Tema central
NUSO Nº 304 / Marzo - Abril 2023

El futuro de Cuba: alternativas políticas y sociales

Imaginar hacia dónde podría dirigirse la transición del sistema cubano no es solo una especulación intelectual. Tiene que ver con batallas políticas actuales. En ese sentido, la reflexión sobre las derivas del denominado «campo socialista», tanto en Europa como en Asia, nos muestra la evolución hacia capitalismos de Estado o economías de mercado, a veces con fuertes elementos mafiosos. Pero más allá de los problemas de otras experiencias «socialistas», en el caso cubano cualquier evolución futura estará condicionada por la relación con Estados Unidos y el papel de la derecha de Florida.

El futuro de Cuba: alternativas políticas y sociales

La situación que atraviesa Cuba es sumamente difícil, y sería atrevido, y hasta imprudente, predecir su futuro1. Lo que sí es posible es analizar las maneras en que puede evolucionar si nos basamos en una serie de indicios que sugieren dónde estamos parados y hacia qué rumbo posiblemente vamos, para poder desarrollar una perspectiva y acción políticas más certeras y efectivas.

En cuanto a los indicios y criterios que pueden orientarnos, tenemos la ventaja de contar con un amplio y variado registro de las maneras en que los países del mal llamado «campo socialista» de Europa y Asia han evolucionado2. Ello ofrece una variedad, aunque no exhaustiva, de alternativas posiblemente pertinentes para Cuba.

Europa del Este

El bloque soviético cayó en su mayor parte desde arriba por varias razones. La principal fue el agotamiento del modelo económico de la Unión Soviética y la impotencia y parálisis política del unipartidismo burocrático para resolverlo. Una excepción a esta tendencia «desde arriba» fue Polonia, donde se desarrolló un masivo movimiento obrero «desde abajo» que fue significativamente llamado Solidarność (Solidaridad). En sus inicios, este movimiento abogó por propuestas igualitarias, como mayores aumentos de salarios para los obreros peor pagados, y debatió cambios respecto a la organización del trabajo que apuntaban hacia la posibilidad de un control obrero.

Solidarność fue asesorado, especialmente durante sus primeros años, por un grupo significativo de académicos e intelectuales progresistas reunidos en la organización llamada Comité de Defensa de los Trabajadores (kor, por sus siglas en polaco). Uno de los líderes del kor fue Jan Józef Lipski, quien en 1985 publicó un libro donde detallaba la historia del grupo y, como senador electo después de la caída del comunismo polaco, trató de reorganizar el antiguo Partido Socialista Polaco (pps, por sus siglas en polaco)3, aunque su temprana muerte en 1991 puso fin a esos esfuerzos.

El golpe militar encabezado por el general Wojciech Jaruzelski en 1981 significó un paso atrás para Solidarność, organización democrática y abierta, sin preparación para la clandestinidad. Estas difíciles circunstancias propiciaron un aumento considerable de la ayuda y asistencia de la Iglesia católica a Solidarność, acontecimiento irónico, si no paradójico, dado que la jerarquía católica conservadora, temerosa de perder mucha de la influencia y poder adquiridos bajo el comunismo polaco, fue renuente a apoyar al movimiento sindical cuando este comenzó en 1980.

Al mismo tiempo, la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (afl-cio, por sus siglas en inglés), bajo el liderazgo burocrático y conservador de George Meany –un ex-plomero que se ufanaba de que nunca había participado en una huelga y que se opuso a cualquier sanción a los sindicatos segregados racialmente del sur de eeuu–, también incrementó su ayuda al sindicato polaco, en contubernio con Washington.

Mientras tanto, los cuadros sindicales polacos fueron golpeados duramente por Jaruzelski y muchos tuvieron que abandonar sus centros de trabajo para evitar ser encarcelados. Todo este proceso tuvo un efecto de conservadurismo sobre el movimiento Solidarność y reforzaría, después de la toma pacífica del poder tras la caída del régimen, una democracia liberal sin mucha conciencia social ni impulsos hacia cambios estructurales en la sociedad, así como el resurgimiento del nacionalismo. 

Esta tendencia política evolucionó a un autoritarismo conservador bajo el liderazgo actual de Jarosław Kaczyński. Por una parte, este tipo de nacionalismo favorece al capitalismo, aunque es renuente a adoptar el neoliberalismo, que podría afectar aspectos de la asistencia económica estatal a la Polonia rural, principal base social de los conservadores. Por otra parte, como en el caso de Hungría, se siguen atacando los derechos civiles y el sistema democrático en general, y en particular el derecho al aborto, que ha sido restringido en Hungría y casi eliminado en Polonia. 

En otros países del bloque soviético hubo disidencias significativas entre los intelectuales en los años 70 y 80, como en Hungría, Alemania Oriental y Checoslovaquia (país donde, a diferencia de la gran mayoría de los países de Europa del Este, hubo un Partido Comunista de masas que con el apoyo político y militar de la urss organizó un golpe de Estado exitoso en 1948 y, 20 años más tarde, un esfuerzo ampliamente apoyado por el pueblo para instalar un sistema democrático, que fue finalmente suprimido por los tanques soviéticos). Sin embargo, en ninguno de estos casos se extendió la disidencia a la clase obrera, a pesar de que anteriormente hubo rebeliones importantes de parte de los trabajadores, en Alemania Oriental en 1953 y en Hungría en la revolución de 1956.

Aparte de Checoslovaquia, el caso especial de Yugoslavia, y por supuesto Rusia, en ninguno de estos países el «socialismo» llegó al poder como resultado de movimientos y revoluciones autóctonas. Tampoco se puede decir –con la excepción de Polonia– que el sistema fuera derribado desde abajo, aunque sí hubo en los últimos días del orden soviético grandes manifestaciones que dieron el «empujón» final a esos regímenes en varios países del este de Europa. 

China y Vietnam

En China y Vietnam4, el «socialismo» fue producto de revoluciones sociales autóctonas, y hasta cierto punto los partidos comunistas no han sido derrocados por esa razón (a pesar del enorme movimiento de protesta de alcance nacional en China en 1989, que fue violentamente reprimido). Estos «socialismos» han evolucionado hacia un modelo de capitalismo de Estado con fuerte orientación al mercado mundial, especialmente a través de la exportación de productos, que en el caso de China han aumentado en su grado de complejidad y sofisticación.

Las aperturas al capitalismo interno y al mercado mundial han sido acompañadas en ambos, particularmente en China, por la supresión de los más elementales derechos civiles y democráticos. Entre estos: ausencia de libertad sindical; frecuente despojo de tierras a los campesinos para utilizarlas con otros propósitos; trato despótico y cruel a las minorías que no pertenecen a la etnia mayoritaria Han; y maltrato a las grandes masas de migrantes internos provenientes de zonas rurales (293 millones de personas en 2021) que no poseen el permiso de residencia (Hukou) indispensable para acceder a derechos sociales y económicos.

Tanto en Vietnam como en China la pobreza ha disminuido, mientras la desigualdad ha aumentado (después de eeuu, China es el país con más personas que poseen más de 1.000 millones de dólares). Aunque han tenido éxitos económicos indiscutibles (China ocupa el segundo lugar mundial en términos de su pib), no cabe la menor duda de que los partidos comunistas en el poder usarán la fuerza necesaria para mantener sus monopolios políticos.

Rusia

Por su parte, el modelo ruso tiene cierto parecido con el modelo sino-vietnamita (sistema autoritario de partido único combinado con una economía abierta al capitalismo), pero es económicamente mucho menos prometedor, dada su excesiva dependencia de la exportación de hidrocarburos.

Su sistema político y económico tiene aspectos mafiosos muy notables, tanto en el origen cleptocrático de su clase capitalista como en el comportamiento frecuentemente criminal de su poderoso grupo gobernante de siloviki (hombres fuertes), compuesto por gente asociada a los cuerpos de seguridad y represivos que son capaces de asesinar a críticos y opositores, tanto en Moscú como fuera de Rusia, como ocurriera en Londres. En realidad, Rusia se ha convertido en una potencia de segundo rango.

Recientemente, a través de un acuerdo con el gobierno cubano, Rusia estableció en La Habana un «Centro para la Transformación Económica», supuestamente para asistir en el desarrollo del sector privado en la isla y compartir tecnologías digitales, así como desarrollar el comercio exterior en cooperación con la corporación estatal cubana cimex5. Aunque esta iniciativa ha recibido bastante cobertura en la prensa extranjera, debe ser vista con escepticismo dado lo que se ha informado hasta ahora.

No sabemos nada respecto a las estrategias de ambos países con relación a dicho centro, ni respecto a las magnitudes de las posibles inversiones rusas o de los nuevos intercambios comerciales, o sobre cualquier otra iniciativa concreta que pudiera tener un efecto significativo en mejorar la presente situación crítica de la economía cubana. Hay que tener en cuenta que, aunque la economía rusa todavía no ha sufrido tanto por la invasión imperialista de Ucrania como se había vaticinado, sin duda ha sido golpeada seriamente.

El caso mexicano

Si bien México nunca perteneció al «campo socialista», es pertinente analizar su evolución en este contexto, dado que es un país de nuestra América donde ocurrió una de las revoluciones más importantes del siglo xx, y en el que durante décadas muchas industrias importantes fueron propiedad del Estado bajo la égida de lo que se comportó en realidad, aunque no formalmente, como un partido único con el nombre de Partido Revolucionario Institucional (pri), desde 1940. Antes de 1930, la propiedad estatal predominaba en los sectores ferrocarrileros y bancarios. Bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940) se extendió a la industria rural, el petróleo y la energía eléctrica. Hasta 1970 continuó expandiéndose a los grandes molinos de acero y plantas de fertilizantes, fábricas de equipos ferroviarios y varios bancos.

Esto cambió durante el mandato de Miguel Alemán (1946-1952), cuando la empresa privada comenzó a jugar un papel cada vez más importante e inició una dinámica de convivencia con lo que era todavía un poderoso capitalismo de Estado, a la cabeza de un amplio sector de empresas nacionalizadas. Sin embargo, mientras a principio de los años 40 el sector público representaba más de 50% de la formación bruta de capital, este porcentaje descendió a 30% en 1970.

No es coincidencia que para la década de 1970 comenzaran a desarrollarse grupos de tecnócratas (muchos entrenados en universidades estadounidenses, como Harvard y Yale), que proponían un curso diferente del de los viejos líderes nacionalistas del pri que gobernaban un sistema político que distaba de ser democrático en la práctica, para acercarlo a las perspectivas e intereses del creciente sector privado. El programa de los tecnócratas se impuso cada vez más durante los periodos presidenciales de los priístas Miguel de la Madrid (1982-1988), Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000), en los que se registró un gran cambio en la política económica mexicana, con una masiva ola de privatizaciones de empresas estatales y la introducción de uno de los neoliberalismos más drásticos del hemisferio.

Este cambio radical afectó la política social del país, por ejemplo, en cuanto a la baja de salarios obreros, la creciente informalidad del mercado de trabajo, con la consecuente falta de protecciones legales, atención médica y seguridad social para los trabajadores y empleados informales. Al mismo tiempo, un movimiento democrático importante se desarrolló en México a partir del gran movimiento estudiantil de la segunda mitad de la década de 1960 y principios de la de 1970.

Los tecnócratas, que eventualmente desempeñaron un rol crítico en la victoria del neoliberalismo mexicano, no tuvieron nada que ver con el movimiento estudiantil y democrático, y de hecho trataron de contenerlo y reprimirlo; aun así se vieron forzados a dar concesiones políticas, algunas importantes, cuando llegaron a la Presidencia del país en los años 80 y 90. Como uno de los resultados de estos procesos, el monopolio político del pri desapareció hace ya varios años.

El caso de Cuba

En Cuba, el liderazgo político parece estar inclinado, pero en un grado muy limitado, a adoptar aspectos del modelo sino-vietnamita. Tanto la vieja guardia de los «líderes históricos» –cuyos exponentes máximos ya se encuentran en la décima década de vida– como la nueva guardia nacida tras la revolución de 1959 se han mostrado renuentes a las reformas económicas que reducirían el poder económico del Estado. Esto lo demuestran, por ejemplo, las concesiones hechas a regañadientes a cuentapropistas urbanos y usufructuarios rurales; concesiones que han sido menos generosas que las aprobadas en Vietnam y China para esos mismos sectores. Aun así –quizás debido a presiones generadas por las repetidas crisis económicas desde el colapso del bloque soviético–, el gobierno cubano adoptó en 2021 medidas como la legalización de pequeñas y medianas empresas privadas (pymes), que pueden emplear hasta a 100 trabajadores y potencialmente abren la economía a la empresa capitalista en grados sin precedentes6.

Si bien los líderes cubanos son herederos de una revolución autóctona que les ha permitido sobrevivir en el poder por más de seis décadas, su renuencia a adoptar reformas económicas refleja el temor a perder el inmenso control económico y político que poseen bajo el sistema unipartidista, notablemente policíaco y carcelario, con cientos de presos políticos, que incluye a los muchos sentenciados por las protestas del 11 y 12 de julio de 2021.

Al mismo tiempo, el gobierno tiene razón –desde su punto de vista– en temerle al poder político y económico del creciente número de cubanos en el sur de la Florida. En lo que constituye una importante contradicción del régimen, ese mismo gobierno ha estimulado la emigración, dado su acuerdo con Nicaragua para que los cubanos puedan entrar libremente en ese país, y desde allí emprender un viaje muy largo, costoso y frecuentemente peligroso hasta la frontera mexicana con eeuu. Cuba depende en grado apreciable de la emigración para reducir, por un lado, la presión que tiene encima por la crisis económica, y por otro, se beneficia de ella por la entrada de dólares enviados por los emigrados a sus familias, utilizados no solamente para sostener a un gran número de cubanos, sino también para renovar residencias en mal estado y aun para crear pequeñas empresas en Cuba.

Cabe destacar en este contexto la diferencia entre Cuba y China. En el caso del país asiático, el gobierno ha podido contar con el apoyo político y económico de sectores amplios de sus emigrados, especialmente en el Sudeste asiático (Indonesia, Vietnam, Malasia y Filipinas). En los países mencionados, el gobierno chino en varias ocasiones actuó como protector de sus minorías (que incluían a comerciantes e industriales) contra las agresiones de mayorías étnicas que resentían el poder económico de personas de origen chino. Hay que señalar que muchos capitalistas emigrados chinos han invertido cuantiosas sumas en su país de origen.

Otro factor que ha afectado la política económica del régimen cubano, sobre todo bajo la presidencia de Raúl Castro, es el temor a que la introducción de cambios mayores en la economía provoque escisiones en la cúpula gobernante, tanto por razones ideológicas y políticas como por haberles pisado el callo a intereses creados dentro de las esferas gubernamentales. Los líderes han tomado en serio las consecuencias de las divisiones que hundieron a los regímenes amigos del gobierno cubano, como el golpe de Estado contra el argelino Ben Bella en 1965; el derrocamiento del gobierno de Granada en 1983 (con el asesinato de su principal dirigente, Maurice Bishop); lo mismo que las divisiones que dañaron a varios movimientos de guerrilla en América Latina, por ejemplo, en Guatemala. Quizás aún más importante en términos geopolíticos fue el conflicto que tuvo lugar en Angola en 1977, entre el liderazgo oficial del Movimiento Popular de Liberación de Angola (mpla) y la facción disidente dentro de ese partido, encabezada por el líder Nito Alves. El gobierno cubano intervino, tanto política como militarmente, para apoyar a su aliado contra Alves, poniendo en duda su supuesto compromiso de no intervenir en los asuntos internos de Angola y del mpla.

Sea en el caso de Argelia, Angola, Granada o Guatemala, el gobierno cubano ha confrontado este tipo de divisiones varias veces y seguirá haciendo todo lo posible para evitar tal peligro en Cuba, lo que incluye medidas represivas de todo tipo que refuerzan el carácter monolítico del sistema.

De hecho, las facciones que dividieron a países y movimientos cercanos al gobierno cubano reforzaron la alergia de Fidel Castro a lo que siempre consideró, aun antes de tomar el poder, faccionalismos divisionistas, y esto constituye un obstáculo muy serio a la democratización. En su definición clásica de una situación revolucionaria, Vladímir I. Lenin señaló que una de sus características es la división dentro de la clase gobernante; precisamente el tipo de división que se ha evitado a toda costa en Cuba.

A la luz de estas dificultades, actuales y potenciales, no es de sorprender que, en términos generales, el gobierno prefiera abrirse al capitalismo internacional a través del Grupo de Administración Empresarial sa (gaesa), la gigante empresa originada en las Fuerzas Armadas, en vez de dejar paso abierto a un sector de la empresa privada no controlada directamente por el régimen. Aun así, como vimos anteriormente, las presiones creadas por las repetidas crisis han forzado al gobierno a permitir la apertura de medianas empresas capitalistas, incluidas en la categoría de pymes.

No obstante, el hecho de que ocurra un cambio económico en favor del sector no estatal de la economía no necesariamente implica una democratización del país. Eso no quiere decir que los gobernantes cubanos no estarían dispuestos, bajo ciertas circunstancias, a simular la introducción de reformas democráticas, como ha hecho Vladímir Putin en la Federación Rusa con su desacreditada pseudodemocracia electoral. En el caso cubano, tal pretensión podría ser necesaria para tratar, probablemente de manera infructuosa, que el Congreso estadounidense derogue la Ley Helms-Burton, que establece como condición indispensable la celebración de «elecciones libres» para que cese el bloqueo. Siguiendo el ejemplo de China, el Partido Comunista Cubano (pcc) mantendría su monopolio para presidir y controlar cualquier proceso de cambio desde arriba. O sea que ni siquiera podemos esperar que dicho sistema introduzca el tan anhelado «Estado de derecho en Cuba».

El hecho de que un partido único siga dictando «orientaciones» a la gran mayoría de las instituciones cubanas es incompatible con un Estado de derecho. En la ausencia de una verdadera democratización, ¿sería posible lograr que el sistema judicial, la Policía, las Fuerzas Armadas y el mismo Ministerio del Interior estuvieran exentos de recibir «orientaciones» del partido único? Por supuesto, la imposibilidad de tal meta no quiere decir que no debamos seguir demandando, como mínimo, que sean las leyes democráticamente adoptadas e implementadas, más un Poder Judicial independiente del régimen, las que rijan en el país, y no la arbitrariedad y el poder sin límites de los líderes del pcc.

¿Hacia dónde vamos? 

Por lo pronto, Cuba está experimentando una crisis que se acerca a la del denominado Periodo Especial de los años 90 y que no sabemos cómo y cuándo va a terminar. Es concebible –aunque parece poco probable, dada la situación a principios de 2023– que la economía salga de la crisis, quizás con la ayuda de una exitosa industria turística (asumiendo un descenso notable de la tasa mundial de infecciones por covid-19), posiblemente suplementada por los ingresos provenientes de un alza en el precio internacional del níquel y un aumento notable de los servicios médicos provistos a varios países, así como por la comercialización de la biotecnología y los fármacos producidos en la isla. 

Esto probablemente favorecería a aquellas pymes y cuentapropistas concentrados en la manufactura y el comercio de bienes y servicios destinados al consumo interno de la población. De ser así, los cubanos acabarían presenciando la creación de una nueva burguesía compuesta principalmente por una parte del sector militar-estatal de los capitalistas de Estado uniformados de gaesa, concentrados principalmente en el turismo internacional, y, por otra parte, de los nuevos propietarios privados de la industria mediana de las pymes y de aquellos cuentapropistas exitosos, como por ejemplo los propietarios de casas y apartamentos alquilados a turistas a precios lucrativos. Obviamente, cualquier normalización de las relaciones económicas con eeuu mejoraría significativamente estas posibilidades, dada la importancia que tendrían las inversiones estadounidenses, especialmente las del capital cubanoamericano dispuesto a invertir en Cuba.

Dado lo sucedido en muchos ex-países «socialistas», así como en otras naciones, podemos suponer que estos cambios muy posiblemente acentuarían la desigualdad entre «ganadores» y «perdedores», habida la ausencia de movimientos sociales independientes que defiendan los intereses de los «perdedores». Las políticas estatales fomentarían a los «ganadores»: el turismo y las industrias que proveen a los hoteles y restaurantes; asimismo, biotecnología, tabaco e industrias extractivas como el níquel. 

Los «perdedores» serían descuidados e ignorados: las numerosas empresas manufactureras que no son «competitivas», lo que queda de la industria azucarera y la agricultura en general. Dada la ausencia de movimientos independientes que defiendan los intereses populares, el estado de la inversión y seguridad social, de por sí ya muy deteriorado y con presupuestos recortados, se deterioraría aún más. Esto movilizaría a las nuevas clases sociales, como la burguesía y la clase media, que descontentas con el progresivo deterioro de los servicios estatales médicos y educacionales demandarían o presionarían por su privatización. Esto conllevaría, en el caso de la medicina, a la creación de un servicio tipo Medicaid, al estilo estadounidense –un servicio público muy pobremente mantenido– para atender a la mayoría de los cubanos pobres. Como ha sucedido en eeuu, esta división del servicio médico entre los pobres y las clases media y alta debilitaría considerablemente cualquier apoyo político para construir y mantener una salud pública que atienda digna y competentemente no solo a los ricos y la clase media, sino a todos los cubanos en la isla.

De forma similar, va a haber una gran presión política para permitir la educación privada a todos los niveles. Una vez que esto ocurra, esta va a crecer vertiginosamente. Las órdenes religiosas católicas, y quizás en menor grado los protestantes convencionales y los evangélicos, reclutarán a los mejores maestros y edificios para educar a los hijos e hijas de los exitosos propietarios, administradores y técnicos de los sectores «ganadores» de la economía. En este contexto, hay que aclarar que la universalidad de la educación pública obligatoria no tiene por qué interferir con la libertad religiosa, dado que todas las religiones y credos sin excepción deberían tener la libertad de ofrecer instrucción religiosa, siempre y cuando la impartan en sus propios planteles durante las horas libres de aquellos alumnos de las escuelas públicas que estén interesados en recibirla. Después de todo, una escuela pública bien financiada por el Estado y controlada democráticamente por el magisterio, las escuelas de pedagogía de las universidades cubanas y el estudiantado, sería quizás la institución más importante en el fomento de la igualdad e integración social, racial y de género de la sociedad cubana. Los más afectados por estos posibles cambios serían los cubanos negros, que han carecido hasta ahora de un vigoroso programa de «acción afirmativa» para incorporarlos en todos los niveles importantes de la vida social, económica y política de la isla. 

En ausencia de un sistema de planificación económica nacional plenamente democrático, regiones del país con una economía «perdedora», como la región oriental, van a continuar sufriendo de manera desproporcionada, excepto en aquellas zonas relativamente pequeñas donde se aloja la industria del níquel y que poseen algunos lugares de interés turístico. La desigualdad regional va a aumentar aun dentro de la misma área metropolitana de La Habana, dado que la inversión turística y de bienes raíces seguirá concentrándose en los barrios relativamente más prósperos cerca del litoral del Golfo de México, mientras que «La Habana interior», más lejos del mar y mucho más pobre, seguirá deteriorándose. 

El papel de Estados Unidos

Sin duda alguna, el principal obstáculo para la normalización de las relaciones entre eeuu y Cuba es el bloqueo económico que el imperio norteamericano ha impuesto desde hace más de 60 años. No hay duda de que el bloqueo criminal ha causado graves daños a la economía cubana, en especial durante los primeros años de la revolución, cuando equipos y maquinarias de todo tipo tuvieron que ser importados del bloque soviético para reemplazar los de manufactura estadounidense. Y sigue infligiendo perjuicios mediante las sanciones contra bancos internacionales que tienen transacciones con Cuba y la prohibición de inversiones y exportación de todo tipo de bienes y servicios desde eeuu. Es cierto que desde hace más de 20 años se permite la exportación de alimentos y medicinas a la isla, pero se requieren licencias especiales y el pago en efectivo por anticipado. Durante los últimos años, el gobierno estadounidense, basado en la Ley Helms-Burton de 1996, ha interferido más con el comercio e inversiones europeas en Cuba, a tal grado que ha generado protestas de la Unión Europea. Pero a pesar de los argumentos del gobierno cubano, el bloqueo no es la causa principal de los problemas económicos que afectan a la isla. Ese lugar lo ocupa el sistema económico, responsable máximo de la gran ineficiencia económica, la apatía de los trabajadores y la falta de responsabilidad de jefes y administradores.

Como sabemos, el 20 de julio de 2015 se restablecieron las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana. Lo que deterioró considerablemente las expectativas para una mejora de los vínculos entre ambos países fue la elección de Donald Trump en 2016 y su éxito en dar marcha atrás a muchos de los cambios introducidos por Barack Obama en su segundo periodo presidencial, y en cambiar el clima político en el sur de la Florida, especialmente entre los cubanoamericanos. 

Vale notar que tanto en las elecciones de 2012, cuando fue reelecto Obama, como en las de 2016, cuando fue derrotada Hillary Clinton, el voto cubanoamericano por los candidatos presidenciales del Partido Demócrata se incrementó considerablemente y se acercó a un empate con los republicanos. Las encuestas de la época mostraron que la inclinación por los demócratas era más pronunciada entre aquellos que habían llegado más recientemente de Cuba. Esto cambió entre 2016 y 2020, cuando Trump restableció una clara hegemonía republicana entre los cubanoamericanos. Ello fue resultado de los grandes esfuerzos que hizo el entonces presidente a través de visitas frecuentes al sur de la Florida para agitar los sentimientos «antisocialistas» de los cubanos (así como de venezolanos y nicaragüenses), mientras los demócratas hicieron muy poco para contrarrestarlo. 

Hay que tener en cuenta también el rol de los nuevos medios sociales y el papel de influencers como Alexander Otaola en «echar leña al fuego» en apoyo a la política de Trump. Otro cambio importante ocurrió entre los inmigrantes recientes de Cuba. Según el sociólogo cubano Guillermo Grenier, que publica el Cuba Poll, la inmensa mayoría de los recién llegados se está registrando electoralmente como republicana, en contraste con lo que sucedía antes. Sin embargo, hay que notar que transcurre un mínimo de seis años desde que los cubanos llegan a eeuu hasta que pueden adquirir la ciudadanía y registrarse en un partido político. Ese intervalo es suficiente para que los nuevos cubanoamericanos se acostumbren y sean socializados por la cultura política del sur de la Florida. 

Algunos observadores razonan que la derrota aplastante del Partido Demócrata en las elecciones parciales de 2022 en la Florida va paradójicamente a mejorar las relaciones de eeuu con Cuba en el sentido de que los demócratas van a ser menos presionados a acomodarse a los cubanoamericanos en un estado en el que ya no se consideran competitivos. Puede que haya algo de cierto en esto, pero creo que no es suficiente como para determinar que haya cambios importantes como la flexibilización o eliminación del bloqueo económico a Cuba. 

Esta pérdida de peso político de los demócratas en Florida podría ser más decisiva si se combinara con una actuación más activa de quienes han querido eliminar o por lo menos modificar el bloqueo en varios sectores de la clase capitalista norteamericana. Por ejemplo, ya hace bastante tiempo que la muy influyente Cámara de Comercio Estadounidense ha estado a favor de reanudar relaciones económicas con Cuba. De hecho, Thomas Donahue, que fue su presidente y ejecutivo principal desde 1997 hasta que se jubiló en 2019, visitó Cuba en varias ocasiones. Otros sectores importantes del capitalismo estadounidense, como las grandes compañías agrícolas y la industria del transporte marítimo (tanto de carga como de turismo), han apoyado esas gestiones. 

En el pasado, proyectos de ley en favor de un cambio en la política económica de eeuu hacia Cuba han obtenido un apoyo significativo, tanto de republicanos como de demócratas, en el Congreso estadounidense, y un buen número de esos congresistas ha visitado la isla. El problema es que, para estos intereses poderosos, cambiar la política económica hacia Cuba no ha sido necesariamente una prioridad política, mientras que mantener el bloqueo sí es prioridad para la derecha cubana y sus aliados en el sur de Florida.

Mientras tanto, es muy poco probable que eeuu trate de invadir Cuba, sea directamente o a través del uso de cubanos afines como en 1961; obviamente no por razones de principios políticos, sino porque con el fin de la Guerra Fría la importancia de la isla para eeuu ha disminuido rápidamente. Eso no quiere decir que el gobierno estadounidense vaya a cesar sus actividades hostiles contra el gobierno cubano, sea a través de órganos de propaganda como Radio y tv Martí o a través de la continuación del bloqueo económico.

Las alternativas políticas para Cuba 

Los líderes políticos de las transiciones del «socialismo» tradicional al capitalismo, incluidos los capitalismos de Estado como China y Vietnam, no fueron autómatas que simplemente respondieron a las supuestas necesidades objetivas de esas transiciones. Fueron dirigentes que tuvieron que resolver diversos problemas de la transición, muchos de ellos críticos, pero sus percepciones de cómo hacerlo eran determinadas por sus ideas y concepciones políticas, fueran estas liberales, autoritarias, nacionalistas, conservadoras o aun fascistas. Así sería también en Cuba.

Teniendo en cuenta eso, cuando se habla de transición en el contexto cubano, la pregunta obvia es: ¿transición hacia dónde? O sea, ¿qué tipo de sistema político, social y económico reemplazaría al que existe ahora? No cabe duda de que la respuesta sería diferente entre la izquierda y la derecha. Al mismo tiempo, es sumamente lamentable que los términos se hayan tornado poco claros con el surgimiento de sistemas «socialistas» y «comunistas» antidemocráticos que han reclamado el monopolio de la izquierda. Esto ha llevado a una situación muy confusa, que hace necesario redefinir lo que se considera como la izquierda. Para propósitos de la presente discusión, propongo que «ser de izquierda» consiste, más que nada, en rechazar las concepciones burocráticas y capitalistas que sostienen, por razones diferentes, que la libertad es incompatible con la igualdad, y en afirmar que la democracia, tanto en los centros de trabajo como en todos los aspectos de la sociedad, lejos de ser un «extra» en el socialismo, es un elemento imprescindible y la única manera en que tal sistema debe y puede genuinamente representar la voluntad obrera y popular. Asimismo, es defender el derecho a la autodeterminación nacional, tanto contra la política estadounidense en Cuba y América Latina, como contra la política de la Rusia de Putin en Ucrania.

No cabe duda de que, si bien la izquierda crítica cubana ha crecido, por ejemplo, con agrupaciones de varios grupos afrodescendientes y publicaciones como La Joven Cuba, es todavía débil. Esto se debe más que nada a que, hasta el momento, la clase trabajadora cubana no ha dado señales de resistencia en su condición de trabajadores, aunque seguramente muchos de ellos, en especial los afrodescendientes, lo han hecho en su condición de cubanos pobres, cuando han participado en los actos de protesta callejera que han estado ocurriendo desde el 11 de julio de 2021. 

Parece así que las opciones que los trabajadores cubanos perciben como factibles son la emigración y el trabajo por cuenta propia. Mientras tanto, muchos sobreviven con las remesas que sus familiares envían desde el extranjero –especialmente en el caso de las personas blancas–, dado el decreciente número de artículos subsidiados que pueden obtener a través de la libreta de racionamiento, o subsisten con el robo de la propiedad estatal, que debe ser considerado bajo las condiciones existentes en Cuba como una forma o extensión de lo que el derecho romano llamó furtum famelicus (hurto famélico), basado en el proverbio latino necessitas non habit legem (la necesidad no tiene [o reconoce] ley).

Por otra parte, la derecha cubana es muy fuerte en el sur de Florida, no por los numerosos grupitos políticos que abundan por esos lares, sino más bien por la hegemonía política y social lograda a través de publicaciones y periódicos como El Nuevo Herald, los programas radiales cubanoamericanos de derecha, las actividades notorias de influencers como Otaola y, obviamente, el gran peso social logrado por el capital cubanoamericano en esa zona. Los tres congresistas cubanoamericanos que representan a esta región en Washington, así como los funcionarios estatales y municipales cubanoamericanos en todos los niveles, han sido sumamente importantes para establecer y propagar una amplia agenda ideológica y política de derecha. 

Eso no quiere decir que el poder y la influencia que la derecha cubanoamericana posee en Florida se puedan reproducir en Cuba tal cual. Es notable, por ejemplo, que durante las protestas en las calles que han tenido lugar desde el 11 julio de 2021, casi nadie se haya hecho eco de las demandas políticas de la derecha cubana, como la propuesta del biólogo disidente cubano Ariel Ruiz Urquiola para que se realice una «intervención humanitaria» en la isla, que todos sabemos sería en primera y última instancia una intervención guiada y realizada por fuerzas e intereses estadounidenses. 

Lo que sí ha tenido una creciente influencia cultural, y por lo tanto indirectamente política, es el mundo cubanoamericano en Cuba, ya sea transmitido por los contenidos del «paquete semanal»7 o por otras vías. Un ejemplo de eso es el video Patria y vida, que constituye sin duda un gran logro artístico –me gustó y lo he visto en muchas ocasiones–, pero que es sumamente ambiguo dado su silencio total sobre sus alternativas políticas preferidas, siquiera a grandes rasgos8. Es esa ambigüedad precisamente la que permite que aun la derecha cubana más extrema del sur de Florida celebre el video y a sus protagonistas. 

Esa influencia cultural y sus consecuencias políticas juegan un papel importante en el desarrollo del «sentido común» de muchos cubanos en el archipiélago; pero ese «sentido común» no es necesariamente un «buen sentido». Es el que llevó, por ejemplo, a Ana María Polo, del programa popular de televisión Caso cerrado, a proclamar más de una vez en el pasado que en realidad no existe el desempleo en eeuu, ya que «como todos sabemos y podemos ver», siempre se puede obtener trabajo si uno se esfuerza en conseguirlo, aunque sea limpiando casas o lavando automóviles. 

Las estructuras y realidades económicas y sociales no existen, y todo lo que existe y cuenta es la voluntad individual. Según esta forma de razonar, no hay alternativa al individualismo y, por tanto, la competencia capitalista sería el eje principal de una nueva Cuba. Cada uno por su cuenta y «la peste el último», como decíamos en el barrio Los Quemados, del Marianao de mi niñez y adolescencia.


Nota: este artículo fue publicado originalmente, en dos partes, en la revista La Joven Cuba, 6/2/2023, https://jovencuba.com/

  • 1.

    «La economía de Cuba en tiempos de crisis: 2020-2022 y perspectivas para 2023» en La Joven Cuba, 4/2/2023.

  • 2.

    Mauricio De Miranda Parrondo: «Autoritarismo y capitalismo mafioso. La experiencia rusa» en La Joven Cuba, 31/1/2023.

  • 3.

    El PPS fue fundado en 1892 y disuelto en 1948, cuando se fusionó con el Partido Obrero Polaco para formar el Partido Obrero Unificado Polaco, nombre que adoptó el partido oficial.

  • 4.

    Ver M. De Miranda Parrondo: «El ‘otro comunismo’ chino» en La Joven Cuba, 17/11/2022 y «Vietnam: la democratización pendiente» en La Joven Cuba, 18/2/2021.

  • 5.

    Mario Valdés Navia: «De la ayuda soviética a la solución rusa: ¿la misma historia?» en La Joven Cuba, 30/1/2023.

  • 6.

    Omar Everleny Pérez Villanueva: «Primeras impresiones sobre el decreto ley 46 de las mipymes» en La Joven Cuba, 1/9/2021.

  • 7.

    Colección de material digital distribuido mediante un pendrive aproximadamente desde 2008 en el mercado clandestino de Cuba como sustituto de la internet de banda ancha y de la propia televisión cubana [n. del e.].

  • 8.

    Yotuel, Gente de Zona, Decemer Bueno, Maykel Osorbo y El Funky: Patria y vida, dirigido por Asiel Babastro, en YouTube, 16/2/2021, www.youtube.com/watch?v=pp9bto5loeq.


En este artículo
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 304, Marzo - Abril 2023, ISSN: 0251-3552


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