El fútbol ecuatoriano ha logrado avances significativos que se reflejaron en su desempeño internacional, en paralelo a importantes aumentos en sus presupuestos. Sin embargo, y a pesar de esta combinación de éxitos futbolísticos y boom económico, en 2013 se empiezan a manifestar cuatro elementos que configuran una crisis estructural: el populismo financiero que hace insostenible su economía; la falta de normas y transparencia en sus marcos institucionales; el aumento de la violencia –que ahuyenta a los hinchas–; y, finalmente, lo que comienza a percibirse como el debilitamiento de los buenos resultados de los últimos años. Frente a ello, parece más deseable una gestión democrática que la transformación de los clubes en sociedades anónimas.