Hoy nadie duda de que Estados Unidos es una democracia consolidada y que, no sin necesidad de grandes luchas, las mayorías nacionales fueron incorporándose al sistema político. De hecho, sigue siendo un modelo de articulación entre emocracia y liberalismo, dos términos siempre en tensión. El poder del dinero y del lobbying, junto con las restricciones que aún se mantienen sobre los pobres y los nuevos inmigrantes, dejan en evidencia las contradicciones que persisten entre el gobierno del pueblo y el gobierno de las corporaciones.