Sobre Ucrania, la guerra y la izquierda
marzo 2023
El filósofo esloveno reflexiona sobre la invasión a Ucrania y sobre la Rusia de Putin. En esta entrevista, resalta la importancia de la ideología y hace una aguda crítica de algunas posiciones de la izquierda occidental.
El esloveno Slavoj Žižek es uno de los filósofos contemporáneos de izquierda más famosos. Es un crítico consecuente y apasionado del capitalismo moderno y del neoliberalismo. Tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania, Žižek argumentó que era incorrecto enfocar la guerra desde una posición exclusivamente pacifista, y pidió a los países occidentales que aumentaran el suministro de armas a Kiev y reforzaran la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esta no es una postura popular entre los intelectuales occidentales de izquierdas, muchos de los cuales simpatizan con Putin o expresan la opinión de que «Occidente tiene la culpa» del conflicto. Meduza habló con Žižek sobre cuál cree que debería ser la ideología de Rusia, si este país podría calificarse de Estado fascista y por qué el movimiento de izquierdas debería reconsiderar sus puntos de vista sobre la política europea y estadounidense.
¿Qué es lo que más le alarma de la Rusia moderna?
Una redistribución incontrolada de la influencia. Algunos miran esto con esperanza: supuestamente los oligarcas abandonan a Putin; los aliados cercanos lo abandonan. Mi réplica es que eso solo multiplica el peligro.
Esta lucha por el poder en Rusia ni siquiera tiene las características de un conflicto institucionalizado, en el que hay, por ejemplo, un partido de derecha con ideas más nacionalistas, otro liberal, otro de izquierda, etcétera. En su lugar, hay enfrentamientos entre oligarcas y grupos de poder que se manifiestan abiertamente en sus medios de comunicación. Un ejemplo perfecto es (el propietario de la compañía militar privada Wagner) Yevgeny Prigozhin, que ataca a (el ministro de Defensa ruso) Serguéi Shoigu y a su ministerio. Esto no puede ocurrir en un Estado serio.
Prigozhin también promueve la idea de que Wagner es la agrupación más eficaz del frente de batalla. Es una paradoja: ¡los mercenarios progubernamentales afirman ser mejores que el ejército regular! ¿Cómo un Estado que funciona normalmente puede permitirse algo así? Los conflictos políticos en sí no pueden calificarse de inútiles (en el sentido político). Pero es importante llevarlos a cabo en el marco de normas específicas y claras.
Lo segundo que me preocupa es el trasfondo ideológico. Algunos de mis amigos eruditos me dicen (en conversaciones privadas): «No prestes atención a todas esas tonterías (del régimen ruso) sobre la ‘desatanización’ (de Estados Unidos y Europa), el ‘Occidente corrupto’, la ‘sodomía’ (gay) y la ‘guerra santa’ (declarada por la iglesia ortodoxa rusa contra Ucrania). Es solo ideología, no tiene nada debajo. En realidad, Rusia simplemente quiere anexionarse parte del territorio de Ucrania». No estoy del todo de acuerdo. No hay que subestimar el poder material de la ideología.
Veamos el nazismo: el antisemitismo fue una ideología que tuvo consecuencias repugnantes, prácticas y concretas: millones de muertos, familias destruidas y traumas de por vida. Es algo que me sorprende: prácticamente hasta los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania ya estaba perdiendo de forma evidente, el Holocausto seguía adelante. Algunos de los políticos nazis más racionales (pero no por ello menos terribles) intentaron esgrimir argumentos «lógicos» (contra el asesinato masivo de judíos): ¿por qué destruir a millones de personas sanas cuando todos los hombres aptos pueden ser enviados al frente o a las fábricas de guerra? Pero prevaleció el punto de vista radical.
He leído historias disparatadas de lo que sucedió en Grecia, por ejemplo. Los alemanes se retiraron de allí en 1944, pero aun así enviaron un barco especial para reunir a los judíos de varias islas, llevarlos a Alemania y exterminarlos.
Temo que se repita… No hay que caer en argumentos pragmáticos sobre la falta de poder de la ideología. La mayoría son cínicos que no se lo toman en serio. Pero sigue funcionando. Aunque lo ignores, aunque te rías de ello.
Desde los primeros años de su historia moderna, Rusia ha intentado formular una ideología nacional, pero, según algunos analistas políticos, no lo ha conseguido. ¿Por qué? ¿Lograrlo hubiera evitado una guerra?
Una versión negativa de la ideología rusa son los pensamientos de (el filósofo conservador ruso Aleksandr) Duguin y sus colegas. Podríamos llamarlos «misticismo euroasiático». Es el neofascismo, que, como su precursor, se promociona a sí mismo como una «tercera vía».
Para simplificar, puede caracterizarse así: «Hay demasiado individualismo en el liberalismo, demasiado colectivismo en el comunismo. El fascismo es una vía intermedia, que incorpora lo mejor de ambos sistemas». Aún más absurda es la óptica según la cual Rusia es la «auténtica versión de Occidente», «sin personas LGBTI+ ni satanismo». Oye, ¡un «Occidente tan auténtico» produjo a Hitler!
Diré algo horrible. Sabes que estoy en contra de Putin. Pero cuando hace unos diez años dijo que Rusia intentaba construir una sociedad multicultural, hasta sentí simpatía por él. La ideología de Rusia podría construirse en torno a esta imagen: «aquí hay un hogar para judíos, musulmanes y budistas».
Lo que se necesita, por supuesto, es federalismo. La Rusia ideal, tal como yo la veo, es la versión oriental de la Unión Europea. Creo que la Unión Europea (UE) es un sistema de instituciones bastante eficaz. Rusia necesita una cooperación similar, basada en la apertura única de las culturas. Este pluralismo sería ideal tanto para Rusia como para los rusos. Al permitir que otras naciones florezcan, la mayoría rusa no será percibida como opresora, sino como garante de un espacio seguro para los demás.
Por cierto, sobre esto escribió Lenin. Vale la pena un descargo de responsabilidad: ya no soy el ingenuo leninista que solía ser. Pero sí, él quería convertir la URSS en una sociedad sana, abierta y tolerante. En este sentido, incluso creo que el colapso de la URSS fue realmente un error. Sí, (entre sus repúblicas) había muchas diferencias culturales, como con los países bálticos (Estonia, Letonia, Lituania); habría tenido que dejarlos marchar. Pero el vínculo con otros países podría haberse mantenido en un modelo pluralista según el modelo de la UE. Ahora funcionaría bien. Y tal vez incluso todo ello habría evitado una guerra.
Ucrania, por cierto, se unió como nación por la guerra. Muchos amigos ucranianos me lo han contado: antes del 24 de febrero (de 2022, fecha de la invasión), las cosas (hacia Rusia y los rusos) eran mucho más tranquilas, aún se hablaba ruso. Yo diría que la aparición de (el presidente ucraniano) Vladímir Zelensky en el programa Blue Fire de (la cadena) Russia 1 en la noche de año nuevo de 2013 es un símbolo de ello. Ahora todos esos lazos están totalmente rotos. La invasión ha distanciado definitivamente a Ucrania de Rusia.
¿Sigue dispuesto a revisar su opinión sobre Lenin a causa de la guerra? Al fin y al cabo. en Ucrania se le considera uno de los símbolos de la agresión soviética y rusa.
Nunca he considerado a Lenin un gobernante ideal y un ejemplo de cómo debe dirigirse un país. Obviamente, él abrió la puerta a Stalin y al estalinismo. Pero Lenin estaba en contra del chovinismo ruso y abogaba por una mayor autonomía de las repúblicas nacionales. Muchos izquierdistas occidentales lo ignoran. Además, tanto Lenin como Trotsky estaban radicalmente en contra del dominio ruso en Ucrania. Putin lo sabe, por eso culpa constantemente a Lenin de la creación de este país.
¿Por qué cree entonces que uno de los símbolos de la resistencia y la liberación de Rusia en Ucrania es el derribamiento de monumentos a Lenin?
Es crucial separar a Lenin del leninismo. Este último es un invento de Stalin. Utilizó el concepto para dar legitimidad a su poder totalitario. Putin hace cosas parecidas: hace referencias directas al Imperio ruso (por ejemplo, refiriéndose a Pedro el Grande) y habla de «desnazificación», inventándose que Ucrania es un Estado fascista. Por consiguiente, en Ucrania los monumentos a Lenin no simbolizan al propio Lenin, sino al régimen soviético en su conjunto.
Además, me parece extraño que Ucrania no haya movilizado el pensamiento de izquierdas dentro del país. Sus autoridades siguen apoyándose (afuera) en liberales y conservadores de derechas que cada vez les traicionan más; por ejemplo, los republicanos (en Estados Unidos) llevan tiempo planeando recortar la ayuda militar a Ucrania.
Ante el estallido de una guerra a gran escala, usted ha adoptado una postura firme: Occidente debe seguir suministrando armas a Ucrania. Sin embargo, muchos izquierdistas occidentales, como el filósofo Noam Chomsky, opinan que Ucrania debería sentarse a la mesa de negociaciones o rendirse del todo ¿Por qué ? ¿Cómo valora estas ideas?
Por supuesto, esa postura es errónea. Y no estoy hablando desde un nivel moral superior. Es sencillamente ilógico. Cuando empezó la guerra, muchos de mis amigos progresistas esperaban secretamente una rápida victoria rusa. Dijeron: «Sí, será terrible, protestaremos durante un tiempo, pero se acabará rápido». La resistencia ucraniana sorprendió a mucha gente en Occidente.
Me ha sorprendido la cantidad de izquierdistas, especialmente en Alemania, en el partido Die Linke [La Izquierda], que se basan en un pragmatismo burdo e ignorante. Este puede formularse del siguiente modo: «Nuestros trabajadores perderán parte de sus salarios debido al aumento de los precios (por el conflicto). ¿Por qué deberíamos involucrarnos en una guerra que está teniendo lugar en algún lugar de Oriente?». Pero si hay margen para la negociación en algún lugar del horizonte, este ha sido creado (precisamente) por el apoyo occidental a Ucrania: sin él, las Fuerzas Armadas ucranianas ya habrían perdido y solo les quedaría (obedecer) las condiciones rusas. La resistencia ucraniana y el apoyo occidental crearon las condiciones para una paz justa (en el futuro).
Y estos «izquierdistas» que siguen llamándome «lobo vestido de payaso» o «bufón de la corte del capitalismo» son increíblemente estúpidos. Sí, las autoridades ucranianas han cometido errores. Pero los ucranianos han sido atacados, están defendiendo su país. Es un verdadero milagro: creen en su libertad y luchan por ella. Caray, si te consideras a ti mismo de izquierdas, tienes que simpatizar con ellos. Es más, hay que dar un paso al frente y decir que los ucranianos, al resistirse a Putin, están ayudando a Rusia a democratizarse a largo plazo. ¡Es obvio!
Otra cuestión es que la gente como Chomsky tiene el viejo prejuicio izquierdista: si la UE, Estados Unidos y la OTAN están implicados en algo, automáticamente hay que estar en contra. Desgraciadamente, esto no es cierto.
La ideología de Putin y de la gente que le rodea es bastante fácil de leer: es neofascismo. Esto incluye reivindicaciones imperiales sobre la devolución de territorios, una política exterior agresiva y una dependencia de los oligarcas. A pesar de ello, la vieja izquierda sigue pensando que los principales imperialistas son Estados Unidos y Europa Occidental. En consecuencia, «su enemigo es mi amigo». Siguen aferrándose a la creencia de que Rusia lucha contra el imperialismo mundial.
¿Podemos decir que les están siguiendo el juego las autoridades rusas al calificar esta guerra de lucha contra el imperialismo occidental?
En primer lugar, es importante señalar que el propio término «antiimperialismo» tiene un vínculo bastante claro con el fascismo: la propaganda alemana durante la Segunda Guerra Mundial nos decía que era el imperialismo británico y francés contra el que luchaban las tropas del Tercer Reich cuando ocupaban Europa. Japón también se guió por esta noción.
Sí, me temo que Putin y sus compinches no solo recurren a (el filósofo Ivan) Ilyín y a Dugin, sino que también consultan a un grupo de pensadores de izquierdas que se ocupan del «aspecto anticolonial» para justificar la guerra. Esto, por desgracia, resuena en algunos países del Tercer Mundo, y entonces, por ejemplo, Rusia, China y Sudáfrica realizan maniobras navales conjuntas.
Esto es muy peligroso porque forma un nuevo sistema de relaciones internacionales. Yo lo llamo «pluralismo autoritario»: me refiero a la tolerancia de los países autoritarios entre sí. El ejemplo perfecto es el acuerdo de China con los talibanes. El peligro es que de ahí surja un nuevo «Eje» neofascista. Mi mayor pesadilla es que esta idea sea apoyada por la nueva derecha europea y estadounidense y se forme una alianza antiliberal en el mundo. Esto podría conducir al desastre, no necesariamente en un sentido militar, pero ciertamente en uno ideológico.
El BRICS (Brasil, India, China y Sudáfrica, además de Rusia) también está jugando un doble juego. Se trata de una deducción bastante importante, incluso en términos filosóficos: la neutralidad no puede ser completamente neutral. Si adoptas una «posición neutral» en un conflicto, automáticamente estás siguiendo el juego de una de las partes. Lo mismo ocurre con la guerra en Ucrania: al decir que uno es «neutral», más bien le hace el juego a Putin y a las autoridades rusas. Actuemos al menos como Stalin (en ese punto), que decía luchar contra el capitalismo y el imperialismo, pero para derrotar a Hitler se alió con Estados Unidos.
Y a largo plazo, ¿Cómo podría afectar una guerra a los países de Europa Occidental y Norteamérica (Estados Unidos y Canadá)?
Mira a los Verdes en Alemania. Le han dado la vuelta al pragmatismo y al pacifismo artificial con una buena solución: ¿por qué no aprovechar las amenazas de Rusia para cortar por completo el suministro de petróleo y gas y cambiar por fin la economía hacia la energía verde? Me parece un pensamiento creativo perfecto. Así razonan los verdaderos y buenos izquierdistas.
Incluso sugeriría una opción aún más radical. Atención: lo digo deliberadamente para enfadar y provocar a la gente: abogo por la introducción de elementos del comunismo militar. Por supuesto, Occidente no necesita una dictadura comunista. Pero es importante reforzar el papel del Estado en sectores vitales, como la sanidad y la ecología.
También llamo a esto «militarización democrática». Por supuesto, no me refiero a entregar el poder al ejército. Simplemente quiero decir que en tiempos de guerra no se pueden dejar las cosas en manos del mercado y es necesaria la intervención del Estado. Curiosamente, el periodista liberal británico Simon Jenkins escribió recientemente algo parecido sobre la sanidad británica.
La crisis inducida por la guerra debe abordarse con medidas militares. Mi sueño ingenuo es que una guerra entre Ucrania y Rusia incentive a los países occidentales a avanzar en esa dirección. Para mantener las libertades liberales básicas, debemos aumentar la participación del Estado en la economía e incrementar la cooperación mundial.
¿Qué impide esta mayor cooperación de los países occidentales?
Occidente está inmerso en multitud de pseudoconflictos. Es fácil unir a los pueblos de Europa Occidental y Norteamérica bajo los lemas de una mejor asistencia sanitaria, educación y un mejor medio ambiente. Pero muchos izquierdistas están obsesionados con los aspectos culturales. Por supuesto que también son importantes, pero igualmente pueden dividir mucho a la gente.
La mayoría de la gente corriente no odia realmente a las personas LGBTI+. Puede que simplemente se sientan incómodos (con el concepto), pero no se le puede llamar intolerancia. En lugar de tachar a estas personas de fascistas, ¿por qué no prestar atención a los temas en los que es más fácil encontrar su apoyo? Así que tengo mis dudas sobre la corrección política y la llamada «cultura de la cancelación»: son factores de división. Son dos personas sentadas una al lado de la otra que no piensan en la unidad, sino que sospechan la una de la otra de antifeminismo y anti-LGBT+. Esto solo añade capital político a los populistas de derechas. Trump fue elegido así. En un sentido pseudopsicoanalítico, simboliza la naturaleza problemática del modelo neoliberal.
¿Comparte la idea de que los rusos son colectivamente responsables de la guerra?
No estoy en contra de Rusia ni de los rusos, hay mucha buena gente entre ellos, a la que no culpo de nada. Estoy dispuesto a protestar si alguien empieza a afirmar que los ucranianos defienden la civilización europea de las hordas del Este: lo siento, se estaría utilizando el mismo tipo de terminología que Alekandr Duguin, que habla de «la verdad rusa contra las mentiras europeas».
Los rusos no son el enemigo. Rusia es ahora un país muy traumatizado y dividido. El discurso oficial es cada vez más radical; tal vez recuerden el discurso del propagandista de Putin, Vladimir Solovyov, de que la vida está sobrevalorada. La mayoría de la gente simplemente está asustada. No se puede descartar a Rusia como país. Los pro-Putin ni siquiera aplauden por ellos mismos: les están diciendo lo que tienen que hacer.
Muchos analistas políticos califican ahora a Rusia de Estado fascista. Desde su punto de vista, ¿Lo es?
A menudo me pregunto si la palabra puede utilizarse en relación con la Rusia contemporánea. El término se ha desvanecido por la pereza de la izquierda: en cuanto algo no les gusta, inmediatamente lo llaman «fascista».
Para mí, el fascismo es una forma de evitar las contradicciones internas proclamando un falso sentido de la solidaridad. Rusia es una sociedad dividida al máximo, y si se juega bien la carta de la unidad nacional, esto puede disimularse parcialmente. Así que el término puede aplicarse a Rusia, pero es muy limitado en el tiempo.
Dicho esto, no estoy defendiendo el neoliberalismo occidental: en cierto sentido es la razón por la que han resurgido regímenes neofascistas. Esto va a sonar un poco estalinista, pero toda crítica tiene que empezar por la autocrítica. La tragedia de Rusia es que en los años 90 Occidente intentó imponerle un modelo neoliberal. El resultado directo fue Putin y la guerra.
¿Cómo cree que la comunidad internacional, así como Rusia y Ucrania, pueden utilizar la experiencia de la investigación de crímenes de guerra en Yugoslavia cuando la guerra haya terminado?
Rusia es un Estado mucho más grande que Yugoslavia. Sin un cambio total en el mundo, no veo la posibilidad de que un avión especial lleve a Putin, (el primer ministro ruso Dmitri) Medvédev y a otros a La Haya (para ser enjuiciados por un tribunal internacional).
A finales de la década de 1980, cuando Yugoslavia empezó a desmoronarse, hubo presiones occidentales para que el Estado permaneciera unido. Los políticos europeos y estadounidenses temían, y con razón, que se produjera una guerra a causa de la ruptura. Lo mismo le ha ocurrido a la antigua Unión Soviética, solo que con 30 años de retraso. Sí, los cimientos de la catástrofe se encuentran en la era (del presidente Boris) Yeltsin. Digo esto con toda simpatía por Yeltsin. Casi hizo un milagro al evitar una guerra civil. Pero en 1993 los tiroteos en la Casa Blanca de Moscú (el Parlamento) dieron origen a las semillas del autoritarismo ruso actual (porque contribuyeron a dar poderes excesivos al presidente).
¿Qué cree que pasará cuando acabe la guerra? ¿Está Rusia realmente condenada a la derrota y a la caída del régimen de Putin?
No necesariamente. Siempre soy un poco pesimista. ¿Y si Rusia sigue manteniendo los territorios capturados de Ucrania, paralelamente los republicanos ganan las elecciones en Estados Unidos y aumenta el descontento social en Europa Occidental? La gente se cansará. Para mí, el hecho de que después de casi un año la resistencia ucraniana siga en pie es un auténtico milagro. Sí, en el propio Occidente todos están ya agotados, aunque no participen directamente en la guerra.
Además, Putin es muy pragmático. Creo que aprovechará la oportunidad para conservar el poder hasta el final. Es triste, pero la única salida es mantener la paciencia y no utilizar el «lenguaje de la victoria»: «derrotar a Rusia, destruir a Putin». Lo más importante es que Ucrania debe sobrevivir necesariamente como Estado independiente. Esto también será bueno para Rusia a largo plazo.
Occidente no debe caer en la superioridad moral respecto de Rusia, es más importante prestar atención a sus propios errores. La ideología occidental funciona de tal manera que el sistema se critica constantemente, pero nada cambia. Si no se acaba con esto, Occidente perderá.
Nota: La versión original de esta entrevista fue publicada en la revista Meduza. El título original del texto es: «Los rusos no son el enemigo. Rusia es un país muy traumatizado y dividido». Fue publicado bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional. La traducción al español, publicada originalmente en Underground Periodismo Internacional el 9/2/2023 y está disponible aquí