América Latina tiene una larga tradición de presencia evangélica, pero en las últimas décadas esta ha dado un salto significativo, especialmente en su versión pentecostal. Ese crecimiento ha fortalecido su capacidad de influencia en la agenda pública a través de partidos evangélicos o, más a menudo, mediante asociaciones «provida» y «profamilia». Mientras que a comienzos del siglo XX la agenda evangélica bregaba por la separación de la Iglesia y el Estado, hoy sus posturas contra el avance de la «agenda gay» y la «ideología de género» acercan a estos grupos a los conservadores católicos en la lucha contra los cambios liberalizadores en la familia y en la sociedad.