Opinión
septiembre 2019

La larga travesía de Netanyahu

¿Está realmente derrotado el primer ministro israelí?

El líder israelí que ha superado este año a David Ben Gurion como el político que más ha durado en la jefatura máxima del país, intentará agotar sus recursos para mantenerse en el poder. Las elecciones no se han dado como esperaba y tiene escándalos judiciales en puerta. Su ambición, sin embargo, está intacta.

<p>La larga travesía de Netanyahu</p>  ¿Está realmente derrotado el primer ministro israelí?

Si luego de las elecciones presidenciales de abril a la potencial coalición gobernante de Benjamín Netanyahu le faltaba un solo asiento parlamentario para garantizar su permanencia en el poder, hoy necesita al menos cinco o seis para alcanzar los 61, el número que le daría la tranquilidad de sostener el gobierno. ¿Esto indica que el primer ministro israelí que más tiempo sirvió en el cargo tiene sus días contados? Evidentemente no. Sería una tontería esperar que Bibi caiga o se retire sin luchar. Netanyahu es un sobreviviente político que ha renacido más de una vez de las cenizas. De hecho, llevó al Likud desde su marca más baja de la historia -solo 12 diputados en 2006- a ser la mayor fuerza política durante diez años. Apostar contra él requiere de audacia. La elección podrá haber terminado, pero la verdadera batalla - judicial y política- acaba de comenzar.

Durante las elecciones realizadas el pasado 17 de septiembre, casi cuatro millones y medio de personas votaron por partidos que cruzaron el umbral electoral (es necesario tener en cuenta que se necesita3,2% de los votos totales para entrar a la Knesset). La lista opositora Azul y Blanco obtuvo 1.148.700 votos (23 mil más que en las elecciones de abril) mientras que el Likud de Benjamín Netanyahu solo 1.111.535 (30 mil menos que en la anterior contienda). Esto provocó que la lista del principal opositor, el ex jefe del Ejército Benny Gantz, lograse 33 diputados y que la del actual primer ministro solo obtuviera 31 representantes (en abril ambos habían resultado empatados con 35 escaños para cada uno).La diferencia es más notoria si se considera que en esta oportunidad el Likud incluyó dentro de su lista al partido Kulanu, que en abril había sacado de manera separada 150 mil votos y conseguido 4 diputados. La pérdida de sufragios en el Likud puede ser explicada por el propio crecimiento del candidato ruso-israelí Avigdor Lieberman (reconvertido en paladín de la secularidad israelí a pesar de habitar en un asentamiento en Cisjordania), quién casi dobló su performance electoral: pasó de 173 mil votos en abril a 309 mil en septiembre.

En cuanto a los partidos ultraortodoxos, sus votos también aumentaron ligeramente. Alertados por sus rabinos de que era necesario hacer un esfuerzo ante la amenaza de una futura hegemonía secular, los religiosos ashkenazis (descendientes de europeos) aumentaron un 10% su caudal con respecto a abril (de 249 mil a 268 mil) y los ultraortodoxos mizrahis (judíos provenientes de Oriente medio y el Magreb) lo hicieron en casi un 30% (de 258 mil en abril a 329 mil en septiembre). En conjunto, lograron 17 escaños. La izquierda sionista encarnada hoy en la Unión Democrática (que en abril compitió con el sello del Meretz) logró apenas agrandar su representación, y con la suma del ex primer ministro Ehud Barak a sus filas y 40 mil votos más, quedaron con 5 diputados. Es decir, uno más que en las elecciones de abril y uno menos que los 6 representantes conseguidos por el Laborismo -partido fundador del Estado- que año a año aumenta su irrelevancia. Por su parte, la gran sorpresa de la contienda correspondió al bloque unificado árabe denominado "Lista conjunta", integrada por tres movimientos árabe-israelíes y el Partido Comunista Israelí, que aumento sus votos en un 40%. (obtuvo 337 mil en abril y 470 mil en septiembre). Este bloque consiguió 13 diputados.

Un rápido panorama permite sostener algunas rápidas conclusiones sobre el comportamiento del electorado israelí en esta inédita segunda ronda electoral. La alarma enunciada por Bibi el día de la votación de que muchos militantes del Likud no estaban concurriendo a votar, terminó siendo una profecía autocumplida. El principal problema del primer ministro fue que no pudo retener a todos sus votantes ni a los de Kulanu, quienes prefirieron quedarse en sus casas al no desear votar por un Likud encabezado por un Netanyahu acusado de tres casos graves de corrupción -por los cargos de soborno, fraude y abuso de confianza- o que simplemente migraron hacia Lieberman atraídos por su agenda de ampliación de derechos civiles para la población secular. Otro sector que también parece haber abandonado a Netanyahu es el que representa a los etíopes israelíes que han protestado en los últimos meses contra la brutalidad policial y el racismo institucional. No obstante, el voto secular de centro y centroizquierda liberal (encarnado en Azul y Blanco, el partido Laborista y la Unión Democrática-Meretz) no aumentó exponencialmente su caudal y pasó de 1.473.224 en abril a 1.553.490 en septiembre. A la vez, más israelíes votaron por partidos de extrema derecha (Yamina y Otzmah Israel) en esta elección que en la anterior, aunque su representación no aumentó debido a que el partido racista Otzmah no logró superar el umbral electoral (combinados los dos partidos sacaron 343 mil votos, 50 mil más que en abril, pero si uno resta los votos de Otzmah -que no entró al Parlamento- quedan solo 260.339 "votos útiles").

En contraposición de lo que había planeado el primer ministro, los grandes beneficiarios de la nueva ronda electoral terminaron siendo dos rivales de Netanyahu: uno que viene del "fuego amigo" y otro que representa a un sector constantemente vilipendiado por Bibi. Avigdor Lieberman, ex canciller y ex ministro de Defensa que había participado de todos los gobiernos del Likud, duplicó sus votos debido al apoyo de derechistas desencantados ante las acusaciones de corrupción como de centristas atraídos por sus iniciativas a favor de que haya transporte estatal los días sábados, la posibilidad de existan casamientos civiles o que los ultraortodoxos concurran al Ejército. Con solo cinco diputados en abril y ocho en esta oportunidad, Lieberman se convirtió en el titiritero de ambas elecciones: si acordaba con Netanyahu hace cinco meses no hubiese habido una nueva contienda en septiembre y si hoy no se opusiera a Bibi, el líder del Likud ya tendría conformado un nuevo gobierno de derecha junto a sus aliados ultraortodoxos.

El otro actor que aumentó su influencia parlamentaria fue el de la alianza electoral que representa principalmente a los árabes israelíes (como se denomina a los palestinos con ciudadanía israelí). En esta oportunidad, este sector de la población israelí que representa cerca del 20% del total, votó atípicamente en masa -gran parte de ellos acostumbra a boicotear el acto electoral-. El voto masivo de este sector estuvo motivado por los insultos ("los árabes nos quieren eliminar a todos: hombres, mujeres y niños") y por las acciones (la controvertida ley de Estado-Nación judía) articuladas constantemente por Netanyahu. La situación no solo provocó una mayor participación árabe, sino también que más judíos israelíes votaran a la "Lista Conjunta" como castigo al establishment político judío. Además, hoy deseosos de ganar influencia y de que haya un próximo gobierno que no sea liderado por Netanyahu, diez de los trece representantes de la "Lista Conjunta" le recomendaron al presidente israelí Reuven Rivlin que elija a Benny Gantz para liderar un nuevo gobierno, aun a sabiendas de que el propio ex jefe del Ejército descartó sentarse en una coalición con ellos.

Por ley, el presidente israelí tiene la tarea de elegir al diputado más recomendado por las diferentes facciones políticas -o el que él mismo considere que tenga más posibilidades- para tratar de formar la próxima coalición de gobierno. El actual mandatario Reuven Rivlin ha pedido públicamente un gobierno de unidad nacional, pero no tiene el poder legal para obligar a Gantz o Netanyahu a formar uno juntos. De no haber acuerdo, Rivlin tiene una fecha límite. Y esa fecha es el 2 de octubre. Es el último día que tiene para decidir quién será el candidato que tenga cuatro semanas para formar su gobierno. Según lo anunciado, el presidente israelí preferiría otorgar el mandato una semana antes, el 25 de septiembre, que es el primer día que podrá hacerlo por ley. Sin embargo, el domingo 28 de septiembre comienza el año nuevo judío y es probable que se tome hasta el fin de dicha festividad para decidirlo. Asimismo, el miércoles 2 de octubre o el jueves 3 de octubre, dos días después de Rosh Hashaná, acontecerá la audiencia previa que el procurador general de Israel Avichai Mandelblit debe tener con Netanyahu antes de decidir si lo enjuicia o no por corrupción. Y ese mismo jueves la nueva Knesset prestara juramento. Si el 2 de octubre es el día elegido, el candidato tendrá hasta el 30 de octubre para tratar de armar un gobierno, aunque es posible extender el mandato por dos semanas más hasta el 13 de noviembre, si el presidente considera que se está haciendo un progreso real para construir una coalición. Si el primer elegido no logra formar un gobierno, el mandato pasará al otro candidato más recomendado. Este también gozará de solo cuatro semanas, pero sin ninguna posible extensión. Así, llegaría a una fecha límite que rondaría hasta el 11 de diciembre.

Mientras tanto, Mandelblit necesitará al menos un mes para decidir si acusa a Netanyahu después de las audiencias, las cuales podrían extenderse más allá del 3 de octubre y continuar durante algunas semanas hasta principios de noviembre. Si Netanyahu es enjuiciado, se espera que sea antes de que el Fiscal del Estado Shai Nitzan se retire el 15 de diciembre (Nitzan ha trabajado en todas las acusaciones desde un comienzo y es creíble que Mandelblit pretenda presentar un frente unido.)Dependiendo de cuándo terminen las audiencias, el calendario para la decisión de Mandelblit se superpondrá con un posible segundo mandato para formar gobierno, lo que sin ninguna duda afectará las negociaciones de la coalición en curso. Lo que abre el interrogante de si conviene ser elegido por el presidente en primer o segundo lugar para formar gobierno, y así aprovechar (o tratar de adelantarse) a una posible decisión judicial. La movida de ser seleccionado en segunda instancia parece dar más influencia y posibilidades, pero conlleva un riesgo basado en dejar que el otro tome el control del proceso. Si Netanyahu logra ser primer ministro formando una nueva coalición, legalmente no se verá obligado a renunciar (a menos de que haya una resolución de la Corte Suprema). Pero si solo es ministro (de Defensa, Canciller, etc.) de un gobierno no encabezado por él, la ley le exige que renuncie tan pronto como sea enjuiciado. Por lo tanto, una coalición que solo se le ofrezca a Netanyahu un puesto de gabinete de alto rango no es la mejor alternativa para su futuro, ya que no tendrá los diputados que precisa para lograr sancionar un plan de inmunidad judicial.

En los papeles, Netanyahu parece no tener ningún camino hacia una coalición que le garantice salvar su pellejo, pero sería una tontería subestimarlo.El líder israelí que ha superado este año a David Ben Gurion como el político que más ha durado en la jefatura máxima del país, intentará hacer todo lo que crea conveniente para mantenerse en el poder. Recordando el proverbio judío que reza que "un hombre que se ahoga se agarrará hasta por la punta de una espada", Bibi le prometerá lo que sea a sus opositores. No solo a Lieberman, sino incluso a integrantes de la opositora lista Azul y Blanco, a los que pretenderá dividir. De hecho, es pertinente recordar que después de las elecciones de abril, Netanyahu le ofreció varios incentivos a la Lista Árabe Unida -la facción islámica dentro de la "Lista Conjunta"- para que dos de sus legisladores se ausenten de la votación que podía confirmar su gobierno.

No hay un solo principio o posición del actual primer ministro que no esté a la venta. La única condición es que él mantenga el poder. Mientras tanto, Netanyahu no tiene absolutamente ninguna razón para apurarse mientras sea primer ministro. Quizás sus abogados puedan presentar nuevas pruebas y convenzan a la justicia de retirar algunos cargos, o incluso consiga celebrar una inédita tercera elección el año que viene (donde él seguiría todavía como primer ministro). El notable poder de permanencia de Netanyahu está basado en su capacidad para proyectar poder y estabilidad. Sin embargo, vendrán largos y turbulentos meses donde esas dos cualidades se verán amenazadas constantemente. Si bien aún tiene alternativas para sobrevivir, es probable que encuentre su propio destino en el mismo camino que tome para evitarlo.


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