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NUSO Nº 305 / Mayo - Junio 2023

Incertidumbre y oposición: la derecha ante el gobierno de Gustavo Petro

La llegada de Gustavo Petro a la Presidencia de Colombia, así como sus reformas y su estilo de hacer política, han generado diversas reacciones y la oposición de sectores conservadores y de las elites tradicionales. Una parte de la oposición ha apelado a estrategias extrainstitucionales con discursos radicales y le ha negado legitimidad al gobierno. Otra ha recurrido a estrategias más moderadas y discursos más conciliadores. Estas estrategias han sido claves para mantener un espacio viable de negociación.

Incertidumbre y oposición: la derecha ante el gobierno de Gustavo Petro

Como primer presidente de izquierda en Colombia, Gustavo Petro ha generado mucha incertidumbre. Las políticas públicas que impulsa y su estilo de hacer política inspiran tanto temor como esperanza. Para muchos, Petro representa la posibilidad real de hacer cambios estructurales necesarios en un país desigual y poco inclusivo; para otros, el presidente –y los sectores que entraron con él en el gobierno– amenazan una estabilidad económica y política construida en una arena pública relativamente limitada. 

La respuesta tanto a las reformas del presidente como a su discurso ha sido diversa. Los primeros esfuerzos para oponerse a Petro privilegiaron tácticas extrainstitucionales con mensajes radicales. Recurriendo a un discurso emocional «antiglobalista» y anticomunista, líderes de derecha se movilizaron en las calles contra el presidente tan solo semanas después de que se posesionara. Estas primeras manifestaciones no buscaban oponerse a políticas particulares, querían deslegitimar al gobierno democráticamente elegido. Esfuerzos posteriores han sido de corte más moderado. Los líderes más visibles del Centro Democrático, de partidos independientes como Cambio Radical y, en ocasiones, las facciones menos cercanas al gobierno de partidos inicialmente aliados al presidente, como el Partido Conservador, el Partido Liberal y el Partido de la U, han utilizado estrategias mayormente institucionales con discursos más ponderados. Enfocando sus esfuerzos en el Congreso, estos partidos han recurrido a negociaciones detrás de bambalinas, debates públicos y obstrucción parlamentaria para negociar, limitar o tumbar las reformas impulsadas por el gobierno. Si bien en ocasiones han organizado protestas, estas movilizaciones se han enfocado en políticas particulares y no en un ataque frontal a la legitimidad presidencial.

La decisión de usar este tipo de estrategias institucionales con discursos moderados ha sido clave para proteger la democracia colombiana. Este tipo de tácticas no implican un riesgo integral para el presidente. Al recurrir a ellas, los políticos que se oponen a las reformas petristas no solo han demostrado respeto por los poderes elegidos, sino disposición a negociar. Las consecuencias han sido positivas. Primero, el gobierno ha podido avanzar con reformas importantes que prometen mejorar la equidad y la inclusión en Colombia. Si bien el presidente ha tenido que negociar algunas de sus iniciativas, ha logrado impulsar varias de ellas en el Congreso. Segundo, las estrategias utilizadas por la oposición han conseguido contener situaciones potencialmente polarizantes. Usando el Congreso para debatir las reformas del presidente, los líderes de oposición han logrado desmentir acusaciones de intransigencia por parte del gobierno y contrarrestar los mensajes alarmistas de erosión democrática que lanzan algunos políticos, gremios, medios o líderes de opinión. Tercero, estas estrategias han obligado al gobierno y a los sectores más radicales de la oposición a jugar el juego institucional. Con el Poder Legislativo dispuesto a debatir las iniciativas, es difícil sacar el debate a las calles, aun si esta es la arena que preferirían facciones más intransigentes en ambos bandos.

El gobierno de izquierda

Gustavo Petro llegó al poder en la cúspide de una ola de descontento popular generado por inequidades sistemáticas que agravó la pandemia1. Pese a décadas de crecimiento y estabilidad macroeconómica, Colombia se ha convertido en el segundo país más desigual de América Latina2. En los últimos 20 años, las elites y capas medias urbanas han vivido mejoras importantes en su calidad de vida, pero han dejado atrás a los habitantes de las zonas rurales, las comunidades indígenas y los afrodescendientes3. La incapacidad de introducir los cambios necesarios para resolver estos problemas estructurales generó una crisis de Estado. Desilusionados con las instituciones democráticas y los políticos tradicionales, los colombianos votaron por dos candidatos populistas en 20224. La segunda vuelta electoral se la disputaron, a la derecha, el outsider Rodolfo Hernández5, y a la izquierda, Gustavo Petro, un político con más trayectoria, pero con un discurso similarmente maniqueo6. Petro ganó la segunda vuelta con el apoyo tanto de militantes de su partido (Pacto Histórico) como de votantes de centro y centroizquierda que habían apoyado a otros candidatos en la primera vuelta. 

El ascenso de Petro a la Presidencia ha generado zozobra en sectores conservadores y elites tradicionales. Parte de esto tiene que ver con los cambios que está proponiendo el mandatario. El nuevo presidente llegó al poder prometiendo transformaciones estructurales en temas ambientales, económicos y de seguridad7. Una vez en el poder, el gobierno enfocó sus esfuerzos en un paquete de cinco reformas y un ambicioso plan de paz. De las cinco piezas de legislación, cuatro buscaban cambios importantes en políticas públicas (reforma tributaria, reforma a la salud, reforma pensional y reforma laboral) y una en temas electorales (reforma política). El plan de paz buscaba establecer mecanismos para negociar con diferentes grupos armados de manera simultánea. 

La agenda es novedosa, pero no necesariamente radical. El programa del gobierno apunta a diseñar un sistema de impuestos menos regresivo, crear un sistema de salud universal, generar recursos para financiar la pensión de personas de bajos ingresos, aumentar las protecciones al trabajo formal y dar fin a la guerra que ha consumido a Colombia por décadas. Estos objetivos están en línea con las directrices de la centroizquierda mundial. Este programa no es muy diferente del programa del Partido Demócrata en Estados Unidos o los partidos socialdemócratas europeos.

La segunda fuente de incertidumbre sobre Petro viene de su estilo de hacer política. Petro es un político populista. Tiene un discurso maniqueo que identifica al «pueblo bueno» en contraposición a la «elite mala» y le gusta movilizar la calle en apoyo a sus políticas promoviendo lazos de representación directa entre el líder y el pueblo. El tono y las palabras que utiliza en sus declaraciones en Twitter y sus «balconazos»8 han suscitado críticas y despertado temores por su similitud con las tácticas utilizadas por populistas de talante autoritario, como Hugo Chávez, Evo Morales, Álvaro Uribe o Nayib Bukele9

A diferencia de estos populistas autoritarios, sin embargo, Petro ha demostrado tener fuertes inclinaciones institucionales. Poco después de haber sido elegido, el mandatario montó una coalición mayoritaria y diversa en el Congreso. Al Pacto Histórico y otros partidos minoritarios de izquierda se sumaron el Partido Verde (de centro) y partidos tradicionales como el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido de la u, lo que le dio al presidente una mayoría de 79 de las 108 curules del Senado y 140 de las 184 curules de la Cámara en los primeros meses de su gobierno10

Petro se ha apoyado en esta coalición para impulsar su agenda. Ha introducido todas sus reformas en el Legislativo y se ha demostrado dispuesto a negociar con las diferentes facciones de su frente político y la oposición para llevarlas a buen término. Con más o menos disputas, y a pesar de declaraciones en contrario, hasta el día de hoy el gobierno no ha intentado brincarse al Congreso para empujar su agenda. Petro no ha intentado evitar el debate de su agenda en el Legislativo, ni siquiera en estos últimos meses cuando se han hecho más visibles las tensiones entre el Pacto Histórico y los partidos tradicionales. Con los conservadores declarándose independientes11, el Partido de la u evaluando salirse de la coalición de gobierno12 y el Partido Liberal divido entre una facción más popular pro-Petro y una más tradicional opositora13, las reformas del gobierno tienen un futuro más incierto. Pero a pesar de esa incertidumbre, el presidente no ha dado señales de querer aprobarlas por fuera del Legislativo.

La respuesta de la oposición

La oposición al gobierno ha sido multifacética. El partido de oposición más importante es el Centro Democrático, dirigido por el ex-presidente de derecha Álvaro Uribe. A este se le han sumado otros partidos independientes, como Cambio Radical, y, de manera más coyuntural, los líderes de partidos inicialmente aliados al gobierno, como el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido de la u, que si bien no se han declarado en oposición al gobierno, se han distanciado de algunas de sus iniciativas. No obstante, la oposición oficial es minoritaria (tiene alrededor de 13 curules en el Senado y 19 curules en la Cámara Baja) y la coalición de gobierno no es estática. Hay temas en los que hay poca fricción entre los diferentes partidos que la componen. Hay otros temas en los que hay divisiones programáticas fundamentales. En esas situaciones, la oposición oficial ha tenido la oportunidad de ganar aliados capaces de inclinar la balanza a su favor. 

La respuesta a las reformas de Petro ha sido diversa. Por un lado, ha habido reacciones extrainstitucionales con discursos radicales. Con el apoyo de algunos políticos de oposición14, grupos ciudadanos han organizado marchas que utilizan eslóganes «antiglobalistas», racistas y anticomunistas para deslegitimar al presidente y a la vicepresidenta Francia Márquez, democráticamente elegidos. Las movilizaciones del 26 de septiembre y el 22 de octubre de 2022 son un buen ejemplo de estas tácticas. Las marchas no eran contra reformas particulares, sino contra Petro y la vicepresidenta –la primera de origen afrocolombiano de la historia del país–. En ellas se le pedía al gobierno que retirara todas sus reformas. Declarando de entrada que no había disposición a negociar, los organizadores amenazaban con mantener las movilizaciones si no se accedía a sus demandas15

Este tipo de estrategias extrainstitucionales con discursos radicales son en general negativas para la democracia. Ponen al presidente contra la pared y dejan poco espacio para transar. Las tácticas que utilizan la calle para descalificar y amenazar el derecho a gobernar de aquellos que fueron democráticamente elegidos no solo polarizan, sino que deslegitiman las críticas programáticas que pueda tener la oposición. Las marchas de septiembre y octubre no generaron los cambios que sus organizadores querían, pero sí dañaron la imagen de los opositores al gobierno16. Las consignas que atacan radicalmente a la vicepresidenta o presentan al presidente y su partido como títeres de George Soros que quieren transformar Colombia en Cuba y Venezuela sirven para movilizar a las bases del Centro Democrático, pero son menos útiles para atraer a ciudadanos de centroderecha.

Por otro lado, la oposición partidaria ha utilizado estrategias institucionales con discursos más moderados. Las movilizaciones durante los primeros meses del gobierno de Petro capturaron la atención del país, pero no lograron el apoyo de los pesos pesados opositores. Brillaron por su ausencia los políticos más importantes de la coalición opositora, en particular el ex-presidente Uribe, quien se mostró más dispuesto a construir puentes con el gobierno que a destruirlos17

En respuesta a las reformas, este sector de la oposición, de la mano de Cambio Radical y –más recientemente– los dirigentes del Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido de la u, ha utilizado el Congreso para denunciar, modificar, demorar o tumbar las reformas del gobierno. Uribe, César Gaviria del Partido Liberal, Carlos Andrés Trujillo y (con menos entusiasmo) Efraín Cepeda del Partido Conservador y Dilian Francisca Toro del Partido de la u se han reunido repetidamente con Petro para afinar las reformas y asegurar su trámite en el Legislativo. El Centro Democrático ha puesto en marcha cuatro mociones de censura contra los ministros del gobierno18. Aunque fallidas, esas iniciativas han servido para plantear de forma pública y visible las críticas que los legisladores (y sus votantes) tienen en contra del gobierno. 

Los congresistas también le han hecho guiños a la Corte Constitucional19. En los debates sobre la reforma a la salud, por ejemplo, han dejado constancia de posibles vicios de procedimiento20. De aprobarse, lo más probable es que usen esos argumentos para demandar la ley.

Esto no significa que la oposición haya dejado de movilizarse. Durante el primer semestre de 2023, hubo dos marchas en contra del gobierno. Estas, sin embargo, tuvieron un tono relativamente diferente. No solo se enfocaron en reformas particulares (en especial, la reforma a la salud presentada en febrero pasado), sino que han tenido objetivos más pragmáticos. En abril, por ejemplo, la senadora del Centro Democrático Paloma Valencia invitó a participar en las demostraciones para «construir sobre lo construido»21. El mensaje era relativamente conciliador. Reconociendo la necesidad de mejorar el sistema de salud, le pedía al gobierno que reconsiderara algunos puntos de la reforma. 

Este tipo de actitudes demuestran que, aunque existen algunos opositores desleales que –como la senadora del Centro Democrático María Fernanda Cabal y el joven diputado del mismo partido Miguel Polo Polo– utilizan noticias falsas y mensajes emocionales para movilizar a sus bases en contra del gobierno22, la coalición opositora cuenta con un sector importante que ha aceptado el derecho a gobernar de Petro y está dispuesto a hacer oposición leal.

El arte de oponerse a los márgenes

En otros artículos23 he resaltado la importancia de utilizar estrategias institucionales con objetivos (y discursos) moderados para proteger la democracia. Tácticas que usan Congreso, cortes o elecciones para combatir reformas particulares hacen parte del juego democrático normal. No solo protegen la legitimidad de la oposición, sino que le bajan la temperatura al juego político. En Colombia, el uso del Congreso por parte de legisladores opositores, independientes y miembros de la coalición gubernamental para contrarrestar o moderar las reformas introducidas por el gobierno ha permitido debatir y considerar la agenda petrista con seriedad, contener situaciones potencialmente polarizantes y mantener el juego político en la arena institucional. 

La oposición no solo ha logrado bloquear reformas cuestionables –como la reforma política, que buscaba darle ventajas electorales al gobierno24–, sino que además ha conseguido modificar otras iniciativas de corte económico y social, como la reforma tributaria. Las tácticas moderadas institucionales también han conseguido mantener a raya la polarización. Pese a actuar en el marco institucional, el discurso populista de Petro genera temor en ciertos sectores de la sociedad colombiana. Sus declaraciones en Twitter o en manifestaciones públicas son normalmente agresivas hacia sus adversarios y amenazan con el uso de poderes de excepción o la calle para superar los obstáculos que «otros» le pongan a la agenda del gobierno25. El trabajo de la oposición desde el Congreso ha logrado de alguna forma acallar esas alarmas. Con un discurso relativamente moderado, no solo han restado credibilidad a las acusaciones de intransigencia del presidente, sino que le han abierto espacios al gobierno para tramitar su agenda sin necesidad de evadir al Legislativo. Hasta el día de hoy, las reformas que han prosperado han sido negociadas.

Conclusiones

La llegada de Petro al poder ha generado mucha incertidumbre. Sus reformas y su estilo de hacer política han incitado temor entre sectores conservadores y elites tradicionales. En medio de discursos polarizantes por parte del gobierno que amenazan con «revoluciones» y mensajes de alarma por parte de sectores de oposición que anuncian el «fin de la democracia colombiana», la oposición institucional moderada desde el Congreso ha sido fundamental. Reconociendo la legitimidad del gobierno elegido, líderes de partidos de derecha y centroderecha han logrado acallar temores. No solo han conseguido modificar algunas de las reformas del presidente, sino que han mantenido el Congreso como un espacio viable de negociación, lo que ha obligado tanto al gobierno como a los sectores más radicales de la oposición a jugar el juego institucional. 

El hecho de que este tipo de oposición haya tenido éxito no significa que la situación sea estable. Algunas de las reformas de Petro han generado mucha resistencia. Es difícil a veces conciliar el espíritu transformador del gobierno con los deseos de mantener el statu quo de las elites tradicionales colombianas. Hay mucha resistencia al cambio (y la incertidumbre que este representa). En medio del tire y afloje para empujar o limitar la agenda del gobierno, la intuición ha sido equiparar la puja por políticas públicas relativamente controversiales (como la reforma a la salud) o crisis ministeriales con escenarios de erosión democrática. Este tipo de equivalencias aumentan la temperatura del juego político y ponen en riesgo el trabajo que hasta hoy han hecho tanto gobierno como opositores por mantener el juego institucional. 

El balance es complicado. Por un lado, Petro tiene el derecho a impulsar su agenda desde el gobierno. Que lo haga no significa que esté erosionando la democracia. Algunas de las políticas que propone serán positivas, otras lo serán menos. Eso es cierto para cualquier gobierno democrático. Por otro lado, la oposición tiene derecho a plantear su desacuerdo. El hecho de que no concuerden con las políticas implementadas por el gobierno no significa que estén en oposición al pueblo o que no quieran lo mejor para Colombia, como a veces lo quiere hacer ver el presidente. 

Encontrar el balance entre estas dos posiciones en medio de altos niveles de incertidumbre y discursos grandilocuentes de lado y lado es un trabajo difícil. El éxito depende de la capacidad del gobierno de reconocer el valor de avanzar con una agenda negociada y de la introspección de la oposición. Si bien menos profundas de lo que quisiera el presidente, las políticas negociadas son en general más estables. Con más sectores involucrados, son más difíciles de desmontar. Si bien más radicales de lo que quisiera la oposición, las reformas que propone el gobierno responden a demandas de grupos excluidos de la arena política a los que hay que darles canales institucionales para tramitar sus preferencias.

  • 1.

    Juan Albarracín, Sandra Botero y L. Gamboa: «Colombia’s New President Aims to Swing His Country Left: It Won’t Be Easy» en Washington Post, 30/6/2022.

  • 2.

    Banco Mundial: «Poverty and Inequality Platform», data.worldbank.org, 2021.

  • 3.

    Laura García Montoya y Arturo Chang: «La historia del ‘progreso’ que deja atrás a millones en Colombia: algunas lecciones de la movilización nacional» en La Silla Vacía, 1/7/2021; Silvia Otero-Bahamon: «Subnational Inequality in Latin America: Empirical and Theoretical Implications of Moving beyond Interpersonal Inequality» en Studies in Comparative International Development vol. 54 No 2, 2019.

  • 4.

    S. Botero y L. Gamboa: «Analysis of Trends in Democratic Attitudes: Colombia Report», NORC, 1/2023.

  • 5.

    S. Botero y Lisa Zanotti: «Sí, Rodolfo Hernández es populista. No, no es Donald Trump» en La Silla Llena, blog de La Silla Vacía, 1/6/2022.

  • 6.

    L. Gamboa: «Latin America’s Shifting Politics: The Peace Process and Colombia’s Elections» en Journal of Democracy vol. 29 No 4, 2018.

  • 7.

    J. Albarracín, S. Botero y L. Gamboa: ob. cit.

  • 8.

    En tres ocasiones el presidente ha convocado a marchas que terminan con él dando un discurso en el balcón del palacio presidencial.

  • 9.

    Luis Carlos Vélez: «El ‘balconazo’ de Petro» en Semana, 18/2/2023.

  • 10.

    Juan Miguel Hernández Bonilla: «Petro sella una sólida coalición en el Congreso con el apoyo de los partidos tradicionales» en El País, 8/9/2022.

  • 11.

    Santiago Triana Sánchez: «El Partido Conservador se declara independiente del Gobierno de Petro» en El País, 3/5/2023.

  • 12.

    Mateo García Agudelo: «Dilian Francisca Toro habla del futuro de la u: ‘Queremos ir a la independencia’» en El Tiempo, 3/5/2023.

  • 13.

    S. Triana Sánchez: «El Partido Liberal se rompe en plena crisis de la coalición de Gobierno» en El País, 26/4/2023.

  • 14.

    «Marchas del 26 de septiembre contra las reformas de Petro: puntos de concentración en Bogotá y Colombia» en Semana, 19/9/2022.

  • 15.

    Ricardo Ávila Palacios: «Las razones de la marcha de hoy contra las reformas de Petro, según Pierre Onzaga» en El Espectador, 26/9/2022.

  • 16.

    María Jimena Duzán: «Así marcha la nueva derecha en Colombia» en A Fondo, podcast, 2/5/2023.

  • 17.

    «Gustavo Petro y Álvaro Uribe tendrán una segunda reunión, ¿de qué hablarán?» en El Espectador, 26/9/2022.

  • 18.

    María Alejandra Castillo: «Cuatro mociones de censura a 3 funcionarios en 9 meses completa el gobierno de Gustavo Petro en abril» en Infobae, 8/4/2023.

  • 19.

    S. Botero y L. Gamboa: «Corte al Congreso: Poder Judicial y Trámite Legislativo en Colombia» en Latin American Research Review vol. 56 No 3, 2021.

  • 20.

    «Reforma a la salud: ¿ley ordinaria o estatutaria? Esa es la cuestión» en Cambio, 15/2/2023.

  • 21.

    «Paloma Valencia convoca nuevas marchas de la oposición para el 22 de abril» en El Espectador, 4/4/2023.

  • 22.

    M.J. Duzán: ob. cit.

  • 23.

    L. Gamboa: «Oposición en los márgenes. Estrategias contra la erosión de la democracia en Colombia y Venezuela» en Desafíos vol. 34 No 2, 28/6/2022.

  • 24.

    Juan Esteban Lewin: «Así se hundió la reforma política de Petro y Roy» en El País, 24/3/2023.

  • 25.

    Ricardo González Duque, Santiago Rodríguez Álvarez y Alejandro Valencia Carmona: «Petro en el 1 mayo: empieza la política como ‘campo de batalla’» en La Silla Vacía, 1/5/2023.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 305, Mayo - Junio 2023, ISSN: 0251-3552


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