«En Haití hay un desmoronamiento de todos los aspectos de la vida social»
noviembre 2016
En esta entrevista, el cineasta y activista haitiano Arnold Antonin repasa las crisis que atraviesa el país y la situación política en el marco de las nuevas elecciones presidenciales del 20 de noviembre.
¿Cuál es el balance de los últimos años con Michel Martelly, un outsider que saltó de la música a la presidencia y acaba de terminar su mandato?
Martelly surgió en Haití un poco como Donald Trump en Estados Unidos, por fuera de cualquier tipo de patrón pero con carisma y un discurso antisistema, con grandes promesas y una actitud de desafío hacia todo, con un lenguaje muy crudo. Y así se impuso como presidente. Venía del mundo de la música, era un cantante con éxito, y parecía una especie de burla al mundo político y hasta al sentido común. Lo paradójico, se sabría luego, es que al parecer no ganó verdaderamente las elecciones y fue Hillary Clinton quien lo impuso. Una vez en el poder el nuevo presidente prometió hacer una revolución basada en las cinco E: educación, energía, empleo, estado de derecho y medio ambiente (environnement, en francés). Hoy el balance es raquítico. Su peor enemigo fue él mismo. Insultó a todo el mundo. Actuó de manera soberbia y soez. Hizo declaraciones groseras sobre diputados, los trataba de «maricas», alababa el tamaño de su sexo en público, y en una ocasión, frente a una interpelación de una mujer del público, le respondió que si quería acostarse con él, estaba dispuesto a hacerlo de inmediato… así fue todo el tiempo, provocación tras provocación. Por otro lado, su principal slogan era «Haiti is open for business» [Haití está abierta a los negocios], pero en realidad no logró atraer capitales, y ni siquiera logró convocar las elecciones municipales y legislativas previstas por la Constitución durante su mandato. Hasta en eso fracasó.
Y ahora no hay gobierno…
En la primera vuelta de elecciones de octubre él nombró como candidato, como un mago que saca un conejo de la galera, a un joven agroindustrial exitoso en la exportación de bananas llamado Jovenel Moïse, y lo presentó como postulante de su partido, el Pati Hayisyen Tèt Kale [Partido Haitiano de las Cabezas Rapadas]. Moïse estaba por ganar las elecciones, según todas las probabilidades, en medio de denuncias de fraude y movilización de la prensa y la opinión pública. Y al final, en medio de protestas, se creó una comisión independiente de verificación de las elecciones que dictaminó que debían realizarse nuevas elecciones. El 7 de febrero, con la intermediación de la Organización de Estados Americanos (OEA), Martelly decidió dejar el poder dado que terminaba su mandato constitucional. Se llegó a un acuerdo con el presidente del Senado para nombrar una figura de transición que convocara a elecciones en tres meses. Y él mismo, Jocelerme Privert, se hizo elegir presidente provisional por fuera de los marcos constitucionales, que no prevén esa figura. Todo el mundo sabía que no iba a poder convocar a elecciones en tres meses y diez meses después Privert sigue en el poder y se comportó como un presidente electo. El otro hecho paradójico es que varios parlamentarios elegidos en esas elecciones cuestionadas tuvieron tiempo de juramentarse y se quedaron en sus cargos. Estamos frente a una concentración de hechos inconstitucionales.
Finalmente, las elecciones fueron fijadas para el 9 de octubre pero entonces llegó el huracán Matthew, y se pospusieron para el 20 de noviembre. Los principales candidatos son Jovenel Moïse del PTK, Jude Celestin, de la Liga Alternativa por el Progreso y Emancipación Haitiana, Moise Jean Charles del partido Hijos del padre de la patria Dessalines y la médica Maryse Narcisse, de Familia Lavalas, del expresidente Jean-Bertrand Aristide. Estas elecciones las debe pagar íntegramente el Estado haitiano ya que la comunidad internacional había aceptable la primera vuelta y ngeó los fondos que tradicionalmente viene otorgando para los comicios.
¿Y Aristide sigue teniendo apoyo popular?
Tiene, claro. Su partido está entre los cuatro más destacados. Pero ha perdido muchos seguidores. El problema de estas elecciones es que los perdedores no van a reconocer la elección gane quien gane. Lo decían ya abiertamente antes de Trump.
En este marco político caótico llegó el Huracán, que causó una catástrofe en el sur de Haití, una devastación equivalente a la del terremoto de 2010 en Puerto Príncipe. Pero todos estos desastres son producto de la negligencia criminal de los dirigentes haitianos. No se ha tomado ninguna medida para hacer frente a esa situación. Como dijimos varias veces en nuestra revista, el Observatorio de la Reconstrucción, en Haití es una ilusión creer que se está combatiendo la pobreza, el caos político o los desastres naturales. Porque estas tres cosas son fondos de comercio, hay grupos poderosos que sacan provecho de todo eso. Si no se logra romper con ese esquema el país nunca va a progresar.
¿Y qué pasa con la Minustah [Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití], que lleva más de una década en el país?
Ha reducido la cantidad de efectivos pero renovó su presencia en el país. Desgraciadamente está muy desacreditada. En estos años se gastaron 650 millones de dólares al año, mientras que para el ciclón solo se consiguieron 10 millones. Su principal misión terminó siendo protegerse a sí misma. Y en segundo lugar, algunos soldados nepaleses fueron los introductores del cólera, que ha creado una hecatombe que ha sido la causa de 9.000 muertos, equivalente al balance de una guerra en el medio Oriente, se podría decir. Se reclamó que al menos la ONU reconociera su responsabilidad y utilizara sus fondos para reconstruir el sistema de salud haitiano. Pero la ONU no lo aceptó. Ban Ki-Moon recientemente se limitó a pedir disculpas, pero es al menos una forma de reconocimiento de la responsabilidad de la ONU. Espero que su sucesor Antonio Guterres, que es un hombre sensible a estos temas, se ocupe de la utilización de los fondos de la ONU en Haití para la reparación de los daños cometidos.
Pese a que se dijo que se iba a aprovechar el terremoto para repensar, desde el punto de vista político y social, y hasta del medio ambiente, la reconstrucción de Haití, esto no ha sido así de ningún modo. A tal punto que hoy hay un desmoronamiento sobre todos los frentes: sanitario –hubo tres meses de huelga general radical en los hospitales y la gente casi no se dio cuenta, a tal punto llega la crisis del sistema–; de los servicios públicos –puentes, carreteras, transporte, energía–; de la seguridad pública; en la Justicia; en las cárceles, donde hay fugas masivas; de la educación, pese a las promesas de Martelly (la universidad se paralizó por una huelga y ocupación de seis meses); de la recolección de basura, que invadió las calles. Y a esto se suma una catástrofe ambiental.
¿Qué se puede hacer?
En 2010 desde el Observatorio de la Reconstrucción que creamos conjuntamente con Fundación Friedrich Ebert y el Centre Pétion-Bolivar, propusimos la creación de una entidad estatal autónoma que se ocupara de la reconstrucción del país sobre nuevas bases, para evitar que se cayera en los espasmos permanentes de la vida política haitiana. La reconstrucción debe tener en cuenta los cambios climáticos y en vez de comenzar en Puerto Príncipe debería hacérselo por las ciudades del interior. En Haití hace falta un reordenamiento territorial. Y junto con eso propusimos llamar a una convocatoria internacional para que grandes arquitectos y urbanistas de todo el mundo contribuyeran gratuitamente con proyectos de reconstrucción de las ciudades afectadas por el terremoto. Existía entonces una gran solidaridad y disposición internacional pero los intereses creados impidieron llevar adelante una iniciativa de estas dimensiones, que hubiera podido hacer de las ciudades haitianas faros en el Caribe para el siglo XXI. Ahora, después del huracán, la gente está cansada y esa oportunidad parece hacer pasado de largo.