América Latina y su contexto externo
diciembre 2017
¿Qué pasa con la economía de América Latina tras el fin del ciclo de las commodities? La región se debate entre la vulerabilidad externa y la creatividad política.
Desde la conformación de los Estados Nacionales hasta nuestros días, los gobiernos latinoamericanos no solo han debido administrar y conducir el complejo contexto político y económico doméstico. También han debido gestionar, maniobrar y adaptarse a un entorno internacional que les es «dado». En ese sentido, los períodos de crecimiento/retracción que han atravesado los países de América Latina, están estrechamente relacionados con la permisibilidad o restricción externa. La situación se agudiza con el acelerado proceso de globalización imperante desde finales del siglo XX. Si por la condición periférica (escasos recursos duros de poder y «tomadores de reglas» del sistema internacional) y por estructuras productivas similares, el contexto externo se vuelve prácticamente homogéneo para todos los países, la heterogeneidad en los resultados se explica por la forma que han tenido los distintos gobiernos latinoamericanos de gestionar y administrar el «mundo que tocó». Parafraseando a Maquiavelo, «después de todo, hasta el gobernante más virtuoso requiere un poco de suerte».
Es dable señalar que desde finales de los setenta, el devenir económico de América Latina ha estado influenciado por dos variables externas casi excluyentes: el precio de las materias primas y la disponibilidad del capital global. El punto que merece ser destacado es que cuando ambas variables fueron restrictivas (lo que se expresó en la caída de los precios de las materias primas y la retracción de los flujos de capitales), la región en su conjunto atravesó una etapa de crisis sistémica. Fue lo que sucedió en los ochenta y a finales de los años noventa. Para poder lograr una mínima estabilidad económica y política es indispensable que al menos una de las variables en cuestión sea permisiva. Como ocurrió en el primer lustro de los noventa, se necesita una de las variables (en aquel caso el arribo de capitales) para engranar un proceso de crecimiento. Retomando lo dicho, las variables en cuestión tienen una influencia directa pero no determinan per sé los resultados dado que se deben ponderar las variables domésticas que entran en juego. Para dar un ejemplo, los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y de Fernando de la Rua (Brasil y Argentina respectivamente) atravesaron el mismo contexto adverso externo pero la gestión frontera adentro fue totalmente distinta. Uno pudo sortear la crisis y entregar la banda presidencial a su sucesor, el otro tuvo que dejar anticipadamente el poder.
Dicho esto, debe ser enfatizado que, tal como muestra el gráfico que acompaña el análisis, desde 2002 hasta la fecha, los países emergentes han transitado desde un doble boom externo (2002-2012) hacia un único boom frágil ligado al financiamiento asequible en los mercados internacionales (2012-2017). Así lo explica, por ejemplo, la profesora Yılmaz Akyüz. En la primera etapa indicada, los emergentes se beneficiaron por un contexto externo muy favorable (con una breve interrupción en 2009 año de la crisis internacional) por la combinación de altos precios de las materias primas y el apetito de los inversores por activos de los mercados emergentes. La posibilidad de atesorar dólares genuinos por el canal comercial y de financiarse a bajo costo, fueron elementos centrales en el crecimiento de gran parte de la región durante la primera década del siglo XXI. Mirando dicho proceso en perspectiva, parece poco probable que en los próximos años o en las siguientes décadas la región viva otro momento económico internacional tan excepcional y permisivo para el desarrollo.
En tanto, cuando en 2012 las commodities comenzaron un proceso a la baja, la disponibilidad del capital siguió siendo elevada en un contexto de tasas de interés cercanas a cero por parte de los países centrales con el objetivo poder encauzar y robustecer una etapa de crecimiento pos crisis del 2008. Finalizando el año 2017 dicha variable se mantiene intacta y América Latina se sigue financiando en los mercados internacionales a tasas bajas. Como señala Roberto Frenkel, esto explica por qué si bien la región enfrentó en los últimos años dificultades económicas, no afrontó un escenario de crisis sistémica como los dos períodos restrictivos mencionados.
La finalización del período de «doble boom» impactó de lleno en el crecimiento económico de la región pero no afectó por igual a los países. Eso no solo obedeció al grado de dependencia económica sobre los recursos naturales exportables, sino también a cómo cada país gestionó internamente la globalización financiera y usufructuó de la abundancia de capital hacia los emergentes.
Por ejemplo, Venezuela que había atado su economía (y su estructura estatal) al precio internacional del crudo observó con estupor como en poco tiempo el valor del petróleo se desplomaba más de un 70%. Ante un escenario de impugnación de la globalización financiera por parte del gobierno de Maduro -y viceversa- las dificultades económicas se hicieron evidente dado que Venezuela se quedó -hasta el día de hoy- sin boom externo alguno.
Hasta finalizado 2015, Argentina sufrió las consecuencias de la merma del boom de commodities y de su marginación del mercado privado de capitales dado la no resolución de los temas pendientes del default del 2001. La trunca estrategia de retornar a los mercados privados en 2014 producto del fallo adverso en la Corte Suprema de Estados Unidos agudizó la restricción externa de la Argentina. La robustez y diversificación relativa de su economía en comparación al caso venezolano, la decisión de postergar la corrección de algunos desequilibrios macroeconómicos y la obtención de nuevos canales de financiamiento (Swap con China) le permitió al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner atravesar sus últimos años de mandato con cierta estabilidad. El cambio de gobierno en 2015 implicó que la Argentina abrazase el retorno a los mercados internacionales y al endeudamiento externo subiéndose vertiginosamente a la ola de disponibilidad de capital hacia los emergentes. En un entorno market friendly, en menos de dos años la administración de Mauricio Macri tomó deuda por más de 80.000 millones de dólares. Gracias al «boom de capitales» el nuevo gobierno logró amenguar la recesión, financiar el abultado déficit fiscal que se mantiene muy elevado y garantizar una relativa estabilidad económica.
En el caso de Brasil, el fin del «doble boom» coincidió con el inicio de un periodo de inestabilidad política muy agudo que derivó en la salida anticipada de Dilma Rousseff en 2016. La crisis política doméstica y los desequilibrios macroeconómicos (principalmente en materia fiscal) condujeron a un escenario de fuerte recesión (3,8% en 2015 y 3,6% en 2016), la más severa retracción entre las principales economías del mundo. Brasil que entre 2008 y 2014 había apostado fuertemente a la globalización financiera (llegó a ser «grado de inversión» por las principales calificadoras de riesgo) evidenció una importante vulnerabilidad externa (salida de capitales) explicada más por el escenario doméstico que por el contexto externo. La defección brasileña fue más endógena que exógena.
Por su parte, países como Chile, Bolivia y Uruguay han transitado mejor el fin del superciclo de las commodities. Los tres países mantuvieron ordenadas sus políticas macroeconómicas luego de aplicar políticas contracíclicas para superar el sacudón de la crisis de 2008 y aprovecharon inteligentemente la disponibilidad de capital barato y abundante hacia los emergentes, en un contexto de menores ingresos por el canal comercial. Ambos países lograron desde el 2013 un crecimiento económico -aunque débil- logrando evitar un proceso recesivo. El caso boliviano, incluido dentro de la «izquierda populista», es emblemático en ese sentido dado que es uno de los países de la región que mayor crecimiento económico experimentó (6,7% en 2013, 5,4% en 2014, 4,8 en 2015 y 4,2% en 2016). El gobierno de Evo Morales ha conseguido financiarse en los mercados internacionales a tasas muy bajas durante dicho período (4,5% fue la colocación de un bono a 10 años en 2017) situación que le permitió morigerar los menores ingresos por la exportación de hidrocarburos.
Dicho esto, se debe puntualizar que las proyecciones en torno al futuro del boom del capital barato hacia los emergentes no son alentadoras, de ahí la fragilidad mencionada. América Latina parece transitar un camino complejo. Es el de una nueva modificación negativa en torno a las variables en cuestión que la deja sin boom externo alguno con el agravante de que los cambios en los flujos internacionales de capitales acentúan la vulnerabilidad externa. De concretarse el escenario, por primera vez luego de los primeros años del siglo XXI, la región afrontará nuevamente un contexto externo altamente restrictivo que condicionará pero no determinará los efectos y consecuencias de cada país. Como se intentó ponderar y evidenciar, en última instancias, en la actual globalización, las políticas nacionales aún cuentan.