Opinión
abril 2017

México: una oportunidad para el progresismo

Con un contexto interno y externo convulsionado, López Obrador comienza a posicionarse como un candidato sólido para gobernar México. ¿Qué pasará con los progresistas en 2018?

<p>México: una oportunidad para el progresismo</p>

Desde que en el año 2000 se iniciaron las alternancias en el poder, las sucesiones presidenciales mexicanas constituyen un momento para hacer ajustes entre las fuerzas y proyectos políticos del país. Se trata de un contexto específico para ratificar o rectificar el rumbo del país. México tiene, sin embargo, una diferencia sustancial con el resto de países de América Latina: pese a la existencia de opciones progresistas pujantes, siempre ha gobernado la derecha. Por eso, los comicios de 2018 vuelven a plantear la alternativa: seguir con el mismo proyecto exportador de bajos salarios o producir un giro hacia una política de centro-izquierda que tienda a mejorar el mercado interno y las condiciones laborales.

La historia de 2018 tiene antecedentes que se remontan al año 2005, cuando el primer gobierno de alternancia presidencial manipuló el aparato jurídico para sacar de la competencia al entonces líder en la competencia para las elecciones de 2006, el jefe de gobienro de la ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Aunque el desafuero lo dejó unos días fuera del poder, la maniobra fracasó, no sólo por haber sido una agresión a la naciente democracia, sino porque se produjo un apoyo masivo en favor de AMLO que obligó al presidente Vicente Fox a recular.

El resultado de 2006 fue prácticamente un empate entre el entonces partido gobernante, Acción Nacional (PAN) y la izquierda que postuló a AMLO como su candidato. Sin embargo, la elección se cubrió de un manto de sospecha. Solo medio punto porcentual de diferencia en más de 41.8 millones de votos, era un margen tan pequeño que habilitaba a pensar en un fraude. Aunque la elección fue impugnada, al final se impuso a un presidente cuestionado. Felipe Calderón (2006-2012), asumió la presidencia con severas dudas sobre su la legitimidad.

Aquella campaña electoral cobró notoriedad por la guerra sucia que emprendió la derecha panista contra AMLO, al que no dudó en denominar como «un peligro para México» ni en compararlo con Hugo Chávez. El gobierno panista, por su parte, dejó un saldo rojo. Calderón, un presidente cuestionado desde su mismo triunfo, implementó una «guerra» contra del narcotráfico para legitimarse y sumió al país en una esperial de violencia, muertos, desaparecidos y vícitimas. México aún sufre las consecuencias de este proceso.

La siguiente parte de la historia se escribió en la sucesión presidencial de 2012, cuando el viejo partido gobernante, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), ganó la elección con Enrique Peña Nieto y regresó al poder después de dos sexenios. En ese proceso, la diferencia entre Peña Nieto y AMLO, de nuevo candidato, fue de 6.7% en favor del primero. Con este margen, la impugnación estuvo lejos de provocar un gran conflicto como en 2006. Sin embargo, la violación a los topes económicos de campaña (el PRI gastó más de lo permitido sobre todo desde los gobiernos locales) y las dudas sobre el origen de los fondos, también mancharon la elección.

El regreso del PRI ha representado una contradicción: la imposición de viejas inercias de poder frente a una sociedad cada vez más diversa e informada. El resulatdo ha sido el desgaste de los mecanismos de legitimación y una baja histórica en los niveles de aprobación del presidente Peña Nieto que llegó al 12% en enero pasado.

En 2018 llegaremos a una nueva cita electoral en la que AMLO volverá, como lo indican los sondeos, a ser uno de los candidatos favoritos. Sin embargo, las especulaciones y las criticas están a la orden del día. Hay quienes afirman que AMLO suele cometer errores que le impiden ganar, y quienes han vuelto a reactivar la guerra sucia para descalificarlo como un «populista» que representa a una izquierda poco moderna. ¿Pero por qué AMLO vuelve a ser el puntero rumbo al 2018, como lo fue en 2006?

El país ha cambiado en los últimos dos sexenios y López Obrador sigue en la batalla, como una constante política en todos estos años. Después de las elecciones de 2012 decidió romper con su partido, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), y construir uno nuevo, Morena (Movimiento Regeneración Nacional), que ha desplazado al PRD como el partido de izquierda más importante. Si pensamos en los cambios que ha habido en estos últimos doce años, tenemos un país más violento, con una desigualdad que parece inamovible y una pobreza estancada que cubre a la mitad de la población. El modelo económico, enmarcado en la lógica del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLCAN), ha desplegado una política de exportaciones basada en la precariedad laboral y en la ventaja competitiva de tener salarios bajos. Además, todos los días se descubren nuevos casos de corrupción e impunidad.

En México se han agravado los grandes problemas nacionales desde el regreso del PRI en 2012 y, quizás, el repunte de AMLO se deba más al cambio del contexto interno y externo que al personaje y a su discurso, que siguen en el mismo tono. A pesar de que, para la elección de 2018 se repetirán caras y personajes, como la precandidata de la derecha panista, Margarita Zavala (esposa de Felipe Calderón), hay novedades importantes que explican porque AMLO es de nuevo el favorito en las encuestas. Por una parte, el favoritismo por AMLO, se debe a la crisis interna que ha llevado al país a la descomposición y a un gobierno cada día más reprobado. El proyecto de reformas que impulsó el actual presidente tiene un perfil de gatopardismo (predomina un clima de opinión según el cual se quiso cambiar todo para que todo siguiera igual) que muestra un proyecto agotado. Por otra parte, la crisis externa que se ha generado con la llegada de Donald Trump y su obsesión de convertir a México en su enemigo, toca al menos tres áreas estratégicas para el país: el modelo económico, en donde nos acercamos a una renegociación del TLCAN (una estrategia de inserción subordinada a la globalización), el regreso masivo de inmigrantes y un hostil muro fronterizo.

El gobierno se ha mostrado poco hábil y nada oportuno para presentar respuestas coherentes y eficaces ante la avalancha trumpista. Sin embargo, a tres meses del inicio de la admistración Trump hay que distinguir entre las amenazas y la realidad. En los primeros tres meses del año no hubo más inmigración de retorno que la que existió el año pasado con Obama. Además, la industria automotriz continúa su crecimiento exportador, a pesar de las amenazas de Trump a las armadoras. Por otra parte, el muro fronterizo ha tenido problemas de financiamiento por la oposición demócrata en el Congreso de Estados Unidos. Aún así, las amenazas están instaladas en el ánimo del país.

¿Qué fortalece a AMLO otra vez? En el ámbito interno, el discurso en contra de la corrupción ha sido una constante de su proyecto. Se ha colocado como la oposición al modelo actual, tanto frente al PRI como al PAN, por lo que se le ve como una alternativa. El partido gobernante se ha desmoronado de la mano del gobierno de Peña Nieto y los panistas. Después de haber estado 12 años en la presidencia, les resulta difícil legitimarse como la oposición al PRI. El PAN es corresponsable del fracaso de las reformas, sobre todo de la energética. En materia de combate a la corrupción ha dejado, asimismo, de ser una opción creíble. En el ámbito internacional, el de AMLO es un proyecto que puede enfrentar al trumpismo. Sería un decidido impulsor del mercado interno, de una política industrial y de reactivar Petróleos Méxicanos (Pemex). Por lo pronto, promete un gobierno austero, combatir la corrupción y mejorar la distribución del ingreso. En suma, AMLO ha permanecido con sus banderas. Hoy, tanto el contexto interno como el externo lo favorecen.

Diversas encuestas de opinión muestran un importante repunte de AMLO desde el año pasado. Ahora, algunos sondeos lo ubican primero, superando en un 5% al resto de posibles candidatos. De cualquier forma, AMLO necesitará construir una alianza amplia y plural con los grupos y sectores que no son muy afines a su proyecto, porque con su voto duro no puede ganar.

Cuauthémoc Cárdenas (fundador del PRD y hoy fuera de ese partido) buscó tres veces la presidencia y no la cosiguió. La historia de América Latina, en la que Salvador Allende o Luiz Ignacio Lula da Silva lo consiguieron en el cuarto intento, demuestran que es posible. ¿Podrá AMLO lograrlo en el tercero


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