Los brasileños suponen que viven en una sociedad donde no existe la discriminación racial. Este tipo de interpretación se vincula de muchas maneras con una problemática social europea y norteamericana ya superada, aunque todavía predominante en Brasil. El lenguaje de clase y de color siempre fue utilizado en Brasil de modo racializado, «naturalizando» desigualdades que pudieran comprometer la imagen del país como democracia racial.