Tema central
NUSO Nº 231 / Enero - Febrero 2011

La política de inserción internacional de Colombia

Aunque ha producido importantes reformas, Colombia enfrenta grandes retos en su política de inserción económica en el sistema internacional: entre otras cosas, debe buscar una mayor diversificación regional y sectorial, de modo de evitar la concentración en unos pocos países y productos, especialmente primarios. Además, debe alentar la inversión en bienes con alto valor agregado, para que el dinamismo exportador beneficie a toda la sociedad y no solo a algunos sectores privilegiados. Para ello es necesario avanzar en un consenso nacional en torno de la política de inserción internacional del país.

La política de inserción internacional de Colombia

Desde principios de 2010, nuevas siglas aparecieron en el escenario económico internacional para referirse a Estados cuyas economías serán, según algunos analistas, las de mayor crecimiento en los próximos diez años. Se hace referencia a los CIVETS, siglas conformadas por Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica. No obstante, Colombia sigue teniendo problemas crónicos de pobreza, desigualdad, hambre y falta de bienestar. Desde hace algunos años, el país ha seguido una política cercana a los principios del libre comercio y ha basado su estrategia de inserción económica internacional en el cumplimiento de las instituciones y de las normas internacionales de apertura económica. Esta política, sin embargo, ha tenido matices.

Aunque se mantuvo una política de industrialización por sustitución de importaciones, el país no aplicó esta estrategia de desarrollo de manera tan profunda como otros países de América Latina1. Desde el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) se inició un proceso gradual de apertura comercial. En el siguiente gobierno, el de César Gaviria (1990-1994), se profundizó y aceleró el proceso de apertura. No obstante, como sostienen algunos analistas, esta liberalización no fue tan profunda ni tan radical. Además, en el gobierno de Ernesto Samper (1994-1998) muchas de esas reformas fueron desaceleradas o eliminadas. Durante la presidencia de Andrés Pastrana (1998-2002) se retomó el ímpetu aperturista, al contrario de lo que sucedió en diferentes países de la región. Por último, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) se profundizó la liberalización y se adoptaron amplias políticas de apertura e inserción internacional2.

Esta estrategia de liberalización se ha hecho a través de tres herramientas. En primer lugar, Colombia ha participado de manera activa en el sistema económico (comercial y financiero) internacional. El país está comprometido con el avance en las negociaciones de las rondas en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por su parte, ha sido un miembro activo en instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Debe señalarse que la relación de Colombia con estas instituciones ha sido de carácter pasivo, pues ha sido receptora de empréstitos o de recursos de cooperación (en menor medida). En segundo lugar, Colombia ha estimulado el avance de los procesos de integración regional. Es el caso del relanzamiento del Pacto Andino en 1997, con el cambio de nombre a Comunidad Andina de Naciones (CAN). También con la creación, en 1994, de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), además de la Caricom y la reciente entrada en vigor del Acuerdo de Complementación Económica CAN-Mercosur. Como se puede ver, ha existido una vocación de integración regional que incluye los espacios centroamericano, del Caribe, de la región andina y del Cono Sur. Además, existen acuerdos de integración sectorial, como es el caso del Plan Mesoamérica (antes Plan Puebla-Panamá, PPP) y el ingreso de Colombia a la Iniciativa para la Infraestructura Regional Sudamericana (Iirsa). También hay que señalar, aunque en menor medida, el interés por la participación del país en procesos de integración allende el espacio latinoamericano. Este es el caso de la búsqueda del ingreso al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y el ingreso, desde 1994, al Consejo Económico del Pacífico (PBEC) y al Consejo Económico de Cooperación del Pacífico (PECC, por sus siglas en inglés).

Por último, el país se ha insertado en el plano comercial internacional a través de la negociación, firma, ratificación y puesta en marcha de tratados de libre comercio con diferentes países o grupos de países. Esta ha sido la herramienta más reciente e incluye, cada uno en una etapa diferente, los tratados con Chile, Canadá, Estados Unidos, Unión Europea, Triángulo Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras) o con los países que conforman la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, por sus siglas en inglés): Suiza, Islandia, Noruega y Liechstenstein. También se han adelantado acuerdos con países como Panamá y Corea del Sur, y hasta se ha pensado en incluir a Japón o China. De igual manera, Colombia ha adelantado la negociación de acuerdos más limitados, como los de Alcance Parcial (AAP) o los de Complementación Económica (ACE).

Frente a estas estrategias y a la falta de resultados tangibles en términos de desarrollo económico, las críticas no se han hecho esperar. Dentro del país existen grupos de la sociedad civil o políticos que consideran que alguna o todas estas estrategias son equivocadas. Entre los aspectos que se critican están, primero, la generación y perpetuación de la desigualdad que el libre comercio acarrea. Segundo, un supuesto incremento de la pobreza como resultado de la apertura del país a los mercados internacionales. Tercero, otros consideran que la liberalización ha traído consigo una desindustrialización de la estructura productiva colombiana. Unido al anterior, un cuarto objeto de críticas son las limitadas capacidades que tiene el país para competir en el ámbito internacional. Por último, se considera que Colombia, debido a su situación económica y política, en realidad ha sostenido estas estrategias como resultado de una subordinación frente a EEUU. Como el objeto de este documento no es discutir estas afirmaciones en profundidad, no se analizarán sus implicaciones ni sus causas. No obstante, vale la pena resaltar algunos de los elementos que las hacen incompletas o erradas. Primero, la desigualdad en Colombia no ha sido impulsada por fenómenos relacionados con el mercado, sino por la falta de este: ¿no es la concentración de la tierra un problema relacionado con el conflicto armado y, en el pasado, con las decisiones del Estado? ¿No son los grandes conglomerados los beneficiados de los auxilios, ayudas, subsidios y demás instrumentos de intervención estatal? Segundo, la pobreza en el país tiene como origen, entre otros, la falta de empleo. Esto, a su vez, se debe en parte a la carencia de puestos de trabajo formales. A su vez, esto es consecuencia de las trabas administrativas, económicas y burocráticas impuestas desde el Estado. Tercero, las industrias que han desaparecido como resultado de la competencia lo han hecho porque no eran eficientes ni viables desde un punto de vista económico. ¿Por qué mantenerlas si no generaron niveles de desarrollo? Para aquellos que contemplan con añoranza el proteccionismo estatal, ¿por cuánto tiempo debe existir ese proteccionismo para permitir el crecimiento, fortalecimiento y capacitación de las industrias para que compitan en el ámbito internacional? Además, ¿cuándo se sabe que un país puede competir en el ámbito internacional? ¿Quién lo decide? ¿Cuál es el resultado de la competencia? Por último, se debe recordar que han sido los tomadores de decisiones colombianos los que han optado por estas estrategias. Es claro que lo han hecho en contextos específicos, pero el argumento de considerar que el país es un agente pasivo sin capacidad de decisión resulta facilista y superficial, por decir lo menos. Debido a lo anterior, las críticas que se le pueden hacer al modelo adoptado por Colombia tienen menos que ver con los efectos del libre comercio sobre las economías. En América Latina se debería superar el debate proteccionismo/apertura, sobre todo si se tienen en cuenta los casos en que el aperturismo ha generado riqueza y una senda hacia el desarrollo3. Por el contrario, no existe ningún caso de país cerrado que haya logrado alcanzar tal nivel.

Entonces, ¿cuál es o cuáles son los problemas del modelo de inserción colombiano? ¿Cuáles son los retos de esta política de inserción económica?

Para responder a los anteriores interrogantes, este texto parte de la idea de que la estrategia colombiana debe readaptarse para incluir una mayor diversificación regional, así como sectorial. Unido a esta última, se debe incrementar el valor agregado de la canasta productiva que ha permitido la inserción de Colombia en el sistema internacional. De igual manera, se debe fomentar la atracción de inversión extranjera. Todo lo anterior debe reflejarse en una estrategia que se convierta, por un lado, en un instrumento efectivo de crecimiento económico, así como de desarrollo nacional. Como base de todo lo anterior, es necesario que se consolide un gran consenso nacional sobre esta inserción de Colombia en el sistema económico global.

Para mostrar este punto, en el siguiente apartado se analizan los alcances que, en términos de diversificación regional y sectorial, ha tenido la estrategia de apertura del país. Posteriormente, se profundizará en una cuestión clave: la falta de una estructura productiva basada en sectores de valor agregado. En tercer lugar, se hará una revisión de las estrategias de atracción de la inversión extranjera directa. Como cuarto punto, se considerarán los aspectos de crecimiento económico y desarrollo. Por último, se hará una reflexión sobre la falta de consenso nacional. En la última parte, se aportarán unas conclusiones que llevarán las reflexiones a la parte propositiva, con algunas recomendaciones puntuales sobre cada uno de estos aspectos.

Diversificación regional y sectorial

El primer reto de la política de inserción económica de Colombia es la diversificación regional y sectorial. Esto se debe a que, aunque el país ha logrado abrir mercados en diferentes regiones del mundo, si se analiza con detenimiento, muchas otras regiones han sido ignoradas, o el comercio con estas resulta muy limitado. Este es el caso de la mayor parte de Asia, África y el Pacífico. Así, se podría afirmar que el comercio colombiano ha estado concentrado en América y Europa occidental. De esta manera, a pesar del ímpetu liberalizador e integracionista del país, Colombia no tiene presencia en los mercados globales.

Esto se hace evidente cuando se tienen en cuenta los principales socios comerciales del país4. En el caso de las exportaciones, al sumar los porcentajes de estas destinados a EEUU (39%), Venezuela (12%) y la UE (14%), se obtiene más de 60% del total. Del lado de las importaciones, el panorama es similar: EEUU (28%), UE (13%), China (11%), México (8%) y países del Mercosur (8%).

Otra manera de analizar este problema es teniendo en cuenta los instrumentos de integración que ha negociado Colombia5. Si se consideran tanto los procesos de integración del país como los TLC vigentes, suscritos y en negociación, así como los acuerdos de alcance parcial o los de complementación económica, se puede ver que solo el proceso de negociación con la República de Corea involucra a un actor externo a América y Europa occidental.

Además de esto, algunos de esos tratados se ven amenazados por la falta de interés de las contrapartes, por presiones que superan el ámbito comercial (por ejemplo, el tema de los derechos humanos) o por los vaivenes de la política internacional del país. En el primer caso se encuentra el TLC con Panamá, cuya negociación se ha detenido debido a la falta de acuerdo entre las dos partes, lo que refleja la política panameña de insertarse en el sistema económico internacional con las características propias de los paraísos fiscales y de apertura casi total. En el segundo caso están los TLC con EEUU y con la UE. En el último ejemplo se encuentra la CAN y su limitado avance en los últimos años por las dificultades políticas entre los países miembros (Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y, hasta su retiro, Venezuela).

La concentración excesiva del comercio exterior colombiano se confirma cuando se hace un análisis de los sectores productivos involucrados. Con datos obtenidos del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas de Colombia (DANE) para el año 2009, se puede observar que 57% (aproximado) del total de las exportaciones colombianas fue de productos tradicionales (petróleo y carbón principalmente). El porcentaje restante corresponde a exportaciones no tradicionales y que involucran algún valor agregado: 38% son exportaciones industriales. No obstante, para ese mismo año, 94% de las importaciones del país estaban ubicadas en el rubro industrial. El problema no es necesariamente que Colombia sea un exportador de bienes primarios e importador de bienes industriales, sino que, si la tendencia se mantiene, los efectos de esas exportaciones seguirán siendo los mismos: estos sectores no necesitan de mucha mano de obra (no son intensivos en mano de obra) y la que utilizan no es calificada. Esta puede ser una explicación del problema de desempleo estructural (altas tasas de desempleo por largos periodos) que presenta el país. Además, estos sectores están expuestos a la alta volatilidad de los precios. Esta realidad hace evidente la existencia de un segundo reto de la política económica internacional de Colombia.

Valor agregado

Este segundo reto está relacionado con la necesidad de fomentar la generación de sectores insertos en el sistema económico internacional que involucren, cada vez más, valor agregado. Esto es, que permitan el aprovechamiento de economías de escala, que introduzcan elementos de innovación y tecnología. En última instancia, que sean sectores involucrados en las lógicas de la actual economía del conocimiento.

La falta de desarrollo de estos sectores se hace evidente en las tendencias mencionadas en el anterior apartado. Colombia es un país que exporta petróleo, carbón, café, flores y otras materias primas y, aunque también tiene un incipiente sector industrial inserto en algunos mercados internacionales, la mayor parte de sus importaciones están relacionadas con el sector industrial.

Más que las tendencias del sistema económico internacional o la existencia de condiciones específicas que obliguen a los países a adoptar tal o cual sector en sus relaciones comerciales internacionales, lo que esta realidad demuestra es la baja calidad del sistema educativo colombiano. Esto se hace evidente en los resultados del país en el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, según sus siglas en inglés) coordinado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En 2009 demostró, una vez más, que los jóvenes colombianos están por debajo del promedio internacional en lectura, ciencias y matemáticas, competencias que definen las capacidades de los individuos y su posibilidad de insertarse en una economía que premia el conocimiento y la innovación que provenga de él6.

Además de las políticas públicas relacionadas con el mejoramiento de la calidad educativa, esta es resultado de las necesidades del mercado laboral y de las presiones relacionadas con él. Por ello, la existencia de una estructura productiva dinámica y en constante evolución es la mejor aliada de una educación de alta calidad. La consolidación de una estructura productiva de este tipo puede ser apuntalada por la inversión extranjera en países con una limitada existencia de capitales, como es el caso de Colombia. Sin embargo, en la actualidad la inversión en Colombia no cumple con este papel y, por ello, se convierte en el tercer reto de las estrategias de inserción internacional.

Inversión extranjera directa

Colombia ha adoptado políticas de atracción de capitales, como lo demuestran los informes del Banco Mundial, Doing Business, en los que el país ha quedado en los últimos años dentro de los primeros 40 puestos. Vale la pena aclarar que este informe mide las reformas que año tras año hacen los países y que favorecen el ambiente de negocios. Por esta razón, se puede afirmar que Colombia está comprometida con la adopción de reformas que mejoren su entorno institucional con el fin de facilitar la creación de riqueza por parte del sector privado. Sin embargo, falta mucho por hacer.

Esto se puede evidenciar desde varios ángulos. Los países que más reformas hacen para favorecer la inversión y facilitar los negocios son los países más desarrollados o los que ya han consolidado estrategias sostenidas de crecimiento económico7. Esto implica que Colombia tendría que hacer reformas más profundas y más rápidas con el fin de superar la competencia de países que ya son atractivos y que, por lo tanto, son receptores netos de inversión.

Por su parte, es tan cierto que faltan reformas por hacer que, en realidad, uno de los pilares para la atracción de inversión en los últimos años (durante el gobierno de Álvaro Uribe, sobre todo) fue la concesión de privilegios a algunos inversionistas a través de, por ejemplo, la creación de Zonas Francas. Sin que este instrumento sea negativo del todo, tiene varios problemas. Primero, como han demostrado economistas como Alejandro Gaviria, esta estrategia ha tenido efectos directos en la capacidad del gobierno central de recaudar impuestos, lo que ha incidido en el déficit fiscal, uno de los problemas macroeconómicos del país. Segundo, esta estrategia implica que algunos inversionistas serán premiados mientras que otros no, lo que afecta las decisiones de inversión de todos los agentes y, además, profundiza la desigualdad en uno de los países más desiguales del mundo8. Tercero, esta estrategia demuestra que el país no ha hecho reformas que favorezcan el ambiente de negocios en general, sino el ambiente de negocios para algunos inversionistas y por decisión de algunos funcionarios.

Otro de los aspectos a tener en cuenta en este ámbito es el de la seguridad. Es cierto que en los últimos años la política de seguridad democrática de Uribe cambió la concepción que, en el escenario internacional, tenían los inversionistas sobre el país. Colombia ya dejó de ser un país en vías de colapso para convertirse en un país en vías de consolidación institucional. Sin embargo, esta política no contempló los efectos en términos de seguridad ciudadana. Por ello, aunque el sector rural en Colombia sea más seguro en la actualidad (sin querer decir esto que ya no existan amenazas a la seguridad), la situación en las ciudades se ha deteriorado, por decir lo menos. Las inversiones en sectores industriales o de servicios se realizan generalmente en las zonas de mayor densidad demográfica y de crecimiento económico; esto es, en las ciudades.

Lo anterior se puede ver en la concentración tanto de fuentes como de usos de la inversión9. Pero lo que es más notorio, y que profundiza lo planteado en los apartados anteriores, es que cerca de 80% de esos recursos se utiliza en dos áreas: minas y canteras y petróleo. Esto quiere decir que la IED en Colombia profundiza la inserción internacional que se planteó con anterioridad.

Crecimiento y desarrollo

Aunque los anteriores aspectos tienen que ver con estrategias de crecimiento y, si son sostenidos en el tiempo y generan bienestar, con el desarrollo, es importante anotar estos dos procesos como un reto aparte. Esto, en tanto existen otros factores que inciden en ambos. Frente a ello vale la pena señalar que hay algunos indicios que demuestran que también acá deben adoptarse estrategias que los faciliten y que los induzcan. Primero, se debe señalar que, debido al perfil de inserción internacional del país, los beneficios no han sido constantes, sino que dependen de la situación internacional y de los principales socios. Un ejemplo de esto es que las exportaciones colombianas han crecido en los últimos años como resultado de los precios del petróleo en el sistema internacional. ¿Qué pasaría si estos precios cayeran? ¿Cuáles han sido los beneficios sociales de estas ganancias?

Segundo, lo anterior permite alertar sobre una posible sobredependencia del país con respecto a su sector externo. Esto sucede en la actualidad en algunos países de alto crecimiento, como China. Sin embargo, como se ha mencionado, Colombia no ha dado el paso de ser exportadora de bienes primarios para convertirse en exportadora de otro tipo de bienes. Por ello, una dependencia exagerada de este sector limitaría las perspectivas de crecimiento y de desarrollo.

Tercero, y como último aspecto, las políticas de inserción económica internacional se han basado en la creación de privilegios: privilegios para algunos países; privilegios para algunos sectores; privilegios para algunos capitales. Esto se manifiesta tanto en el plano doméstico como en el externo. Así, algunos se han beneficiado de la nueva situación del país en el ámbito internacional, pero no todos, y esto permite explicar por qué, a pesar de los indicadores positivos del país, muchos siguen teniendo una imagen negativa y pesimista de lo que está sucediendo. ¿Qué mejor demostración que las políticas de subsidios internos que han degenerado en escándalos públicos de corrupción como fue el caso de Agro-Ingreso Seguro?

Consenso nacional

Este reto se convierte en la base de una positiva inserción de Colombia en el ámbito económico internacional. Como demostré en trabajos previos, los gremios han tenido una incidencia importante en las decisiones adoptadas por el gobierno colombiano10. Pero también la han tenido otros sectores, no tan proclives al libre comercio y la apertura, como son los sindicatos, los medios de comunicación o las organizaciones no gubernamentales (ONG), entre otros.

Esto ha generado dos problemas principales. Primero, pareciera existir una ruptura entre la concepción de crecimiento y desarrollo en la sociedad civil y la de los tomadores de decisiones. Esto, a su vez, implica una mayor distancia entre el Estado y los ciudadanos. Segundo, todas las decisiones adoptadas por el Estado son apoyadas por sectores minúsculos dentro de la sociedad, lo que facilita la comisión de errores, la pérdida de legitimidad del Estado y, en última instancia, la perpetuación de los beneficios para algunos.

Además de lo anterior, el gobierno, representado en los funcionarios elegidos por mayoría o en los tecnócratas nombrados, no ha cumplido una labor de generación de consenso. Al tomar decisiones, lo hace de manera secreta, de espaldas al público, sin hacer esfuerzos reales de demostración de los beneficios tangibles de la política de apertura. De esto son ejemplo los subsidios y los privilegios para algunos. Además de lo anterior, el gobierno se ha decidido por ubicar el tema comercial y económico como una estrategia de solución del problema del conflicto interno o como solución al problema de las drogas ilícitas. Más allá de los errores que se puedan encontrar en el establecimiento de estas relaciones, el público colombiano no ve los beneficios directos y concretos de algunas decisiones para la solución de esos problemas.

Conclusiones

En este escrito se han mostrado algunos de los retos que enfrenta actualmente la estrategia de inserción internacional del país. La evidencia de otros países en el ámbito internacional demuestra que una política reformista favorable a la atracción de inversión extranjera y apertura comercial es la adecuada. Sin embargo, se deben hacer algunos cambios para que esa estrategia sea benéfica para las mayorías y para que genere los indicadores de bienestar social que los ciudadanos esperan. Por ello, a continuación se hacen algunas reflexiones que, a manera de propuestas, podrían mejorar los aspectos señalados. Frente al problema de la diversificación tanto regional como sectorial, como lo señalé en otro escrito, Colombia podría adoptar una estrategia de apertura unilateral11. De esta manera, el país establecería relaciones con los países o regiones que sus empresarios necesitan y no solo con aquellos con los que existen preferencias arancelarias. También así se dinamizarían algunos incentivos que permitirían la consolidación de nuevos sectores con valor agregado. Para esto, sin embargo, es necesaria la adopción de políticas educativas que hagan énfasis en la superación de la baja calidad de la educación, en el fomento de la investigación y el reconocimiento de la baja rigurosidad académica que actualmente impera en el país.

Por su parte, es necesario que, para promover una mayor inversión en otros sectores, se profundicen las reformas que se han adoptado con el fin de eliminar trámites innecesarios, así como mejorar el atractivo de las ciudades colombianas en términos de seguridad y de infraestructura. También es importante que las reformas que se hagan sean de inmediata aplicación a todos los inversionistas y no solo a algunos. De igual manera, estas reformas deben facilitar la toma de decisiones por parte de los individuos; deben fomentar la competencia y la búsqueda de los intereses de cada cual. Esto no se logra con subsidios o preferencias, sino con la consolidación de una verdadera economía de mercado en la que los derechos de propiedad sean protegidos y en donde se incluya a las mayorías.

Sin embargo, nada de esto es posible si no se alcanza un consenso nacional que incluya a los diferentes sectores de la sociedad civil. En este consenso se deben incluir tres aspectos claves. Primero, un consenso sobre la estrategia adoptada, esto es, sobre la apertura comercial y la profundización de una economía de mercado. Segundo, un consenso sobre las compensaciones que se les podrían otorgar a aquellos que se vean afectados. Esto solucionaría, a su vez, dos problemas: por un lado, las presiones contrarias a la estrategia adoptada; por el otro, una mayor desigualdad y concentración de las ganancias. Tercero, el consenso debería establecer claramente los ganadores y los perdedores, con el fin de imprimir una mayor certidumbre sobre los efectos y permitir que los perdedores tomen decisiones sobre su futuro. Por último, debe recordarse que el papel del Estado no puede ser de imposición ni de protección de intereses particulares, sino de facilitación para que los individuos hagan mejor su trabajo. Además, debe ayudarse a la construcción de un mejor ambiente de negocios para todos. Debe procurarse un consenso generalizado. Así lo han hecho otros. Colombia también puede lograrlo.

  • 1. Sobre estas políticas y su evolución, v. por ejemplo José Antonio Ocampo (comp.): Historia económica de Colombia, Planeta, Bogotá, 2007; Salomón Kalmanovitz: Economía y nación. Una breve historia de Colombia, Norma, Bogotá, 2006.
  • 2. Esto lo demuestran los principales indicadores de apertura económica, como los Índices de Libertad Económica Global que publica cada año la Fundación Heritage de Estados Unidos. V. www.heritage.org.
  • 3. Para una discusión interesante frente a este tema, v. Sebastián Edwards: Populismo o mercados. El dilema de América Latina, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2009.
  • 4. La siguiente información es aproximada, corresponde al año 2009 y se tomó del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, www.dane.gov.co.
  • 5. La información se tomó de la página del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo colombiano, www.mincomercio.gov.co.
  • 6. Para consultar los resultados de Colombia, v. www.icfes.gov.co.
  • 7. V. los informes Doing Business en http://espanol.doingbusiness.org/.
  • 8. V. los Informes de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud).
  • 9. Cifras tomadas de www.inviertaencolombia.com.co, agencia encargada de la inversión extranjera en el país.
  • 10. J. Garay: «Gremios y política comercial. El caso de la negociación del tlc con Estados Unidos en la imposición de intereses particulares por encima de los generales» en Martha Ardila et al.: La toma de decisiones de la política exterior colombiana, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2008, pp. 179-203.
  • 11. El artículo al que se hace referencia es J. Garay: «El caso de los tlc en Colombia: una opción adicional» en Revista Zero Nº 25, 2010, pp. 114-119.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 231, Enero - Febrero 2011, ISSN: 0251-3552


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