Moscú quiere un único enemigo: Occidente
marzo 2024
Más allá de quiénes hayan sido los autores de la masacre de civiles en Rusia, el Kremlin busca presentarlos como meros peones de las potencias occidentales y vincular a Ucrania con el atentado.
En su primer discurso desde el trágico atentado que costó la vida a 133 personas en la noche del viernes 22 de marzo en los suburbios de Moscú, el presidente ruso Vladímir Putin insistió en que cuatro de los autores del atentado habían sido detenidos cuando «se dirigían hacia Ucrania donde, según los datos preliminares [de los investigadores], se había preparado una vía de escape para que cruzaran la frontera».
Reelegido al frente del país hace unos días, tras una campaña marcada por la aniquilación de la oposición, Putin ni siquiera mencionó en su discurso al Estado Islámico, que reivindicó el atentado. Para Dimitri Minic, investigador del Centro Rusia/Eurasia del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), el presidente ruso no quiere «correr el riesgo de validar la existencia de amenazas distintas de las occidentales, a las que ya intenta, más bien, atribuir la responsabilidad de esta masacre».
«Moscú solo quiere tener un enemigo real -aunque no sea más que imaginario-: Occidente», afirma el investigador. Y Putin podría aprovechar este ataque oportunista para reforzar la implicación de la sociedad en la guerra de Ucrania y endurecer aún más la guerra contra Occidente.
Vladimir Putin pronunció un breve discurso el sábado tras el atentado del día anterior. No señaló directamente a Occidente, pero insistió en que los responsables del atentado se dirigían a Ucrania. ¿Es creíble esa vinculación?
Putin afirmó que los autores del atentado se dirigían a Ucrania, donde se les había preparado una ruta de salida. De este modo, intenta instalar la idea de que detrás de esta masacre está Kiev, y detrás de Kiev, el supuesto patrocinador y enemigo implacable de Rusia: Occidente.
Evidentemente, este vínculo no es creíble por varias razones. En primer lugar, el Estado Islámico reivindicó el atentado, al modo clásico, y lleva años apuntando contra Rusia. No hace ni 15 días, el Servicio Federal de Seguridad [FSB, por sus siglas en ruso] impidió un atentado contra una sinagoga en Moscú planificado por el movimiento yihadista que sin duda está detrás del atentado de ayer: el Estado Islámico de Jorasán (rama afgana). En segundo lugar, Estados Unidos y otras potencias occidentales fueron lo suficientemente altruistas, a pesar de la evidente hostilidad, como para advertir a Moscú, como ya había hecho Teherán tiempo atrás, de la inminencia de atentados de este tipo. En tercer lugar, organizar un ataque como este no forma parte de los métodos occidentales ni ucranianos y equivaldría a rivalizar con los crímenes de Rusia contra los ucranianos, muchos de ellos contra civiles. No, esta teoría no es creíble y, en cualquier caso, es casi seguro que ni las capitales occidentales ni Kiev son responsables de esta masacre.
¿Es capaz Rusia de luchar tanto en la guerra de Ucrania como en una posible «guerra contra el terrorismo»?
Rusia tiene una larga historia en la lucha contra el terrorismo, y ha habido una gran cooperación con Occidente en este ámbito. Fue esta lucha contra el «terrorismo internacional», librada ferozmente por Moscú entre 2000 y 2010, la que acercó a Occidente y Rusia en un momento de numerosos conflictos. Una de las razones de la incapacidad de Moscú para impedir esta masacre es precisamente la concentración de sus servicios de inteligencia en Ucrania, Occidente y los llamados enemigos internos.
Creo que en los últimos años, los servicios de inteligencia internos rusos han estado más interesados en los liberales «subversivos» y prooccidentales que en el terrorismo islámico. Moscú tiene capacidad para llevar a cabo operaciones antiterroristas y prevenir atentados, como ha demostrado a lo largo de los años, incluso contra el Estado Islámico.
La pregunta es: ¿quiere hacer la guerra al terrorismo islámico? No estoy seguro de que el Kremlin quiera dispersarse demasiado y correr el riesgo de validar la existencia de amenazas distintas de las occidentales, a las que ya intenta, por el contrario, atribuir la responsabilidad de esta masacre. Moscú solo quiere tener un enemigo real -aunque imaginario-: Occidente. Otras amenazas -muy reales, como el terrorismo islámico- a esta lucha a muerte podrían desdibujar la línea ideológica del Kremlin -Occidente contra el Resto- e incluso acercar a Rusia y Occidente.
Estados Unidos afirma haber advertido a sus homólogos rusos hace unas semanas de que se estaba planeando un atentado contra Moscú. Sin embargo, el martes pasado, en un discurso, Putin declaró: «Las recientes declaraciones provocadoras de varios funcionarios occidentales sobre posibles atentados terroristas en Rusia» son «puro chantaje». ¿Se puede hablar de un «fracaso» de los servicios rusos? ¿Podría Putin ser considerado responsable por la opinión pública?
Efectivamente, Putin consideró estos mensajes occidentales como una provocación, por varias razones. La primera es la paranoia, que no se limita ni a Rusia ni, dentro de Rusia, a Putin, y que no es algo nuevo en el país. El problema es que, en Rusia, esta percepción radicalmente hostil del mundo es compartida por las elites políticas y militares en el poder y tiene raíces históricas, debido a las creencias extendidas y a la forma de pensar de estas elites: hostilidad radical y omnipotencia de Occidente, tendencia a negar el azar y la contingencia, razonamiento determinista e impresión de que los fenómenos están interconectados y a menudo ocultos, etc.
Esto va más allá del contexto de la guerra en Ucrania: la idea de que Occidente ha estado financiando y entrenando a los terroristas que han ensangrentado Rusia durante los últimos 30 años, así como a los chechenos, se ha transmitido constantemente, hasta el punto de convertir los atentados terroristas en un componente de la guerra indirecta de Occidente. Después del atentado a la escuela de Beslán en 2004, Putin insinuó públicamente que los terroristas estaban siendo dirigidos para provocar el colapso de Rusia. Por supuesto, estos argumentos se utilizan de forma oportunista con fines políticos internos, pero no carecen de fundamento para las elites políticas y militares rusas.
En este contexto, acusar a Ucrania y a Occidente también permite a Moscú evitar un juicio por incompetencia, juicio que sería tanto más merecido cuanto que Occidente había advertido a Rusia; aunque la tarea siga siendo muy difícil, ya que saber que algo ocurrirá no permite automáticamente impedirlo.
Poner la responsabilidad en Occidente es también una forma, consciente o no, de no dividir a la sociedad rusa, multiconfesional y multiétnica, y de mantener la integridad territorial de la federación. Así pues, se tiende a negar la motivación religiosa, la autonomía y la «sinceridad» de quienes están detrás de los atentados.
De hecho, ni los funcionarios rusos ni los medios de comunicación rusos han mencionado al Estado Islámico tras el atentado; no importa quién esté formalmente detrás, porque son peones inevitablemente manipulados por Occidente. Nadie podrá responsabilizar de ello a Putin porque la sociedad civil rusa ha quedado reducida a jirones: una parte de la población creerá o se conformará con lo que digan los medios rusos, y la otra tendrá sus dudas, o incluso sus convicciones, pero no podrá o no querrá hacer nada al respecto.
El terrible atentado del viernes por la noche se produjo pocos días después de la reelección de Putin. ¿Podría este suceso tener repercusiones, y de ser así cómo, en el nuevo mandato del presidente ruso, el quinto?
Para empezar, no creo que haya ninguna conexión entre esta masacre y las elecciones presidenciales rusas. Organizar este tipo de atentados es probablemente muy difícil, especialmente en países como Rusia, que tienen una dolorosa experiencia reciente en atentados mortales.
Pero los terroristas han aprovechado una oportunidad en un país en guerra que, además de ser percibido como un país cristiano, es enemigo de los grupos yihadistas, dada su experiencia en Afganistán, Chechenia y Asia Central, su relación con Irán y la operación militar llevada a cabo junto a las fuerzas de Bashar al-Asad desde 2015.
Sobre todo, el atentado le permite ganar visibilidad a esta rama afgana del Estado Islámico, que había sido marginada por los talibanes y que parece haber encontrado apoyo en Tayikistán. Putin podría aprovechar este ataque oportunista para intensificar la implicación de la sociedad en la guerra de Ucrania y endurecer aún más la guerra contra Occidente.
Nota: la versión original de este artículo, en francés, se publicó en Mediapart el 23/3/2024 y está disponible aquí. Traducción: Pablo Stefanoni.