La primera ministra italiana, que gobierna en el marco de una coalición, ha logrado cambiarle la cara a la extrema derecha, sobre todo en Europa, donde son fluidos sus vínculos con el Partido Popular Europeo y ha terminado actuando como una especie de puente entre derechas radicales y conservadores tradicionales. Al mismo tiempo, en Italia, tensiona la institucionalidad y busca limitar la disidencia, mientras debe diferenciarse de sectores ultras de su propia fuerza.