Entrevista
enero 2017

«Paradójicamente, la única posibilidad de unificación de fuerzas opositoras es la presencia de Evo Morales como candidato»

Los cuestionados intentos de Evo Morales de presentarse para un cuarto mandato en 2019 crean nuevos dilemas para la oposición.

<p>«Paradójicamente, la única posibilidad de unificación de fuerzas opositoras es la presencia de Evo Morales como candidato»</p>

(Foto: ABI)


Entrevista de Mariano Schuster

A pesar de que la posibilidad de reelección fue rechazada en un referéndum hace casi un año, el presidente Evo Morales ha planteado su deseo de postularse para un cuarto mandato. ¿Existen mecanismos legales para habilitarlo?

Un reciente congreso del Movimiento al Socialismo (MAS) definió auscultar cuatro vías legales para intentar la aprobación de una norma que habilite la postulación de Evo Morales en los comicios previstos para fines de 2019. Dos vías implican la realización de un referendo para modificar el artículo 168 de la Constitución Política del Estado (CPE) que define el periodo de mandato del presidente y vicepresidente. La primera es mediante «iniciativa popular», la cual tiene como requisito la recolección de firmas de al menos 20% del padrón electoral; la segunda sería a través de una ley aprobada por dos tercios del Poder Legislativo (el MAS tiene mayoría calificada) que deberá someterse al escrutinio ciudadano. Estas opciones combinan legalidad (art. 411 de la CPE) y legitimidad (democracia directa). La CPE no establece límites a la cantidad de consultas y la Ley de Régimen Electoral dictamina que es posible utilizar –aunque solamente por una vez en un periodo constitucional y en circunscripción nacional– cualquiera de las tres formas de iniciativa: presidencial, legislativa o popular. En suma, es posible plantear una nueva consulta sobre el tema. Las otras dos opciones no requieren consulta ciudadana, es decir, apuestan a la legalidad pero no apelan a la legitimidad mediante voto popular. Una se refiere a solicitar una interpretación del Tribunal Constitucional acerca de la primacía del derecho de los ciudadanos a elegir al gobernante de su preferencia (a la usanza de Daniel Ortega en Nicaragua) y la otra supone la renuncia de Evo Morales antes de la conclusión de su mandato (art. 170), lo que supuestamente permitiría su habilitación como candidato.

Realizo estas aclaraciones de tipo jurídico para denotar la complejidad de la estrategia oficialista, que también demuestra cierta perplejidad ante su derrota en el referéndum del 21 de febrero de 2016. La viabilidad de estas opciones es variable, pero destaco la iniciativa popular porque se sustenta en un mecanismo institucional que debe someterse al voto, por ende, pretende obtener plena legitimidad con una victoria del «Sí» con una votación mayor a la cifra del rechazo del referendo de 2016. Menor aceptación tendría una ley congresal, pese a que también precisa de un referéndum aprobatorio, puesto que es obvia la diferencia entre una solicitud respaldada por una quinta parte del del electorado y una moción aprobada por la mayoría oficialista en la Asamblea Legislativa. Finalmente, las otras vías implican interpretaciones por parte del Tribunal Constitucional, cuya credibilidad es mínima, y no existe aquello que se denomina «control contramayoritario». La importancia de estas variaciones es muy simple: entra en juego la legitimidad de la propuesta reeleccionista del MAS y Evo Morales se expone a otro desafío en las urnas, o bien a la crítica por utilizar recursos institucionales de poder en su favor en desmedro de la credibilidad de su liderazgo. Así las cosas, este es un asunto más político que legal; por esa razón, el tiempo será una variable fundamental a ser tomada en cuenta por el MAS para decidir en el momento oportuno… para sus fines.

¿Cuál ha sido, hasta ahora, la respuesta de la sociedad frente a la vocación reeleccionista de Evo Morales?

«Sociedad» es un término muy vago y las encuestas dicen poco –como está de moda decirlo– acerca de las tendencias de opinión pública –otro término vago–. La respuesta de las fuerzas del campo opositor ha sido previsible: un rechazo sin aderezo analítico, se basa en apelaciones al respeto a la voluntad popular y al Estado de derecho, y plantea un rechazo taxativo a la iniciativa del MAS. En la medida en que el oficialismo dilate su decisión –o la modifique, algo que no debe desecharse–, el campo opositor estará sumido en la incertidumbre. Este espacio se ha diversificado desde el referéndum del año pasado puesto que, además de los tres partidos de oposición con representación en el Legislativo, actúan fuerzas extraparlamentarias que interpelan al MAS desde posturas indigenistas y de izquierda. Paradójicamente, la única posibilidad de unificación de fuerzas opositoras bajo una candidatura es la presencia de Evo Morales como contendiente. Sin el líder del MAS en la arena electoral, todas las fuerzas políticas conciben que es viable una victoria de su candidato en solitario y, por ende, desdeñan su alineamiento bajo una figura ajena. Es posible que esta paradoja influya en el comportamiento de algunas fuerzas opositoras en el momento en que el MAS decida dar un paso adelante en la repostulación de Morales.

Una de las críticas más asentadas en América Latina a las izquierdas gubernamentales ha sido su falta de renovación política. ¿Realmente el MAS no ha sido capaz de generar nuevos liderazgos y candidaturas de peso que permitan reemplazar a Evo Morales? ¿Qué es exactamente lo que está sucediendo en esa formación política?

El MAS no es un partido convencional, es una coalición de organizaciones populares, y la mayoría corresponde a sindicatos campesinos. En este ámbito existe una renovación permanente y surgen nuevos dirigentes, tanto varones como mujeres. Sin embargo, no existe ninguno con trayectoria similar a Evo Morales (dirigente de los cocaleros desde 1989, diputado en 1997, ícono del movimiento altermundista) que pueda jugar el rol de líder del MAS. La idea de renovación generalmente es concebida como sustitución y esa es una figura que no corresponde porque Evo Morales «encarna» el denominado «proceso de cambio» y por eso aparece como insustituible ante los ojos de sus seguidores. Es un «carisma de situación» que no puede procesar su rutinización y se encadena en la personalización de la representación identitaria y política. Esta postura tiene elementos positivos y negativos, pero eso es tema de otra conversación.

El gobierno de Morales parece haber resistido mejor que otros los embates de la derecha y de algunos medios poderosos. Aun cuando ha sido criticado duramente por el «caso Zapata» y se lo ha pretendido involucrar en escándalos de corrupción, el gobierno permanece en pie, con bastante solidez. ¿En que se fundamenta, en términos generales, este éxito?

Los clivajes o fisuras –étnica y regional– que polarizaron la sociedad boliviana durante la década pasada se resolvieron con la inclusión de las demandas indígenas y regionales en el nuevo modelo de Estado plurinacional, que contiene una multiplicidad de reformas; por ejemplo, derechos colectivos y régimen de autonomías territoriales, tanto departamentales como indígenas. A eso se suma una década de estabilidad macroeconómica y crecimiento promedio de 5% anual, que provocaron el retorno del Estado como actor central de la economía. Esto permitió, además, aplicar políticas distributivas y redistributivas en beneficio de sectores populares, junto con la renovación de elites políticas y la centralidad de lo indígena en la visión general de las cosas. No es un logro desdeñable, y tal vez explique eso que tú delineas con la figura «permanece de pie». Así como el papel de la oposición, no solo de «las derechas», es y sigue siendo reactivo, es decir, dependiente del MAS.


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