Opinión
abril 2021

La peligrosa apuesta electoral de Emmanuel Macron

Para continuar su proyecto neoliberal más allá de 2022, Macron está tratando de seducir a la base de la derecha francesa. Pero su estrategia podría terminar poniendo a Marine Le Pen en el poder.

La peligrosa apuesta electoral de Emmanuel Macron

Tras el brutal asesinato del docente Samuel Paty en octubre del año pasado, en Francia todavía hoy se discute extensamente la compatibilidad del islam con los valores de la democracia. Recientemente, el debate registró un nuevo giro. Ahora se centra en la supuesta existencia de lo que antes era una idea marginal, de extrema derecha: el llamado «islamoizquierdismo», una supuesta alianza entre simpatizantes de la izquierda e islamistas en ámbitos académicos y estudiantiles de las universidades francesas, que representa una amenaza a la República francesa.

El concepto se generalizó –de forma en apariencia sorprendente– después de que el presidente francés Emmanuel Macron, su partido y sus ministros lo adoptaran y lo utilizaran para proponer amplios cambios en relación a las libertades civiles en el contexto de una llamada «ley antiseparatismo». En verdad, la reacción de Macron no es en absoluto sorprendente. Ya debería ser evidente para cualquiera que el proyecto político del presidente francés es neoliberal y de derecha. Y con el acortamiento de los márgenes en las encuestas entre él y Marine Le Pen para una potencial segunda vuelta, la estrategia de Macron depende de ganarse la base social de derecha que apoyaría su proyecto.

En cambio, la victoria de Macron en 2017 se percibió en general como superadora de la división izquierda-derecha que había estructurado tradicionalmente la competencia política en Francia desde los comienzos de la Quinta República. Presentando su proyecto político como simultáneamente de derecha y de izquierda, Macron había podido reunir apoyo electoral tanto del Partido Socialista (PS) como de una fracción de los votantes conservadores. La segunda vuelta con Marine Le Pen pareció indicar el surgimiento de una nueva división entre «populistas» y progresistas. El proyecto político de Macron era unificar a los grupos sociales acomodados y educados de la izquierda y de la derecha en un nuevo bloque social que Stefano Palombarini y yo hemos llamado «bloque burgués».

La expansión del bloque burgués

Macron prometió un programa de «reformas estructurales» neoliberales que en teoría estimularía el crecimiento y aliviaría el desempleo, a la vez que promovía la integración europea. Al mismo tiempo, mantuvo un discurso progresista respecto a los derechos individuales y los valores sociales. Beneficiándose de la ruptura de los bloques tradicionales de derecha e izquierda, Macron logró conformar el bloque burgués y ganar las elecciones presidenciales y legislativas.

Pero el bloque burgués es solo una pequeña porción del electorado. Su núcleo –las clases altas y medias altas– se ha expandido hasta incluir a una clase media más amplia gracias a las promesas tanto económicas (crecimiento mediante reformas estructurales) como sociales. Sin embargo, las reformas estructurales –la implementación de una serie de medidas que transformarían en forma radical el modelo socioeconómico francés– son el verdadero objetivo de Macron. Para tener éxito, necesita ampliar su base social más allá del bloque burgués. Y los únicos grupos que podrían apoyar a Macron y su programa de reforma neoliberal pertenecen al antiguo bloque de la derecha, que no está tan preocupado por sus vagas promesas referidas a valores sociales liberales.

Además, el programa de reforma neoliberal de Macron –que involucra una ley laboral, prestaciones de desempleo, jubilaciones y privatizaciones, entre otros temas– es bastante drástico y tiene consecuencias importantes para el ingreso y las desigualdades de estatus. Esto ha despertado una oposición social considerable: en noviembre de 2018 surgió el movimiento de los «chalecos amarillos» (gilets jaunes), que continúa llevando adelante protestas hasta hoy (aunque de una forma más discreta). Teniendo en cuenta su base social más bien estrecha, Macron solo podía lidiar con estas protestas mediante una represión policial bastante brutal y la restricción de las libertades civiles. En consecuencia, el presidente francés no puede ya ser considerado como alguien «ni de derecha ni de izquierda». Tanto en términos de políticas económicas como de valores sociales, su programa está anclado firmemente en la derecha, porque es allí donde reside la base social para su programa de reformas.

Estos procesos ponen fin a la ficción de una nueva división entre populistas y progresistas. Sin embargo, Macron no puede posicionarse como el nuevo líder de la derecha y depender solamente de la tradicional base social de este sector. Uno de los motivos es la existencia de una competencia política en la derecha. Los partidos políticos conservadores como Los Republicanos (LR) se han visto afectados negativamente por el crecimiento de Macron, pero aún no se han desmoronado. Además, la Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) de Marine Le Pen, que tiene una sólida base electoral, también está llevando a cabo acciones para lograr la respetabilidad conservadora. Y finalmente, una fracción de la base social de la derecha tradicional pertenece a las clases populares, que todavía valoran el modelo social francés y no se inclinan demasiado en favor del programa de reforma neoliberal de Macron.

La estrategia de Macron para 2022

Por lo tanto, Macron está intentando conformar un renovado bloque de derecha con una estrategia doble. En primer lugar, es probable que la búsqueda de reformas estructurales neoliberales aleje a una pequeña parte de la clase media de izquierda que se había sumado al bloque burgués en 2017. Sin embargo, y más importante aún, es que tiene todas las chances de ganarse a las clases altas y medias tradicionales que antes habían apoyado a los partidos conservadores con la esperanza de una transformación al estilo Thatcher del modelo francés. Cuando se comparan las reformas de Macron (y François Hollande) con las que los gobiernos de derecha hicieron en las pasadas cuatro décadas, es más que obvio que Macron ha sido y será mucho más liberal que cualquiera de esos gobiernos.

En segundo lugar, la promoción en el debate público por parte de Macron y su partido de varios temas sociales referidos a la identidad –como el llamado «islamoizquierdismo»– es instrumental para la consolidación en la derecha del bloque burgués. Contribuye a difuminar las divisiones entre los «partidos de gobierno», como La República en Marcha, Los Republicanos y el RN de Le Pen, y define un espacio político fuertemente afianzado en la derecha.

La promoción de temas de identidad en los medios de comunicación ayuda a ocultar los aspectos más controvertidos del programa de reforma económica y de ese modo desdibuja la oposición social. No obstante, el peligro es que esta estrategia le dé legitimidad a Le Pen y lleve a Macron a competir con ella por un electorado similar. Macron parece creer que la incompetencia de Le Pen le impedirá ganar la elección presidencial en 2022, pero esto no está en absoluto garantizado. Encuestas recientes muestran una carrera cabeza a cabeza entre Le Pen y Macron en la primera vuelta, mientras que algunas muestran que Macron arañaría la victoria en segunda vuelta por un ínfimo margen de 4 puntos.

¿Qué puede hacer la izquierda?

¿Deja esta situación algo de espacio para una iniciativa de la izquierda? Es probable que el surgimiento del bloque burgués haya fracturado para siempre al tradicional bloque de la izquierda y le haya hecho perder a parte de la clase media calificada. Una estrategia política de izquierda solo puede intentar conformar un bloque social renovado mediante un programa político muy diferente del que el PS presentó hasta 2017.

Un debate social que gire en torno de temas materiales concretos –y un partido capaz de proponer una alternativa programática a los proyectos de reformas neoliberales– podría aspirar a reunir un bloque de izquierda revitalizado.

Por ese motivo, la izquierda se beneficiaría si reenfocara el debate público en temas económicos estructurales (la transformación neoliberal del modelo socioeconómico francés) y se alejara de temas de identidad, raza o religión. Hay, después de todo, una mayoría social que está a favor de las instituciones que el programa de Macron apunta a desmantelar: la educación pública, la protección social y el sistema público de salud.

 

Fuente: IPS

Traducción: María Alejandra Cucchi



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