La reciente visita de Vladímir Putin a Beijing fue prácticamente un reflejo de la visita de Mao Zedong a Moscú hace 75 años, cuando Stalin menospreció a su invitado. Hay pocas razones para pensar que la relación bilateral resultará más resistente esta vez.

La guerra contra Ucrania está ahora en el primer plano de la mente de los rusos, aunque no de la manera que desea el Kremlin. En lugar de luchar por la causa «patriótica» de Putin, los rusos se resisten a ella. Aunque no pueden protestar en masa, las pruebas de la lucha encubierta de la «mayoría silenciosa» están por todas partes.

El comportamiento actual de muchos dirigentes de las democracias occidentales está muy lejos de ser ejemplar. La egoísta estrategia de Trump de poner a «Estados Unidos primero» no conduce a ninguna parte. Por supuesto, tampoco se puede confiar la defensa de los derechos humanos a Rusia o China. En un tiempo en que la Unión Europea carece de confianza en sí misma y coherencia para afirmar sus valores y defenderlos globalmente, ¿quién lo hará?