Ochenta y siete años de doctrina social de la Iglesia desde 1891, cuando León XIII promulgó la Encíclica Rerum Novarum, no han logrado borrar la impresión de una función conservadora, en muchos casos reaccionaria, de la Iglesia católica en el campo social, que más ha contribuido a mantener estructuras de injusticia, de atraso y de opresión, que a promover una evolución progresiva de la sociedad. Esto a pesar de que los principios éticos del Evangelio constituyen indudablemente gérmenes revolucionarios capaces de transformar la humanidad y de que a la Iglesia institucional y a los católicos comprometidos no se les puede negar buena voluntad y en muchos casos idealismo en su trabajo político y social. ¿Qué fuerzas obran entonces en la Iglesia para producir resultados a primera vista contradictorios con las condiciones en que se realiza su compromiso histórico con la humanidad? ¿Qué esfuerzos determinan ese papel regresivo que tantas críticas suscita y que desconcierta a amigos y enemigos del cristianismo? Las páginas siguientes son un intento de respuesta a estas interrogantes que busca detectar estos factores a través de un análisis del Evangelio y de la Iglesia como institución, y del seguimiento del desarrollo histórico de la doctrina social católica.