Ensayo
NUSO Nº 282 / Julio - Agosto 2019

Juego de tronos o el devenir autoritario del «populismo de izquierda»

La octava y última temporada de la serie televisiva Juego de tronos, y particularmente su episodio 5, ponen en cuestión las pretensiones emancipadoras del «populismo de izquierda» teorizado por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, con eco entre los líderes «liberadores» que creen ser Pablo Iglesias y Jean-Luc Mélenchon... ¡Atención, incluye spoilers!

Juego de tronos o el devenir autoritario del «populismo de izquierda»

Juego de tronos [Game of Thrones], una de las series más populares del mundo en la historia de la televisión, es una producción de la cadena estadounidense hbo basada en una adaptación de David Benioff y D.B. Weiss de las novelas de fantasy medieval de George R.R. Martin. El primer episodio se emitió en abril de 2011 en Estados Unidos. La serie finalizó este año: el primer episodio de la octava y última temporada se emitió el 14 de abril de 2019, y el sexto y último episodio, el 19 de mayo de 2019.

Juego de tronos resulta interesante políticamente ya que expresa una relación polifónica con la política y el poder, en la que se enfrentan y conviven especialmente lógicas kantianas (en el sentido de una moral en tanto «imperativo categórico»), «maquiavelianas» (en el sentido del recurso a medios inmorales para lograr fines morales) y «maquiavélicas» (en el sentido de un cinismo erróneamente atribuido a Maquiavelo), con hibridaciones cambiantes en función de las situaciones, pero también de las formas de indiferencia respecto del poder político. En consecuencia, la serie ofrece materiales interesantes para alimentar una reflexión política con gusto por los matices. En el registro propio del «juego de lenguaje» de las series televisivas, distinto del registro de los «juegos de conocimiento» de la filosofía y las ciencias sociales, Juego de tronos constituye incluso un modo de investigación específico de la política, una forma original de teorización política si se la inscribe en un diálogo transfronterizo con los registros eruditos de la filosofía y las ciencias sociales.

Khaleesi: heroína de Podemos

El personaje de Daenerys Targaryen, llamada Khaleesi, «Madre de Dragones y Rompedora de Cadenas», hizo soñar hace algunos años a Pablo Iglesias, líder de la organización de la izquierda radical española Podemos. Constituía, al comienzo de esta octava temporada, una de las candidatas mejor posicionadas para ocupar el famoso Trono de Hierro. El secretario general de Podemos dirigió un libro colectivo sobre la serie, compuesto de contribuciones de dirigentes, intelectuales y personas cercanas a su organización: Ganar o morir. Lecciones políticas en Juego de tronos, que se publicó en España en 2014. Para Iglesias, en ese momento, Khaleesi constituía una suerte de encarnación heroica de su derrotero político:

Solo gracias a esa legitimidad que va conquistando y demostrando es como consigue reunir un gran poder, y es gracias a ese poder como consigue apuntalar y acrecentar su legitimidad. Poder y legitimidad se relacionan de un modo completamente circular (...). Sin sus acciones «ejemplares», Khaleesi no obtendría el reconocimiento y la legitimidad gracias a los cuales acumula cada vez más poder. Su proyecto político de ruptura del orden establecido depende completamente del carácter ejemplar de sus acciones. Para un proyecto emancipador de ruptura, sin legitimidad moral no hay poder.

Y agrega, en contra del personaje de Ned Stark, un hombre de moral demasiado rígida según Iglesias, eliminado en la primera temporada y al que podría calificarse de «kantiano»: «Podemos elegirnos a nosotros mismos como buenos al modo de Ned Stark, o como Khaleesi, podemos aspirar a usar la política para mejorar lo colectivo».

La perspectiva de Iglesias es aquí legítima en materia de filosofía política. Podría caracterizarse de «maquiaveliana» (a diferencia de la «maquiavélica», es decir, de un inmoralismo erróneamente asociado a Maquiavelo), en el sentido de que medios desfasados de los fines perseguidos pueden utilizarse para promover esos fines. Iglesias habla además de la «verdad (...) establecida por Maquiavelo»: «los buenos discursos, sin garras y sin dientes, no bastan».

Esta lógica «maquiaveliana» es la de los dirigentes de Podemos, en la manera en que pretendieron dar una «solución política» a los supuestos «límites» del movimiento de autoorganización ciudadana de los indignados o Movimiento 15-m (nacido el 15 de mayo de 2011 en la Puerta del Sol, en Madrid): «Sin embargo, resultará insuficiente clamar ‘indignados’ desde el lugar de la mera legitimidad sin dar el paso de disputar de un modo efectivo el trono. Sin una estrategia verosímil de disputa del poder, sin unos dragones, sin una Khaleesi capaz de agregar el poder de los esclavos».

Los ricos materiales en cuanto a las relaciones diversificadas con la política ofrecidos por Juego de tronos no constituyen lamentablemente una base para desarrollar la imaginación política de los dirigentes de Podemos, pero sirven sobre todo como ilustración legitimante para una banal empresa política autoproclamada «nueva». ¿Banal empresa política? Porque, con las «lecciones políticas» que obtiene Iglesias de la serie, nos alejamos de la inventiva popular del Movimiento 15-m para recaer en lo político bien identificado y estrecho: «En Game of Thrones, como en El príncipe, la política es solo la lucha para conquistar o mantener el poder. Aquí reside una de las grandezas de la historia de Game of Thrones a la hora de aproximarse a la política».

«Conquistar o mantener el poder»: ¡he aquí una concepción original de la emancipación! ¿Acaso de la emancipación de los políticos profesionales respecto de aquellos a quienes pretenden representar?

Sobre el «populismo de izquierda» de Laclau y Mouffe

La noción de «populismo de izquierda» se presenta como una alternativa política que proviene de reflexiones conjuntas o separadas de dos teóricos políticos: el argentino Ernesto Laclau (hoy fallecido) y la belga Chantal Mouffe. En su libro conjunto de 1985, Hegemonía y estrategia socialista, hacen del «pueblo» una construcción resultante de los discursos de representantes, y no algo dado de antemano a través de intereses objetivos (como el proletariado en Marx y los marxistas). En su último libro, Mouffe resume: «el ‘pueblo’ no constituye un referente empírico, sino una construcción política discursiva. Por lo tanto, no tiene una existencia previa a su articulación performativa y no puede ser aprehendido mediante categorías sociológicas».

En sus reflexiones sobre el populismo, Laclau insistirá además en la importancia de los representantes en la construcción del «pueblo»: «El representado depende del representante para la constitución de su identidad». Irá aún más lejos en sacralizar el lugar del líder único, siguiendo los pasos de Juan Perón y el populismo peronista en Argentina, al hablar del carácter central del rol del líder. Mouffe se inscribió en esa huella en su reciente promoción de un «populismo de izquierda». En un libro en el que dialoga con el dirigente de Podemos Íñigo Errejón (ex-aliado de Iglesias, devenido rival en el seno de Podemos, que abandonó la organización en ocasión de las elecciones regionales de 2019), señala a propósito de la figura del «líder carismático»: «Para crear una voluntad colectiva a partir de demandas heterogéneas, se necesita una figura que pueda representar su unidad; creo pues que no puede haber un momento populista sin líder, eso es evidente». Sin embargo, agrega un matiz, más cerca de una petición de principios cool que de un análisis de las experiencias históricas de oligarquización de la política por parte de los líderes de extrema derecha, derecha o izquierda: para Mouffe, sería perfectamente posible establecer otro tipo de relación, menos verticalista, entre el líder y los diferentes grupos que forman parte del movimiento.

En síntesis, el sueño del líder simpático, no autoritario, verticalista pero no demasiado... ¿Pablo Iglesias? ¿Jean-Luc Mélenchon?... ¿Khaleesi? Ese es el sueño que romperá el episodio 5 de la temporada 8 de Juego de tronos. Esperando la continuación de la historia, se entiende mejor por qué las teorizaciones de Mouffe han sido tan bien recibidas del lado de Iglesias (y por Errejón, que ha publicado un libro conjunto) y más aún del de Mélenchon (y también de François Ruffin): ¡siempre es bueno tener una justificación filosófica de su (posible) liderazgo!

En el marco de la estrategia del «populismo de izquierda», la acción de los representantes y del líder para construir «el pueblo» ocupa un lugar en una dinámica de confrontación binaria llamada «pueblo/casta», «pueblo/elites» o «pueblo/oligarquía».

La ambigüedad de Khaleesi y lo impensado del «populismo de izquierda»

En el episodio 10 de la temporada 3 de Juego de tronos, la ambigüedad aparece en la relación entre Khaleesi y la emancipación. Con su ejército, liberó esclavos. Frente a esos esclavos liberados, sostiene sin embargo el discurso de la autoemancipación: «Ustedes no me deben su libertad. Yo no se la di. Su libertad no es algo que yo pueda darles. Les pertenece a ustedes y solamente a ustedes. Si ustedes la quieren, deben tomarla ustedes mismos. Cada uno de ustedes». Luego, los esclavos liberados gritan «Madre, Madre, Madre...» y llevan a Khaleesi en andas, en la lógica de la consagración de un «fetiche político», tal como fue analizado por Pierre Bourdieu. ¿Se trata entonces de autoemancipación (según la expresión de Karl Marx en los estatutos de la Primera Internacional Obrera en 1864: «la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos») o de una emancipación llevada a cabo por otros? Aquí se observa una ambigüedad clásica entre el verbo transitivo «emancipar» (por) y el verbo pronominal «emanciparse»; el primero tiene en Khaleesi la apariencia del segundo. Esta ambigüedad se encuentra en Iglesias en su apología de la heroína de Juego de tronos: «Sabe, por su propia experiencia, que la elección real para los débiles nunca es ‘que haya poder o que no haya poder’, sino que el poder lo tengan quienes ponen cadenas o quienes quieren acabar con las cadenas». Uno tiene la sensación de que «los que rompen cadenas» están más del lado de los líderes que de los propios esclavos. Sensación reforzada si uno recuerda la fórmula de Iglesias a propósito de la necesidad, en sintonía con el populismo de Laclau y Mouffe, de una Khaleesi «capaz de agregar el poder de los esclavos».

La ambigüedad de Khaleesi se desplaza a lo impensado en Laclau y Mouffe, olvidando la crítica libertaria (como en Mijaíl Bakunin o Louise Michel) y sociológica (de Max Weber y Robert Michels a Bourdieu) de la representación política. Esta doble crítica señala los riesgos de la concentración de poder, a través de los mecanismos representativos, que inducen a una dominación propiamente política de los representantes sobre los representados, dominación soft en nuestros Estados de derecho, con variaciones más o menos autoritarias en función de los países y los momentos. Esto tiene consecuencias en la producción en el seno mismo de las fuerzas que reivindican la emancipación de tendencias «oligárquicas». Algo de lo cual los dirigentes de Podemos o de Francia Insumisa tampoco hablan; sin embargo, Errejón navegó en su juventud en los sectores libertarios...

Temporada 8, episodio 5: el momento libertario

El episodio 5 de la temporada 8 de Juego de tronos constituye de alguna manera un momento libertario. Es tal vez incluso uno de los hilos transversales libertarios (aunque no el hilo filosófico transversal, como cree poder afirmar Canjuers en su blog de Mediapart), tal como lo puso sutilmente en evidencia el mismo Canjuers hablando de una perspectiva de «democracia radical»: «la demostración implacable, a través del propio curso de los acontecimientos, de la falsedad de todos los destinos trascendentes utilizados para legitimar el poder» o incluso «destruir una a una todas las pretensiones de legitimidad trascendente para un poder soberano». Así, Khaleesi, que liberó a los esclavos, que contribuyó a salvar a la humanidad del ejército de los muertos, que tiene a menudo en la boca la perspectiva de «una sociedad mejor» librada del poder de los «tiranos», cometerá un acto irreparable en la confrontación con la cruel Cersei Lannister. Aun cuando las tropas enemigas estaban derrotadas y sus ejércitos podían sitiar la ciudad de Desembarco del Rey sin que se derramara más sangre, procederá a una masacre con su dragón, quemando la ciudad, no solamente a los soldados, sino a los civiles, a los niños, de a miles... Masacrará en nombre del Bien a más personas que Cersei en sus desórdenes cínicos. Muchos fans de Khaleesi todavía no se recuperaron. El propio Iglesias tuiteó con rabia el 13 de mayo de 2019: «¿Nadie tiene la sensación de que han matado la complejidad de los personajes y la trama?».

¿No se trata, en cambio, de una complejidad más, tener en cuenta el hecho de que un poder excesivo puesto en manos de una persona amable, amiga de los oprimidos, defensora del Bien, pueda arrastrarla, en la dinámica de sus pasiones personales, a abusar de su poder y transformarse ella misma momentáneamente en tirana, en tirana para «el Pueblo», en tirana del Bien? Todo ello sin que su carácter amable ni sus convicciones éticas y políticas sean sin embargo invalidados, por ende, sin maniqueísmo. Este podía ser uno de los sentidos (libertario) del leitmotiv «Winter is coming» (El invierno se aproxima), no solo a través de la amenaza sobre la existencia de la humanidad del ejército de los muertos, sino también en las confrontaciones sanguinarias de los jefes de los humanos, en su «humana inhumanidad», con el apoyo de lo que Étienne de La Boétie llamó en el siglo xvi la «servidumbre voluntaria» de los oprimidos... La experiencia histórica de lo que se denominó masivamente «comunismo» en el siglo xx está allí para dar testimonio de ello. Las conversaciones entre Khaleesi y Jon Snow en el episodio 6 apoyan esta hipótesis:

Khaleesi: Uno no puede protegerse detrás de la clemencia. El mundo que necesitamos no será construido por hombres leales al mundo que existe.Jon Snow: El mundo que necesitamos es un mundo de clemencia.Khaleesi: Lo será. No es fácil imaginar algo que nunca existió. Un mundo mejor.Jon Snow: ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que será mejor?Khaleesi: Porque sé lo que es bueno.

La líder del «pueblo» sabe lo que es bueno. ¿Como el propio Iglesias o Mélenchon...? Desde luego, en estos últimos casos, no se trata de hecatombes generadas por batallas entre aspirantes a la corona en un periodo medieval imaginario, sino solo de tendencias oligárquicas controladas en Estados de derecho que limitan las formas más sangrientas de la arbitrariedad estatal. Pero, sin embargo, se trata también del devenir autoritario del «populismo de izquierda».

Temporada 8, episodio 6: entre el retorno del verticalismo gobernante y las aperturas libertarias

Luego de ese momento libertario, en el último episodio se produce un balanceo inverso hacia nuestra familiaridad con la evidencia del verticalismo gobernante. Es elegido un nuevo rey, esta vez supuestamente dotado de sabiduría y moderación. Desde luego, tal como lo había anticipado Canjuers al final del episodio 5, se trata de «un desgraciado que no tiene realmente elección, de ningún tipo, que no proclama ninguna legitimidad trascendente». Aunque se cierne sobre el joven discapacitado Bran Stark como una elección sobrenatural... Tras su cuestionamiento radicalmente libertario, Juego de tronos vuelve al sueño mitológico del buen jefe.

Este movimiento pendular es quizás un indicio de que la serie se debate con una tensión propia de la política representativa moderna, finamente percibida por Bourdieu: Existe una suerte de antinomia inherente a lo político que obedece al hecho de que los individuos –y tanto más cuanto más desprovistos están– no pueden constituirse (o ser constituidos) en tanto grupo, es decir en tanto fuerza capaz de hacerse oír y de hablar y de ser escuchada, sino desposeyéndose en provecho de un portavoz. Es necesario siempre arriesgar la alienación política para escapar a la alienación política.

En este pasaje, Bourdieu señala dos cosas rara vez asociadas en una misma observación, y eso a través de una tensión que no puede eliminarse. Primero, para existir públicamente, para que sus experiencias, sus intereses y su identidad sean tenidos en cuenta en el espacio público, una colectividad necesita de un portavoz. Pero, segundo, la existencia de esos portavoces encierra la posibilidad de la usurpación de la palabra y el riesgo de la dominación de los representantes sobre los representados.

Sin embargo, el verticalismo gobernante tradicional no es el único horizonte en el cual termina Juego de tronos. Los quizás alternativos permanecen de manera velada, bajo la forma de brechas libertarias. Ante todo, una apertura utópica se perfila con el alma exploradora de Arya Stark hacia otros lugares desconocidos del otro lado del océano. Una apertura melancólica cierra también el episodio 6, cuando Jon Snow parte con los «salvajes», o «Pueblo Libre», más allá del Muro de «la civilización», alejándose por paisajes nevados...


Nota: traducción del francés de Gustavo Recalde.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 282, Julio - Agosto 2019, ISSN: 0251-3552


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