
Las cárceles sintetizan el contundente fracaso de las políticas de seguridad en América Latina: la superpoblación, las condiciones infrahumanas de reclusión, las violaciones sistemáticas a los derechos humanos y el alto número de presos sin juicio ni condena definen un cuadro casi siempre trágico, que se mantiene en una zona de silencio y de vergüenza y que solo sale a la luz de tanto en tanto, generalmente para establecer el recuento de los muertos.