil bajo y esperar el momento oportuno».

Por supuesto, debemos continuar oponiéndonos al imperialismo estadounidense y la militarización en la región, pero esto no debería significar apoyar o permanecer en silencio respecto al imperialismo chino en aumento. Qué tan cerca o lejos está China de ponerse a la par del imperio estadounidense no es el único tema decisivo en este aspecto.

¿Cómo encaja Taiwán en las tensiones entre eeuu y China?

La cuestión fundamental aquí es que el reclamo chino sobre Taiwán nunca ha tomado en cuenta los deseos del pueblo taiwanés. Este es el punto más importante. También está la cuestión secundaria de las tensiones entre eeuu y China. Pero estas tensiones no tienen un efecto directo sobre la cuestión fundamental.

El pueblo taiwanés tiene un derecho histórico a la autodeterminación. La razón es simple: debido a su historia diferente, el pueblo taiwanés es muy distinto del de la China continental. Si hablamos en términos étnicos, la mayoría de los taiwaneses son chinos. Pero hay minorías étnicas, conocidas como pueblos austronesios, que habitaron grandes sectores del Sudeste asiático, incluido Taiwán, por miles de años. El pcch nunca menciona este hecho; simula que Taiwán siempre estuvo bajo ocupación china. Esto no es verdad: han existido pueblos indígenas en Taiwán por mucho más tiempo y sus derechos deben ser respetados.

En cuanto a aquellos que pertenecen a la etnia china, en realidad estamos hablando de dos grupos diferentes. Alrededor de 15%, una minoría absoluta, se mudó a Taiwán en 1949, luego de la Revolución China. La mayoría tiene descendientes que han vivido en Taiwán por hasta 400 años. Esto es muy diferente de lo que sucede en Hong Kong, donde una gran porción de la población está compuesta por personas que provienen de China continental, que tienen parientes en China continental y todavía ven esta región como su patria. En Taiwán, la mayoría de los chinos no tiene tales lazos con la China continental; esas conexiones se rompieron cientos de años atrás. Taiwán ha sido una nación separada durante muchos años. En consecuencia, tiene un derecho histórico a la autodeterminación. La situación no es totalmente comparable, pero diría también que lo mismo se aplica a Hong Kong. No deberíamos olvidar que durante 150 años la trayectoria histórica de Hong Kong fue muy diferente de la de la China continental: nadie puede negar eso, o nuestro derecho a la autodeterminación. Cualquier persona de la izquierda occidental que niegue esto está desinformada, o su identificación como socialista sería discutible.

Por supuesto, es cierto que todo esto ahora se entremezcla con las tensiones entre eeuu y China. En este sentido, es algo similar a la situación ucraniana. En ese caso también existen quienes apoyan a Rusia o mantienen una posición neutral. En mi opinión, están equivocados. No hay duda de que eeuu es un imperio global que intenta imponer su agenda en todos lados. Entiendo que algunas personas de la izquierda occidental no quieran verse alineadas con sus propios gobiernos imperialistas. Sin embargo, nuestro apoyo al derecho de autodeterminación de las naciones más pequeñas –en tanto lo hagamos en forma independiente– no tiene nada que ver con eeuu, o para el caso, con China.

Apoyamos estas luchas sobre la base de nuestro principio de oposición a la opresión nacional. Nuestros principios no deberían verse comprometidos solo porque nuestra posición puede ocasionalmente coincidir con la agenda estadounidense. La oposición a la propia clase gobernante no debería significar dar prioridad al odio hacia ella por sobre la resistencia de otros pueblos a la opresión extranjera en otros lugares de mundo. Ver la política de este modo refleja en gran medida nuestra propia arrogancia y, al mismo tiempo, una sensación de impotencia respecto de la propia clase gobernante.

¿En qué tipo de campañas de solidaridad debería enfocarse la izquierda en lo que se refiere a Taiwán o el Mar de la China Meridional?

Cualquier campaña de solidaridad en favor de estas dos áreas –a las que yo agregaría Hong Kong– debería consistir en al menos tres puntos: respetar el derecho a la autodeterminación de los pueblos de Taiwán y Hong Kong; aceptar que el reclamo chino de los nueve trazos en el Mar de la China Meridional no tiene fundamento; y reconocer que la posibilidad de actuar para enfrentar la postura china corresponde, en primer lugar, a los pueblos de estas tres áreas y países circundantes. En lo que respecta a eeuu, deberíamos seguir siendo escépticos en cuanto a sus motivaciones, pero, de nuevo, en lo que concierne a temas particulares, debemos evaluar todos los pros y los contras de forma concreta, y en especial tomar en consideración los deseos de los pueblos.

Por ejemplo, en la cuestión de la compra de armas a eeuu por parte de Taiwán: es necesario ser conscientes de que todos los escenarios de simulación bélica sugieren que Taiwán no podría resistir una invasión china por más de una semana y, en el peor de los escenarios, por tan solo unos pocos días. Es obvio que Taiwán necesita comprar armas a eeuu. Nada de esto significa que apoyemos los derechos de eeuu sobre Taiwán. El poder de decisión debe permanecer en manos de quienes son afectados en forma directa: los pueblos de Taiwán, Hong Kong y los del Mar de la China Meridional y el área circundante.

Como parte de su impulso bélico contra China, los líderes occidentales han buscado promover el nacionalismo y el racismo antichino. En respuesta, algunas personas de izquierda han intentado acallar sus críticas a China para no contribuir a la campaña reaccionaria de sus gobiernos. ¿De qué modo piensa que la izquierda de los países occidentales puede oponerse a la propaganda de sus gobiernos sin transformarse en defensora acrítica de China?

El meollo del asunto es que la noción campista de «antiimperialismo» no solo se queda a mitad de camino, en el sentido de que solo apunta a los viejos imperialismos mientras que pasa por alto los emergentes, sino que también es estadocéntrica. Sus preocupaciones siempre están enfocadas en tal o cual Estado. Se olvidan de que nunca se debería priorizar los Estados por sobre las personas trabajadoras, y esto se extiende incluso a los «Estados obreros».

Los socialistas genuinos deberían centrarse en las personas. Si alguien se rehúsa a ver cómo trata el pcch a los trabajadores chinos, y se contenta con repetir la propaganda de Beijing o se niega a escuchar las voces de esos trabajadores, entonces diría que no es un verdadero socialista. Los campistas [del Norte] solo respetan a ciertos Estados, a los que consideran como una especie de baluarte contra sus propios gobiernos imperialistas. Su impotencia los lleva a aplaudir a cualquier Estado extranjero que confronte con su clase gobernante y a abandonar a quienes enfrentan la represión, solo para satisfacer sus propios anhelos psicológicos.

Pero nunca vencerán el propio nacionalismo apoyando o tolerando el nacionalismo Han chino. Se puede apoyar hasta ciertos límites el nacionalismo de naciones oprimidas. Pero hoy, los chinos Han [etnia mayoritaria en China] no se encuentran oprimidos por ninguna nación extranjera; por el contrario, son oprimidos por su propio gobierno. De ahí que el nacionalismo Han chino no tenga valor progresista.

Es más, la versión del «patriotismo» del pcch es una especie de etnonacionalismo, lo cual lo vuelve aún más reaccionario. Busca una suerte de dayitong (大一統, gran unificación) que no difiere de aquella practicada por el fascismo, en la que los pensamientos del pueblo deben ser controlados por el gobierno y los libros que no promueven las ideas oficiales deben ser prohibidos. Guardar silencio acerca de esta versión del nacionalismo Han chino es olvidar la inmensa tragedia de los chinos Han –ahora oprimidos por sus propios gobernantes a punto tal que se burlan de sí mismos por ser un poco más que «puerros chinos» a la espera de ser cosechados regularmente por el partido– y la brutal represión de las minorías.

Apoyando o evitando criticar a un Estado totalitario como China estamos cavando nuestra propia tumba. Es una traición al internacionalismo básico y desacredita a la izquierda. El internacionalismo es, en primer lugar y principalmente, solidaridad con los trabajadores de diferentes naciones, no con los Estados, y sobre esa base deberíamos juzgar las relaciones entre los Estados, y no viceversa.


Nota: la versión original de esta entrevista, en inglés, se publicó en links International Journal of Socialist Renewal, 2/12/2023, con el título: «Au Loong-Yu (Hong Kong): ‘Opposing us Militarisation in the Asia-Pacific Should Not Mean Remaining Silent on China’s Emerging Imperialism’», disponible en https://links.org.au/. Traducción: María Alejandra Cucchi.

  • 1.

    Merlin Press, Milton Keynes, 2012.

  • 2.

    Pluto, Londres, 2020.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 309, Enero - Febrero 2024, ISSN: 0251-3552


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